Explora cómo el yoga oncológico puede ser una herramienta valiosa en la recuperación y el bienestar de las personas con cáncer de mama.

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Este no es un artículo para abordar los aspectos oncológicos, clínicos o terapéuticos, del cáncer de mama. Es una reflexión en voz alta sobre si el año 2024, año en el que la OMS, a través de una resolución oficial, ha exhortado a toda la comunidad médica a hacer un uso masivo de las terapias tradicionales complementarias en medicina que han demostrado reiteradas veces ser eficaces en la lucha contra esta terrible enfermedad. El 2025 debe ser el año del punto de inflexión en el abordaje con intervenciones terapéuticas para afrontar desde una visión holística uno de los cánceres más frecuentes y que más vidas se cobra, en el mundo y en España, cada año que pasa, y si esto es así el entonces debería ser el año que todo cambie  en  relación a todos los tipos de cáncer y el yoga.

Introducción

De la misma forma que en el proceso de la lucha contra el cáncer de mama existen una serie de fases denominadas “clínicas” o corporales, paralelamente a estas fases existen lo que podemos denominar como fases de afectación psicofísica – de afectación humana – que a menudo traducen estados físicos y emocionales muy diferentes, con necesidades de apoyo también completamente distintas, pero a la vez muy necesarias en el contexto de las condiciones especialísimas del paciente con cáncer de mama.

Son las fases menos conocidas, de las que se habla menos en los textos clínicos, pero adquieren una importancia primordial ya que de un manejo adecuado de ellas pueden depender factores como la calidad de vida, la mejoría del sistema inmune, la contención de los índices de inflamación general del organismo, la tolerancia al dolor, conseguir un sueño reparador, contener la fatiga o la disminución de la probabilidad de una recurrencia de la enfermedad. El manejo y la intervención de estos factores, muchas veces lejos del alcance de las unidades de oncología, pueden incluso ayudar a aumentar tanto los índices de curación como los de supervivencia a la enfermedad.

En España se diagnostican unos 22.000 casos de cáncer de mama al año, lo que representa casi el 30% de todos los tumores del sexo femenino en nuestro país. En la actualidad es el tumor más frecuente en la población femenina tanto en países desarrollados como en aquellos en vías de desarrollo. Se estima que el riesgo de padecer cáncer de mama a lo largo de la vida es de, aproximadamente, 1 de cada 8 mujeres. Habitualmente aparece a partir de los 45-50 años de edad, pero ésta tiende a bajar y actualmente el 10% de los casos se manifiestan en mujeres de menos de 40 años. Un poco menos del 1% de los diagnósticos de cáncer de mama se producen en varones. Se asocia a una historia familiar de cáncer de mama de tipo hereditario. El diagnóstico y el tratamiento son similares a los que se hacen con las mujeres afectadas, aunque casi no existen estudios en relación con él debido a su baja prevalencia del 1%, cuestión que es discutible desde un punto de vista ético.

Por otra parte, entre el 5 y el 10% de cánceres de mama son de tipo hereditario: Se deben a la presencia de uno o dos genes que se transmiten de generación en generación: el BRCA1 (que predispone al cáncer de mama) y el BRCA2 (que predispone al cáncer de mama y también al cáncer de ovario). Cuando hay historia familiar de cáncer de mama, de forma que éste aparece en mujeres de todas las generaciones y a una edad cada vez más temprana, se puede participar en un consejo genético,

La supervivencia a 5 años, es decir, la proporción de personas que siguen vivas 5 años después del diagnóstico (valor de referencia para la comunidad científica) es del 85% pero… ¿Existen manejos e intervenciones ideales para que el aumento del número de años de supervivencia al cáncer de mama se lleve a cabo en condiciones y con criterios de salud integral, abarcando el afrontamiento de muchos de los aspectos “especiales” de la enfermedad que la oncología convencional no puede atender? Esa es la pregunta origen de esta reflexión.

El diagnóstico de cáncer de mama desencadena un importante impacto psicológico. La mayoría de las mujeres experimentan sentimientos de ansiedad, incertidumbre, miedo o depresión. Después, más allá de la noticia, está la esperanza. Uno de los problemas de esta enfermedad es el miedo que produce al asociarse inevitablemente a la idea de muerte. Adaptarse a vivir con una enfermedad exige tiempo, paciencia, apoyo e interés por participar en el cuidado de la propia salud. Vivir con una enfermedad plantea nuevos retos a la persona que la padece. Aprender a afrontar esos retos es un proceso largo. Entender qué nos ocurre y participar activamente en el cuidado de la propia salud ayuda a afrontar los nuevos retos que van apareciendo.

Resulta fundamental que los profesionales de la salud conozcan y comprendan las necesidades psíquicas de las pacientes diagnosticadas de cáncer de mama ya que el estado emocional influye directamente en el proceso de afrontamiento, recuperación e incluso en las tasas de supervivencia al mismo.

El cáncer de mama implica para muchas mujeres una situación que afecta física y psicológicamente su calidad de vida. Una de las fases en las que se presenta un mayor deterioro emocional es durante el tratamiento, debido a los efectos secundarios, colaterales y secuelas del mismo, como la cirugía y la mastectomía principalmente. Dicho procedimiento afecta de manera importante la percepción de la imagen corporal de la mujer, en sus relaciones sociales y de pareja. El curso de la enfermedad trae consigo diversas complicaciones que se presentan de manera novedosa en la vida de quien lo padece, lo cual implica un cambio en los estilos de vida, y la mayoría de las veces dicho cambio trae consigo diversos conflictos psicológicos que afectan tanto su desarrollo personal como su calidad de vida y posición frente a la enfermedad. Sobre todo, si los procedimientos oncológicos, como la cirugía llevan consigo secuelas que limitan y potencializan el desgaste cognitivo, emocional y conductual de las pacientes.

Es importante mencionar que no todos los casos de cáncer de mama son iguales, se diferencian tanto por las células anormales que les dieron origen como por la ubicación dentro del seno. Sin embargo, una de las diferencias más importantes que se debe detectar a tiempo, es el estadio en el que se encuentra, es decir, se debe describir cuál es su tamaño y si existen o no células cancerosas en los ganglios linfáticos y otros sitios del cuerpo.

Con respecto al tratamiento del cáncer de mama, la American Cancer Society y National Comprehensive Network (2007), mencionan que el tratamiento al que se somete cada mujer es diferente y esto va a depender del avance de la enfermedad, las principales formas de tratamiento conocidas son:

  • La radioterapia: es la aplicación de energía producida por un aparato de rayos X que ataca directamente a las células malignas.
  • La quimioterapia: se basa en el uso de medicamentos que destruyen las células malignas que podrían reproducirse y formar otro cáncer.
  • Los tratamientos hormonales: consiguen que las células cancerosas no puedan reproducirse más, este tratamiento al igual que la quimioterapia es en forma de medicamentos.
  • La cirugía: se ofrece como primera opción para aquellas mujeres que presentan tumores pequeños. Sin embargo, también es una opción de tratamiento adyuvante.

En especial, de los tratamientos mencionados anteriormente, la cirugía impacta fuertemente en la estructura física y funcional de las mujeres, sobre todo cuando se trata de una mastectomía radical, pues resulta ser una intervención que visualmente no es agradable.

Con respecto al diagnóstico de la fase y estadío de la enfermedad existe un sistema universal, creado por el AJCC (American Joint Committee on Cancer) en colaboración con la UICC (International Union Against Cancer), que se usa por los Profesionales de la Salud para establecer la propagación de la metástasis en tumores primarios. Se trata del sistema TNM. En general, las características de clasificación de este sistema son las siguientes:

T: Primary Tumour (Tumor Primario). Define la existencia del tumor primario y de su tamaño.

N: Regional Lymph Nodes (Nódulos Linfáticos Regionales). Define los nódulos linfáticos regionales afectados por el tumor.

M: Distant Metastasis (Metástasis a distancia). Define la existencia de metástasis a distancia del tumor.

Así, el sistema permite clasificar los tumores en varias etapas, por índices numéricos:

Etapa I: “T1, L0, M0”. El tumor se encuentra delimitado en el órgano en el que se originó. La masa tumoral es extirpable. Existe únicamente afectación local, sin metástasis a ganglios o vasos sanguíneos.

Etapa II: “T2, L1, M0”. Existe propagación de las células tumorales al tejido y ganglios circundantes. La masa tumoral puede operarse, pero no se asegura la eliminación de la totalidad de la misma. Se tiene la certeza de que hay una ocupación, aunque no en gran medida, de los ganglios linfáticos (L1), pero no hay ocupación de los vasos sanguíneos.

Etapa III: “T3, L2, M0”. Masa tumoral amplia, adherida a superficies recónditas, existencia de ocupación ósea y de ganglios linfáticos de la misma procedencia. La masa tumoral es resecable, pero no en su totalidad. No existe metástasis a distancia.

Etapa IV, T4, L3, M+. Existencia de metástasis del tumor fuera del lugar u órgano inicial. La masa tumoral primaria no puede ser reseccionada.

La cirugía, es considerada como un procedimiento estándar en el tratamiento del cáncer de mama, es indicada para la enfermedad multicéntrica y algunos carcinomas ductales in situ. La mastectomía consiste en la extirpación de la mama, gran parte de piel de la pared torácica y nódulos linfáticos axilares. Se puede hablar de una mastectomía uni o bilateral, cuya secuela física inmediata y permanente en muchos casos es una mutilación. Dicha mutilación, desemboca en diferentes conflictos, ya que culturalmente los senos son concebidos como símbolo de mujer, femineidad y capacidad reproductora, entre otros; sin embargo, por medio de relatos de pacientes mastectomizadas, Pires y Norbe (2003 encontraron que los senos también expresan erotismo, sensualidad y sexualidad. Esta concepción es valorada por las mujeres de manera significativa, es por eso que, ante la pérdida de un seno, las consecuencias a nivel psicológico repercuten de manera drástica en la autoimagen, puesto que física y visualmente constituye una deformidad importante sobre el cuerpo de la mujer y se ha comprobado que mientras una paciente presente mayor deformidad y disfunción, la probabilidad de que desarrolle un mayor número de problemas psicológicos y sociales es alta.

Además, la manera en la cual las pacientes enfrenten dicho impacto va a ser mediado por lo que hagan o dejen hacer con respecto a su salud. Es por eso, que el comportamiento humano es parte esencial en la calidad de vida ya sea en la salud como en la enfermedad.

Tres esferas afectadas de manera drástica por el cáncer
El término de comportamiento humano incluye emociones, cogniciones y conductas y son estas 3 esferas las que se ven afectadas de manera drástica, tal como se ejemplifica a continuación:

A nivel emocional

Las emociones, pueden ser vistas de 2 maneras. La primera, «son la expresión interpersonal o social de las emociones y sentimientos, tales como el miedo, rabia, placer, tristeza, etc.».

La segunda, «las emociones también involucran reacciones psicofisiológicas, por ejemplo el miedo y la ansiedad son asociados con el incremento de la frecuencia cardiaca, presión arterial sistólica, circulación sanguínea en músculos o decremento de la irrigación sanguínea en la piel».

De lo anterior, se puede observar el impacto que causa la mastectomía sobre la mujer, produciendo diferentes emociones, y la intensidad con la que se presenten éstas, va a estar mediada por los estilos de afrontamiento con los que se cuenten.

Diferentes autores han recopilado datos de las emociones que más se presentan como consecuencia de la mastectomía. Mencionan que ante la mastectomía se producen sentimientos de pérdida, mutilación y desvalorización de la imagen corporal, entre otros. La pérdida de un seno, también está asociada a diversas emociones, como frustración, tristeza, enojo, etc. Sin embargo, diversos autores Fernández, 2004; Gil y Costa, 2005; Deanna, 2004 y lentz, 2005 coinciden en que las pacientes mastectomizadas presentan con mayor regularidad trastornos de ansiedad y depresión.

En un estudio realizado por Engel, durante el 2004, se encontró que las mujeres después de la cirugía reportan haber experimentado síntomas depresivos y estos se correlacionaron con el estrés, pues existían percepciones del cáncer como un evento estresante con pensamientos intrusivos y eventos estresantes como el nivel socioeconómico. Otro aspecto importante, mencionado en el estudio de Engel et al. es en el aspecto emocional, pues es conveniente considerar que la edad es un factor determinante, ya que se ha visto que las pacientes jóvenes se preocupan más por las cuestiones financieras y sobre su salud en el futuro, también tienden a tensarse y deprimirse con mayor frecuencia.

En este sentido, se puede deducir, aquellas mujeres que poseen altos niveles de autoestima, apoyo social y mejores estilos de afrontamiento, tendrán un mayor bienestar psicológico.

A nivel cognitivo

Las cogniciones, mejor conocidas como creencias, ideas y pensamientos, son otro componente psicológico a considerar; éstas regulan las emociones y por ende las conductas. Las cogniciones son la interpretación de la realidad, inferencias o evaluaciones que se hacen las personas sobre sí mismos, sobre los demás y el mundo que los rodea.

Es importante aclarar que el sufrimiento emocional de las pacientes se debe principalmente, no sólo a las circunstancias o eventos de la cirugía, sino más bien al significado que las personas les atribuyen a estos sucesos, la valoración está mediada por las creencias que cada individuo tiene con respecto a la imagen corporal y de sí mismo y la intensidad con la que se vivan éstas va a depender de las habilidades de afrontamiento y características de personalidad de cada paciente.

Si las cogniciones son irracionales, es decir, interpretaciones poco funcionales, ilógicas, poco empíricas, inconsistentes con la realidad empírica, dificultan la obtención de las metas establecidas por el individuo.  Una de las distorsiones cognitivas que presentan estas pacientes, se da principalmente por la atención selectiva que se tiene sobre la zona afectada (seno o senos mutilados), la alteración de la simetría corporal es entendida por la mayoría de las pacientes como una deformidad, de igual manera, suelen magnificar el tamaño de las cicatrices, y esto a su vez, provoca creencias disfuncionales relacionadas con la pérdida del atractivo personal, de su valor como persona y de la identidad sexual. El pensarse deformada impide en muchas ocasiones mantener relaciones sociales adecuadas (la mujer evita determinadas situaciones, como la interacción con otras personas) y puede producir un estado de alerta continuo acerca del propio aspecto, a pesar de que la deformidad no sea obvia para los demás También es importante identificar que la percepción del impacto ante la pérdida o deformidad de los senos varía dependiendo de la edad de la paciente, pues se ha visto que la amenaza al autoconcepto de femineidad sería más intensa en las mujeres jóvenes cuyo atractivo y fertilidad está en auge, especialmente en aquellas que son solteras y no disponen de pareja. Existen mujeres que se consideran más bellas, atractivas y en general mejores personas siempre, cuando tienen unas mamas intactas; sin embargo, ante la mutilación se genera un importante deterioro en la autoestima.

Como se puede observar, el aspecto cognitivo hace referencia principalmente a la percepción corporal y a la valoración que se tiene del autoconcepto de mujer. Es interesante señalar que existen factores (como la edad y el estado civil) que influyen en la magnificación o adaptación de dichas creencias.

A nivel conductual

Las conductas o el comportamiento consisten en toda actividad que «sirve como instrumento para afectar el ambiente (interno o externo) dejando consecuencias relativamente específicas», es decir hace referencia a todo lo que hacemos y decimos.

La conducta de un individuo se ve afectada por las emociones, creencias, ideas y pensamientos que se tengan. Las creencias funcionales pueden provocar conductas como la adherencia terapéutica, la adaptación y reconocimiento de la enfermedad, que permiten mejorar el bienestar físico y psicológico; o de manera contraria, las creencias irracionales pueden generar conductas desadaptativas, como la inconsistencia al seguir el tratamiento médico, no acudir a las citas, etc. Las cuales conllevan diversas complicaciones físicas y psicológicas.

En el caso de las mujeres mastectomizadas se pueden identificar ciertas conductas desadaptativas, tales como:

  • Comportamientos de evitación de las relaciones sociales y aislamiento, debido a la vergüenza y temor al rechazo por parte de las personas del entorno.
  • Evitar mirarse al espejo o mirar directamente la zona afectada: a menudo tienden a magnificar la percepción y tamaño de las cicatrices, así como ver de deformidad en su cuerpo.
  • Cambio en el estilo de ropa: sobre todo para ocultar la parte operada.
  • Problemas sexuales: dado que los senos tienen un valor cultural importante sobre la sexualidad y la percepción corporal.

Por ejemplo, la aparición del cáncer de mama en una mujer en edad reproductiva que oscila entre los 29 y los 39 años, resulta más difícil, debido a que este periodo se caracteriza por la búsqueda de pareja y la procreación que para muchas mujeres se vuelve un tema relevante.

Henson plantea que un significativo número de mujeres llegan a experimentar diversas dificultades sexuales, por ejemplo, la disminución en frecuencia de la actividad coital y anorgasmia, ya sea por recibir el diagnóstico de cáncer o por los efectos de los tratamientos oncológicos. Entonces, la sexualidad se vuelve un tópico difícil de sobrellevar, debido a los cambios en la imagen corporal y las creencias disfuncionales sobre la reproducción en la mujer, lo cual entorpece el disfrute de las relaciones sexuales y la relación de pareja en general.

Gil y Costa (2005), encontraron que la deformidad física altera el establecimiento de relaciones íntimas, sobre todo en mujeres jóvenes sin parejas estables, o en aquellas que mantienen relaciones que ya eran conflictivas.

Además, evitan o se sienten evitadas en estas relaciones íntimas, y el creer que han dejado de ser sexualmente atractivas, trae como consecuencia que «no vuelvan a ser capaces de sentir ni dar placer, e incluso su capacidad de amar y ser amadas está mermada definitivamente».  Es por eso que la aparición de trastornos sexuales y los conflictos maritales se dan de manera regular.

De las mujeres mayores se piensa que, en el aspecto sexual, el impacto de la mastectomía pudiera ser «menor», dado que, en diversas ocasiones, las relaciones íntimas han disminuido o desaparecen, tal vez porque ya no tienen una pareja. Sin embargo, de acuerdo con un estudio realizado por Mandelblatt en 2003, se encontró que 15.1% mujeres de su muestra habían sido sexualmente activas antes de padecer cáncer, y posterior al diagnóstico reconocían un impacto negativo sobre sus intereses sexuales. La mayoría de las problemáticas sexuales relacionadas al cáncer, suelen tener un origen psicológico, puesto que la cirugía per se no debe producir alteraciones en el deseo sexual, ni reducir su capacidad para lubricar, tener sensaciones genitales placenteras o alcanzar un orgasmo. Más bien la depresión y la ansiedad que experimentan estas mujeres repercuten en su actividad sexual, así como también los efectos colaterales de la quimioterapia y hormonoterapia.  De aquí la importancia de trabajar estos aspectos, para mejorar las relaciones de pareja y para impedir la aparición de otros trastornos que afecten la calidad de vida de las pacientes.

El impacto del cáncer y sus tratamientos oncológicos, limitan la vida social, familiar y personal de las pacientes, de ahí la importancia de intervenir en estas problemáticas con el fin de lograr un reconocimiento de la nueva imagen corporal y, por ende, mejorar la calidad de vida las pacientes mastectomizadas y disminuir el sufrimiento emocional que presentan. Las intervenciones deben enfocarse en la modificación de uno o más aspectos de los componentes de la conducta humana (emociones, cogniciones y conductas).

Es muy importante conocer las vivencias, percepciones, actitudes y sentimientos que desarrolla una mujer ante el inesperado diagnóstico de cáncer de mama. Los pacientes atraviesan varias fases en el proceso de asumir que padecen una enfermedad y que deben aprender a vivir con ella. Algunos se sienten vulnerables, confundidos y preocupados por su salud y su futuro. Estos sentimientos forman parte del proceso de afrontamiento. En este proceso el apoyo familiar que recibe el paciente es un aspecto fundamental ya que la familia es la mayor fuente de apoyo social y personal que pueden disponer las personas.

Cáncer de mama y las emociones

El diagnóstico de un cáncer es un golpe tan importante que provoca cambios en todas las áreas de la vida, obligando a dejar el proyecto vital y a hacer cosas que no estaban planeadas, como ir a múltiples médicos, pruebas y tratamientos que colocan a la persona en una situación de incertidumbre, inseguridad y sensación de pérdida de control. El cáncer de mama, además, tiene un impacto en la propia identidad, el autoconcepto y la autoestima, por los cambios que genera en la imagen corporal, afectando además al rol femenino, social, maternal, sexual que ocasiona diferentes emociones y puede generar alteraciones en las relaciones sociales.

Todas las emociones que aparecen ante un diagnóstico de cáncer de mama se entienden como una reacción emocional adaptativa. Es decir, una reacción normal ante una situación anormal. Estas emociones intensas ayudan a asimilar el diagnóstico, a afrontar la situación y a darnos cuenta de qué cosas necesitamos.

De manera que las emociones son nuestras aliadas, ya que facilitan la toma conciencia de las necesidades, ayudan a movilizar energía para el afrontamiento y permiten comunicar a otros lo que necesitamos.

Ante el diagnóstico es normal sentir: confusión, angustia, evitación y sorprendente calma, tristeza sensación de que no es real, enfado.

Ante el tratamiento: ansiedad, dudas, indecisión, preocupación, apatía relacionada con el estado físico.

Al finalizar el tratamiento: desánimo, ansiedad, enfado, inseguridad por haber estado yendo a tantas citas médicas y que ahora no me tengan tan controlada, sensación de bajón físico por haber estado todo el periodo anterior en el esfuerzo y en la lucha activa, sensación de que se está peor ahora que durante el proceso médico.

Estas emociones son muy diferentes, pero entran todas dentro de lo normal, son esperables y lo habitual es que estén un periodo de tiempo y remitan después.

¿Qué puede ayudar durante el proceso médico?:

– Identificar las emociones, darse permiso para sentirlas y tratar de entender qué nos están trasmitiendo.

– Darnos permiso para comunicar esas emociones o pensamientos a quien yo elija y en el momento que yo elija.

– Centrarnos en el aquí y ahora, en la etapa en la que nos encontramos y en el objetivo inmediato.

– Continuar con los proyectos vitales y actividades gratificantes en la medida que nuestro estado físico lo permita.

– Participar de manera activa en el proceso médico, pedir el tipo de ayuda que necesitamos a los familiares, pedir al especialista la información que nos interesa e implicarnos en la toma de decisiones…

Uno de los factores que provocó que se incrementara el interés por los dilemas psicológicos relacionados con el Cáncer, fue la obra de la psiquiatra Elisabeth KüblerRoss, en 1960. La autora se enfrentó al impedimento que suponía comunicarse con los pacientes de Cáncer, sobre todo, en lo tocante acerca de su muerte próxima y retó al Personal Sanitario a que dejara de rehuir de estos pacientes y que atendieran sus inquietudes.

La especialidad de la Psicooncología se inició formalmente a mediados de 1970, cuando comenzaron a desaparecer las barreras que existían anteriormente para revelar el diagnóstico a los pacientes y se hizo posible hablar con ellos sobre el mismo.

Actualmente, el paciente posee el derecho de conocer la información apropiada sobre su patología. Las leyes que amparan el derecho del enfermo a la información en España son: La “Ley General de Sanidad” de 1986, modificada por la “Ley de Derechos de Información concernientes a la salud y la autonomía del paciente, y la documentación clínica” de 2002. En ellas se establece lo siguiente: “En cualquier intervención asistencial, los pacientes tienen derecho a conocer toda la información obtenida sobre la propia salud. No obstante, es necesario respetar la voluntad de una persona de no ser informada”.

Hoy en día, el Cáncer de mama es una enfermedad crónica y se sigue vinculando con la muerte y con el dolor. Por ello, la situación del diagnóstico conlleva un enorme impacto para el enfermo y para sus familiares. Además, lleva tiempo que el paciente acepte la realidad a la que se está enfrentando y se someta al tratamiento pertinente. Tal y como se ha mencionado, el Cáncer no afecta únicamente a la persona que ha sido diagnosticada, sino que también lo sufre todo su ambiente familiar, comunitario y laboral, indistintamente de cuál sea el tipo de Cáncer que se posea.

En el momento en el que un paciente es diagnosticado de esta enfermedad, por lo general, su primer pensamiento es el riesgo real e inminente de morir, idea que nunca antes se había imaginado. Posteriormente la mayoría de los pacientes se cuestiona qué han realizado incorrectamente o qué no realizaron, considerando que ellos mismos se produjeron la enfermedad. Esto se puede comprender como una necesidad de tener el dominio de la situación: Si la enfermedad fue creada por él mismo de manera involuntaria, también él mismo tendrá la capacidad de volver a la situación anterior.

A lo largo del curso de la enfermedad, la persona pasa por unas fases de duelo ineludibles.

Comprendiendo este duelo como una forma de adaptación ante una sucesión de pérdidas, no sólo relacionadas con la salud sino, además, referentes a la privación de la firmeza y la confianza, la privación de los hábitos y de lo cotidiano, la pérdida del papel que realizaba en el entorno familiar, profesional o comunitario y la pérdida del dominio de la situación, entre otras. Este duelo oncológico es un suceso común, saludable, inevitable y adaptativo. La autora Kübler-Ross estableció y definió las fases de este duelo. Éstas son las siguientes: “Negación, ira, pacto o negociación, depresión y aceptación”.

“Negación”. La persona no acepta ni reconoce como un suceso real el padecimiento de la enfermedad, por lo que atribuye el diagnóstico médico que obtiene a errores médicos o a algún tipo de equivocación.

“Ira”. Se define como una reacción de enfado, envidia, resentimiento y hostilidad que posee la persona por haber perdido la salud. Esta ira es dirigida hacia todo el entorno que el paciente percibe como sano o como culpable de la enfermedad, ya sea el Personal Sanitario, sus familiares, sus amistades, e incluso Dios. También puede estar dirigida hacia sí mismo, culpándose de haberse provocado la enfermedad. Pueden darse, además, conductas de riesgo autodestructivas.

“Pacto/negociación”. Se trata de una manera de afrontar la culpa. Puede entablarse de forma imaginaria o real y se realiza con aquéllos hacia los que la persona dirigió la ira anterior. El paciente ahora no percibe a estas personas como culpables, sino que piensa que están comprometidos con su recuperación, por lo que éste les hace promesas para alcanzar objetivos terapéuticos, de supervivencia o de desarrollo personal. La persona abandona cualquier conducta autodestructiva y comienza a comprometerse con su recuperación.

“Depresión”. La persona posee un inmenso vacío y dolor debido a la situación que está viviendo y adopta una actitud de claudicación ante la patología. En esta etapa el paciente puede abandonar el tratamiento y dejar de acudir a las citas médicas.

“Aceptación”. Se define como el reconocimiento de la enfermedad y de la situación de dolor y las limitaciones que la misma conlleva, sin buscar culpables ni adoptar una posición ni fracaso, sino asumiendo una actitud de lucha y supervivencia. Kübler-Ross señalaba que esta etapa no debe confundirse con la resignación ante la enfermedad ni con alcanzar un estado de felicidad.

Los objetivos no clínicos a conseguir en la lucha contra esta enfermedad, fueron descritos por Hamburg y Adams en 1967:

– Conservar el distrés dentro de los límites modificables.

– Mantener un estado aceptable de condición física.

– Recuperar y mejorar la condición física.

– Restablecer y mantener los vínculos importantes.

– Permanecer con un sentimiento de dignidad personal.

Desde el momento en el que un paciente es diagnosticado, se generan en él varias sensaciones nocivas y se desarrolla, además, un conjunto de percepciones negativas, que están ligadas a los conceptos de fallecimiento, deformación, inhabilitación, detención biográfica y, en definitiva, de temor. El temor mencionado es uno de los sentimientos que persiste generalmente a lo largo de todo el tratamiento y, además, incluso después de éste. Entre las reacciones que podemos observar en el paciente, se encuentran: en primer lugar, el shock inicial, en el cual el paciente no consigue comprender la etapa que está viviendo. En él, el paciente se muestra temeroso, inmovilizado, escéptico y desilusionado, entre otros muchos juicios y sensaciones. En segundo lugar, se encuentra la reacción de adaptación a corto plazo y en tercer lugar, la adaptación a las dificultades psicosociales que afronta el enfermo a largo plazo. Holland y Rowland en el año 1989, proponen las siete “D”. Con esto se refieren a los siete temores del paciente diagnosticado de cancer de mama, que suelen suelen ser universales:

“DEATH (muerte)”

“DEPENDENCY (dependencia)”

“DISFIGUREMENT (deformidad)”

“DISABILITY (incapacidad)”

“DISRUPTION of interpersonal relationships (alteración de las relaciones interpersonales)”

“DISCOMFORT (dolor)”

“DISENGAGEMENT (Desvinculación del entorno)”

La primera “D” compete al fallecimiento (“death”); este sería el primer miedo que surge en el paciente tras el mensaje del diagnóstico. Posteriormente, se genera el temor a depender de los demás, de todo el conjunto de personas próximas a él (pareja, familiares, compañeros, personal sanitario) y a no ser capaz de valerse por sí mismo (“dependency”). La preocupación por la deformación, por la desproporción del cuerpo o de una parte del mismo (“disfigurement”), surge como resultado del propio Cáncer o de los procedimientos quirúrgicos aplicados al paciente, en multitud de ocasiones con desenlaces traumáticos (por ejemplo, una amputación), o como resultado del uso de medicación, como es el caso de la quimioterapia. Además, aparece el temor a la interferencia de la enfermedad en varias necesidades psico-fisiológicas humanas, como por ejemplo la sexualidad.

El temor a la incapacidad (“disability”) tiene relación con la interferencia que el Cáncer genera en el progreso de las actividades cotidianas del paciente, en las áreas familiar, social o profesional. La alteración en los vínculos interpersonales (“disruption of interpersonal relationships”) es un resultado más de la patología y, además, es algo que continuamente le inquieta. Finalmente, se encuentra el temor al dolor y al sufrimiento físico (“discomfort”). Holland y Rowland  agregan más tarde una última “D”, la de la separación del entorno (“disengagement”).

Los factores que determinan la respuesta psicológica frente al cáncer de mama son los mismos que en todos los canceres:

1- Vinculados con la patología:  El tipo de cáncer, su ubicación, el estadio o fase, manifestaciones clínicas, pronóstico. Tratamiento médico fijado (cirugía, radioterapia, quimioterapia) y efectos secundarios (inmediatos y tardíos).

2- Vinculados con el paciente:

– Factores intrapersonales: Carácter, mecanismos de afrontamiento (establecen el nivel de lucha contra la patología), madurez emocional al conocer el diagnóstico y creencias religiosas acerca de la muerte y la trascendencia (ya que éstas últimas matizan las distintas actitudes con las que los pacientes se enfrentan al Cáncer).

– Factores interpersonales: Pareja, familiares y amigos (ayuda social o comunitaria). Tales factores tienen una elevada importancia, ya que ayudan al paciente a afrontar la vivencia de ansiedad que supone la enfermedad.

3- Vinculados con el entorno social o comunitario:

4- -Comunicado del diagnóstico en contraposición a la ocultación y misterio anterior.

5- -Conocimiento de las posibilidades terapéuticas y del pronóstico y colaboración de sus familiares en la toma de decisiones.

6- Pensamientos populares acerca de la enfermedad.

A lo largo de la enfermedad el paciente desarrolla una serie de fases y respuestas psicológicas para afrontar el estrés, que surgen de la experiencia de la enfermedad. Dichas etapas son:

Prediagnóstico: En esta etapa, al enfermo se le realizan diferentes pruebas diagnósticas, que en numerosas ocasiones desatan sensaciones de inquietud y preocupación y pueden crear, además, respuestas desadaptativas en él, tales como: hipervigilancia, preocupación excesiva, hipocondría y trastornos del sueño.

Diagnóstico: En esta etapa se genera, en numerosas situaciones, un elevado choque emocional y, como resultado, surgen diferentes reacciones no adaptativas como la negación, el rechazo fatalista, la depresión o la hostilidad.

Tratamiento: A lo largo de esta etapa es frecuente la existencia de diversos miedos en los pacientes, con matices en relación al tratamiento empleado. Dichos temores son el miedo a la intervención quirúrgica, a la posibilidad de que se produzca una modificación en su imagen corporal y el temor a los efectos secundarios producidos por la quimioterapia, como las náuseas o la alopecia (caída del cabello), que predisponen a que el enfermo pueda sufrir diferentes síntomas psicopatológicos, tales como reacciones de angustia, cuadros de depresión o reacciones de rechazo al tratamiento.

Postratamiento: En esta etapa, el enfermo puede manifestar sus miedos ante una posible recidiva de la patología y mostrarlos a través de una elevada autoobservación o poniendo en marcha actitudes o expectativas con una inmensa carga de angustia o depresión.

Recidiva: La existencia de nuevos síntomas, que alertan de que la enfermedad se ha reanudado, desata una nueva etapa de adaptación del enfermo, con la existencia de las fases de incredulidad o negación al principio, de rabia y hostilidad posteriormente y, finalmente, de angustia o depresión. La principal característica de esta etapa es que el enfermo soporta mayores dificultades para afrontar otra vez la vivencia de la enfermedad y, debido a ello, las posibilidades de que fracasen los mecanismos adaptativos son mayores, de manera que el paciente puede sufrir cuadros depresivos o de ansiedad.

Progresión: En el momento en el que la patología evoluciona, el enfermo suele buscar nueva información, confirmar el diagnóstico con otros expertos e incluso recurrir a tratamientos diferentes. La depresión es habitual en esta etapa.

Terminal-paliativa: El enfermo entiende que la enfermedad es irreversible. En algunos, se genera una reacción de duelo personal. El paciente manifiesta miedo al dolor y al aislamiento del resto e incluso anticipa su propio fallecimiento.

 

Los aspectos psico-oncologicos y sociales han sido también ampliamente documentados.

La AECC (Asociación Española Contra el Cáncer) creó en 1987 un programa de atención biopsicosocial, “Mucho x vivir”, orientado a cubrir las demandas de atención psíquicas, sociales y físicas (“linfedema”) de las mujeres operadas de Cáncer de mama. Actualmente, 12.000 usuarias al año se benefician de este proyecto, que se realiza en 49 lugares de España, con la colaboración de más de 100 profesionales.

Las consecuencias físicas, psíquicas y sociales que se generan a partir del diagnóstico y el tratamiento del Cáncer de mama, nos obligan a tratar la enfermedad desde una visión integral y multidisciplinar, atendiendo sus necesidades no sólo en el instante del diagnóstico o durante los tratamientos, sino también tras los mismos, cuando las pacientes deben recuperar su actividad cotidiana. Debe ser una atención HOLÍSTICA.

Es posible distinguir tres grandes categorías de problemas derivados del ajuste psicosocial de la paciente con cáncer de mama:

– En primer lugar, el malestar emocional, que habitualmente conlleva a problemas de ansiedad y depresión.  Se producen, sobre todo, después de las cirugías. A estos trastornos también pueden unirse problemas de autoestima femenina e imagen corporal cuando el tratamiento es la mastectomía (amputación completa de la mama), además de fobias y preocupación ante la posibilidad de que la enfermedad vuelva a afectarle.

– En segundo lugar, encontramos los problemas de ajuste social, fundamentalmente en las relaciones familiares y de pareja. Existen numerosos factores sociales derivados de la enfermedad, tales como: aislamiento, falta de recursos económicos, falta de trabajo, problemas en la vivienda, etc.

– Por último, destacar el “linfedema”, que normalmente va acompañado de otros signos como falta de fuerza en el brazo, dificultades en el movimiento, dolor o falta de sensibilidad. Esto dificulta la recuperación de las pacientes, así como su calidad de vida. Existen algunos estudios que evidencian que las pacientes que poseen linfedema como secuela de su enfermedad, sufren cambios funcionales importantes: morbilidad psíquica, mala adaptación al proceso de enfermedad, dificultades en su familia, falta de autoestima y aislamiento social.

El programa “Mucho x Vivir”, de la AECC  se ha trazado los siguientes objetivos:

– Aumentar la calidad de vida de las pacientes con diagnóstico de Cáncer de mama.

– Reducir los problemas emocionales debidos al proceso patológico y/o al tratamiento y, además, ayudar a las pacientes a recuperar los grados de funcionamiento personal, psicológico, social y familiar, que poseían antes de la enfermedad.

– Fomentar la ayuda social e integrar a la paciente en su entorno.

– Retomar la movilidad del miembro afectado por la operación quirúrgica, minimizando el avance del linfedema.

– Comenzar a usar estrategias de afrontamiento.

– Ayudar a la paciente a encontrar ayudas sociales, públicas y privadas.

– Fomentar el asociacionismo, la autoayuda y la implicación.

Según Fawzy y Greenberg, el hecho de padecer Cáncer de mama es un suceso estresante que amenaza a las pacientes en diferentes áreas. Les afecta en sus actividades de la vida cotidiana, en la privación del sentido de la vida y les genera reacciones emocionales negativas.

Los estados emocionales afectan a la salud de forma directa, en el funcionamiento fisiológico, la detección de los síntomas, la búsqueda de una atención médica adecuada y además, en la realización de hábitos beneficiosos para la salud y no saludables y en la detección y acogida de ayuda social. En el momento en el que una persona se encuentra con un estado anímico negativo, ésta se vuelve más propensa a sufrir patologías infecciosas, se incrementa la detección y comunicación de síntomas y se disminuye la búsqueda de las consultas médicas adecuadas. Por todo ello, se puede deducir que los pensamientos negativos y el estado de ánimo depresivo, se pueden relacionar con un incremento del efecto negativo del estrés sobre la salud. De todo lo anterior se deduce que, si una paciente visualiza el hecho de poseer un Cáncer de forma negativa y posee pensamientos negativos, hará que la vivencia de la enfermedad resulte estresante.

Por otra parte han quedado probados los resultados de algunos estudios acerca de la efectividad de las Intervenciones Psicosociales en los pacientes de cáncer de mama:

– Una notable disminución de los niveles de estrés y depresión

– Una menor indefensión y fatalismo; mayor sentido de control y espíritu de lucha.

– Un mayor uso de habilidades de afrontamiento adecuadas.

– Un incremento de la autoestima y una mejora de la estética corporal.

– Una mejora de la calidad de vida.

– Un aumento de la adherencia al tratamiento.

 

Psicología del cáncer de mama

Es muy importante el apoyo social, tanto de los amigos como de la familia, y que estas personas estén atentas a sus necesidades en cada momento: unas necesidades que pueden ser cambiantes. Un día puede querer que la acompañen al médico, o que cuiden de los hijos o los nietos mientras usted está fuera. En otros momentos quizás quiera que la dejen sola. Tómese la libertad de pedirlo cuando lo necesite. No significa que rechace la compañía de los demás; es que estar un rato a solas es la mejor ayuda que puede tener en este momento.

A veces también hay que hacer frente a miradas curiosas, preguntas indiscretas o que sólo pretenden satisfacer una curiosidad morbosa. Es usted quien decide qué explica y a quién, y tiene derecho a dar la información que quiera a quien quiera.

La vida sexual también se ve afectada, porque muchas mujeres con cáncer de mama rechazan el contacto físico. El sexo no debe convertirse en otra preocupación; más bien debería ser una manera de que usted y su pareja se ayuden mutuamente cuando ambos lo quieran. Es fundamental la comunicación sincera, y confiar en un profesional de la sexología si se cree conveniente.

Si el cáncer avanza y los médicos ven que la curación no es posible, no significa que ya no haya nada que hacer. Se la podrá acompañar a usted y a su familia e intentar destinar el tiempo restante a hacer aquellas cosas que quiera: cerrar temas económicos o familiares, visitar lugares o personas, dejar un legado para los hijos o nietos, etc. Muchas personas se quedan más tranquilas si han podido hacer un trabajo de repaso vital que les permita concluir que su vida ha tenido un sentido. También se puede preparar el duelo a nivel personal o familiar.

El tratamiento paliativo se orienta a controlar los síntomas físicos y psicológicos (dolor, angustia, etc) y a garantizar que la intervención terapéutica se hace preservando la comunicación entre profesionales, paciente y familia, y garantizando la dignidad de la persona a la hora de tomar decisiones. Se trata de una intervención multidisciplinar con profesionales que trabajan coordinadamente: médicos, enfermeras, psicólogos, trabajadores sociales, etc.

El cáncer de mama es el que tiene más atención social y mediática, debido a la presión de las mujeres para aumentar su conocimiento e investigación. Se han creado muchos grupos de ayuda mutua y colectivos de mujeres afectadas que la pueden ayudar. Una cosa tan sencilla como intercambiar experiencias puede ser más útil de lo que parece para no sentirse sola al pasar por esta situación. También puede contar con la ayuda de profesionales de la Psicología si lo necesita.

El cáncer puede conceptualizarse como un evento traumático, ya que se presenta una serie compleja de estresores y reacciones psicológicas que pueden irse acumulando. Todo esto derivado del diagnóstico y tratamiento del cáncer. Por lo cual esta experiencia puede verse como un conjunto de traumas discretos que pueden generarse en cada una de las etapas del proceso de enfermedad (Green, Epstein, Krupnick & Rowland, 1997). Menhert y Koch (2007), evaluaron la sintomatología de estrés agudo (TEA) y postraumático en una muestra de pacientes con cáncer de mama o de sospecha de malignidad. Evaluaron tras la cirugía, donde encontraron un porcentaje de prevalencia de TEPT del 18.5% y seis meses después una prevalencia de 16.3% de TEPT. Además, informaron que las mujeres con diagnóstico de TEPT relacionado con el cáncer o TEA tenían más probabilidades de tener un trastorno comórbido.

Los problemas físicos asociados al cáncer pueden ser interpretados como fuente de estrés (Constanzo et al., 2007). Silva y Dos Santos (2010), encontraron en su investigación con mujeres con cáncer de mama, que los principales factores estresantes eran: La alteración de su cuerpo debido a los diversos tratamientos, la recurrencia de pensamientos y sentimientos experimentados en relación a su condición de salud, los conflictos que se generaron en sus áreas familiares y sociales, así como el aspecto laboral, debido a las alteraciones experimentadas en su capacidad productiva en esta área.

La depresión es uno de los trastornos psiquiátricos que más se asocian con el cáncer (Cano, 2005; Mate, Hollenstein & Gil, 2004) . Además, existe evidencia de que la depresión produce cambios en el sistema inmunológico y endócrino (Tobón & Vinaccia, 2003). Según el estudio de Ornelas-Mejorada & Sánchez-Sosa (2011) en pacientes con cáncer de mama que estaban recibiendo radioterapia, las pacientes deprimidas tenían más efectos secundarios como resequedad de boca, irritación en la piel, y dolor en la zona radiada.

El mejor indicador de cómo sobrellevará una mujer el cáncer de mama será su modo de afrontar la situaciones traumáticas (Haber, 2000) . Ya que como lo menciona Fawzy et al., (1993) , el afrontamiento activo ante una enfermedad de gravedad está asociado a la reducción de la tensión asociada a dicha patología. Respecto al afrontamiento al cáncer, Greer, Morris y Pettingale (1979) identificaron cinco tipos de ajuste al cáncer: Espíritu de Lucha, Evitación Cognitiva, Fatalismo, Desamparo/desesperanza y Preocupación Ansiosa. Estos los definen como las respuestas cognitivas y conductuales que lleva a cabo un sujeto ante su diagnóstico de cáncer.

El pronóstico a largo plazo para las pacientes con cáncer de mama ha mejorado significativamente en las últimas décadas, en particular para las diagnosticadas de forma precoz. No cabe duda de la necesidad de seguir investigando para mejorar nuestro conocimiento y disponer de nuevas herramientas diagnósticas y opciones terapéuticas. No obstante, para conseguir mejorar más aún los resultados del Plan Nacional Oncológico de Salud, es necesario conocer mejor las experiencias desde la perspectiva de las pacientes.

El incremento de la supervivencia también conlleva un aumento de la incidencia de segundos tumores y recidivas, posibles efectos tardíos derivados de los tratamientos, así como secuelas físicas y psicosociales. Esta realidad plantea la necesidad de desarrollar nuevas estrategias terapéuticas y planes de asistencia para el grupo de mujeres en la etapa de «larga supervivencia», también denominada «supervivencia a largo plazo» (más de 5 años tras el diagnóstico).

Parece oportuno clarificar el significado de superviviente de cáncer. Para algunos autores, es aquella persona que lleva libre de tratamiento y de enfermedad un periodo mínimo de un año. Para otros, como es el caso en este artículo, es la que ha sobrevivido durante 5 años o más tras el diagnóstico y que, a pesar de estar libre de enfermedad, puede padecer secuelas físicas, psicológicas y sociales debido al cáncer o a los efectos secundarios derivados del tratamiento8.

Por lo tanto, las mujeres que en su día fueron diagnosticadas de cáncer de mama pueden tener necesidades durante esta etapa de larga supervivencia, aunque parece que no siempre los sistemas sanitarios cubren estas necesidades. En USA, los profesionales, centrados principalmente en el control de los síntomas físicos, tienden a ignorar las necesidades psicosociales de quienes han sobrevivido a un cáncer, prestando mayor atención a aquellos diagnosticados por primera vez o los que sufren una recidiva de la enfermedad.

En el contexto español la situación es similar. A pesar de la calidad y eficiencia del sistema sanitario español en la asistencia oncológica, se requieren mejoras como el desarrollo de un modelo de asistencia dirigido al grupo, cada vez mayor, de pacientes en la fase de larga supervivencia. El enfoque actual se basa en la detección de una recidiva y el tratamiento de los efectos secundarios de las terapias oncológicas. Sin embargo, no se conoce un modelo para el manejo integral de las secuelas que puedan presentar-

 

Impacto del cáncer de mama en la etapa de larga supervivencia

En un intento de evidenciar el impacto psicosocial del cáncer de mama en la etapa de larga supervivencia, los resultados de esta revisión se agrupan en tres áreas: física, psicológica y social.

Área física

Muchas supervivientes han de adaptarse a las secuelas físicas derivadas de los tratamientos oncológicos como mastectomía, cicatrices, linfedema, tratamientos hormonales, quimioterapia, radioterapia o trasplante de médula ósea. A pesar de que muchas mujeres hacen frente satisfactoriamente a la experiencia de los tratamientos, otras pueden sentirse emocionalmente afectadas debido a cambios en su imagen corporal y su feminidad.

En un estudio comparativo llevado a cabo con una muestra de 202 participantes en la que se incluía un grupo de mujeres con lesión benigna y otro de supervivientes de cáncer de mama, se evaluó la existencia de diferencias en la calidad de vida y la imagen corporal según diagnóstico, edad y tipo de cirugía. Concluyó que el grupo de mujeres con lesión benigna mostraba una percepción favorable de su imagen corporal en contraste con el grupo de supervivientes. Por otro lado, la cirugía conservadora y la mastectomía radical con reconstrucción mamaria mejoraban la calidad de vida en las pacientes jóvenes, sin encontrar diferencias significativas en las mujeres mayores. Por el contrario, otro estudio comparativo entre supervivientes tratadas por un cáncer de mama en estadio II o III y mujeres de la población general sobre la percepción de la imagen corporal reveló que existían diferencias poco significativas entre ambos grupos. Sin embargo, una investigación que comparó el impacto psicológico en supervivientes con mastectomía, cirugía conservadora y reconstrucción mamaria, reveló diferencias significativas en la calidad de vida de las supervivientes relacionadas con el tipo de tratamiento quirúrgico realizado. La imagen corporal era más favorable en caso de cirugía reparadora, mientras que las mujeres con mastectomía experimentaban un mayor estrés psicológico.

A pesar de los avances de la cirugía en enfermedad mamaria, estos resultados sugieren que las mujeres supervivientes a las que se les ha realizado una mastectomía, especialmente las jóvenes, pueden tener peor calidad de vida, ya que pueden sentirse emocionalmente afectadas por los cambios en su imagen corporal y feminidad. La pérdida de uno o ambos pechos puede hacer que se sientan menos atractivas, e incluso que experimenten baja autoestima, a lo que se puede añadir una de las complicaciones de la cirugía más frecuentes y limitantes, como es el linfedema.

Algunas complicaciones adicionales y secundarias a los tratamientos oncológicos son los problemas relacionados con una menopausia anticipada, como la esterilidad, anovulación, amenorrea, atrofia vaginal y sofocos, efectos que incluso pueden ser más severos que en otras mujeres menopáusicas. También se pueden presentar problemas en la vida sexual. Por otro lado, los efectos tardíos de la terapia adyuvante pueden conllevar la anovulación prematura, causa de infertilidad. La cuestión del embarazo es un área de especial preocupación para las supervivientes jóvenes, ya que la pérdida de potencial reproductivo puede afectar a su calidad de vida.

Área psicológica

La experiencia de supervivencia conlleva una aceptación de que el cáncer es una enfermedad crónica y la inquietud por una posible recaída. Precisamente, las preocupaciones psicológicas más frecuentes toman la forma de miedo a la recidiva, incertidumbre respecto al futuro, ansiedad o preocupación persistente de amenaza de reaparición de la enfermedad. Cualquier sensación física nueva tiene el potencial de generar elevados niveles de angustia y de temor relacionados con la posibilidad de una recaída de la enfermedad. Esta hipersensibilidad puede conducir a un estado de hipervigilancia, que suele disiparse gradualmente a medida que pasa el tiempo.

Junto al miedo a una recidiva, muchas supervivientes experimentan una sensación de vulnerabilidad. Las secuelas físicas y psicológicas pueden permanecer tiempo después de haber finalizado los tratamientos, como revela una investigación en la que se entrevistó a supervivientes de cáncer de mama 20 años después de finalizar la quimioterapia. La evidencia muestra que, aunque libres de enfermedad, algunas mujeres experimentan miedo a la recidiva, que persiste hasta muchos años después de los tratamientos y síntomas postraumáticos y estrés emocional.

Área social

El diagnóstico de cáncer y los continuos tratamientos también tienen un impacto en la vida familiar de las supervivientes. La familia, y en concreto la relación de pareja, es un apoyo indescriptible en toda la trayectoria de la enfermedad. Sin embargo, pueden aparecer tensiones en la fase de postratamiento. En ocasiones, la relación de pareja no puede resistir los cambios provocados por el proceso de cáncer. El impacto de la enfermedad afecta profundamente a la unidad familiar, ya que el diagnóstico crea cambios emocionales en todos los miembros de la familia e interrumpe roles y estilos de vida. Además, puede añadirse la preocupación de las mujeres a que sus hijas, por herencia genética, puedan tener mayor riesgo de presentar un cáncer de mama.

En el área laboral, las mujeres pueden también experimentar cambios. La reincorporación laboral puede verse alterada, identificándose mayores tasas de desempleo entre supervivientes de cáncer. Se han observado también problemas de discriminación laboral como despidos injustificados, ser transferido a trabajos menos deseables o limitación de responsabilidades laborales, aspectos que llevan a que las supervivientes se retiren anticipadamente del mundo laboral por sentirse infravaloradas. Esta situación conlleva una pérdida económica y repercusiones personales y familiares, sin olvidar los efectos psicológicos en cuanto que el trabajo significa una fuente de autoestima. Por otro lado, la pérdida del estilo de vida previo puede traer consigo un alejamiento de la vida social, con el consiguiente aislamiento social. Los estudios revisados muestran que el impacto psicológico que las mujeres experimentan como resultado del diagnóstico y tratamiento del cáncer de mama no es efímero.

En la actualidad, los planes de cuidados se reducen, en la mayoría de los casos, a la detección de una recidiva y al tratamiento de los efectos adversos agudos producidos por las terapias. Por ello, resulta prioritario desarrollar un seguimiento más exhaustivo que valore, además de los efectos físicos, la posible afectación psicosocial. El diseño e implantación de un plan de cuidados específico para las supervivientes de cáncer es necesario en el contexto sanitario español, como ya sucede en otros países como Estados Unidos o Reino Unido. Además del actual seguimiento médico, dirigido principalmente a la detección temprana de recidivas, se plantea la necesidad de implantar un enfoque de asistencia multidisciplinaria que incluya la valoración del impacto psicosocial de la enfermedad, así como el seguimiento y control de las secuelas físicas y de los efectos tardíos potenciales de los tratamientos.

La siguiente propuesta de un plan de cuidados para supervivientes de cáncer de mama responde a la necesidad de promocionar la salud de estas mujeres. Esta propuesta tendría como objetivo mejorar sus condiciones de salud a través de acciones de promoción, prevención, detección, tratamiento y seguimiento de los principales problemas que afectan a las supervivientes. En función de los problemas más comunes identificados en la literatura médica y al intercambio con especialistas que trabajan en este ámbito, se propone un plan de cuidados que comprende 5 áreas de intervención:

– Tratamiento y seguimiento de posibles efectos tardíos derivados de los tratamientos con quimioterapia y radioterapia (infertilidad, enfermedad pulmonar, cataratas, osteoporosis, hepatopatías, cardiopatías).

– Detección precoz de recidivas a través de pruebas analíticas y mamografías periódicas.

– Educación para la salud para aumentar los conocimientos sobre los efectos tardíos, y habilidades y destrezas para manejar posibles secuelas y adoptar estilos de vida saludables (prevención del linfedema, asesoramiento nutricional y de actividad física, consejo sanitario para cesación del hábito tabáquico).

– Manejo de la ansiedad y depresión. Se podrían programar sesiones individuales y talleres en grupo con los supervivientes según edad y diagnóstico, así como sesiones informativas sobre la identificación de signos y síntomas de una recidiva. También podrían realizarse talleres sobre autoestima para aquellas mujeres con una percepción pobre de su imagen corporal (por mastectomía u otros tratamientos), con el objetivo de prevenir trastornos psiquiátricos severos como la depresión o la ansiedad

– Cuidado familiar. Se valorará a la familia de la superviviente para, si es necesario, trabajar con el grupo familiar. Además, se recogerán datos sobre la aparición de cáncer de mama en la historia familiar para identificar el riesgo de cáncer de mama hereditario.

El Inicio de las terapias complementarias para el cáncer de mamá

Hagamos del año 2025 el comienzo de las terapias tradicionales complementarias para cáncer de mama

Los beneficios relacionados con el yoga oncológico en los pacientes de cáncer de mama son múltiples:

– Reduce el estrés y alivia los síntomas de depresión y ansiedad: Las investigaciones demuestran que practicar yoga puede reducir los niveles de la hormona del estrés del cuerpo, el cortisol. En la medida que estira los músculos, atrae más oxígeno y flujo de sangre a diferentes áreas del cuerpo y ayuda a reducir los niveles de cortisol. Los estudios han demostrado que los niveles altos de cortisol están relacionados con tasas de supervivencia más bajas en mujeres con cáncer de mama. El estrés también puede empeorar los efectos secundarios del tratamiento. El yoga puede ayudar a reducir el estrés, la ansiedad y la depresión, así como el miedo, llevando a una sensación de relajación con la meditación final.

– Combate la fatiga y aumenta los niveles de energía. La fatiga es un efecto secundario común del tratamiento del cáncer y afecta tremendamente al estado de ánimo. Practicar yoga puede ayudar a los sobrevivientes de cáncer a sentirse con más energía. De hecho, un estudio demostró que la fatiga era un 57% menor en los sobrevivientes que hacían yoga en comparación con los que no lo hacían.

– Mejora la función del sistema inmunológico: El tratamiento contra el cáncer puede debilitar el sistema inmunológico, haciendo que las personas sean más propensas a las infecciones. Practicar yoga puede mejorar el sistema inmunológico porque mantiene la linfa en movimiento a través del cuerpo. La linfa es un líquido transparente que contiene glóbulos blancos. Si se está recibiendo quimioterapia o radiación y la energía es baja es importante mantener la linfa en movimiento para que las células cancerosas sigan circulando muertas por el cuerpo. Esto ayudará al cuerpo a desintoxicarse y a mantener una función óptima del sistema inmunitario. Las posturas o asanas, ayudan a mejorar la movilidad de los brazos y trabajan el sistema linfático de una forma suave y efectiva. Esto mejora la circulación linfática y puede controlar el linfedema (Inflamación de Extremidad Superior) que es una de las complicaciones más severas tras la cirugía del cáncer de mama ya que está en relación con la extirpación de los ganglios linfáticos de la axila.

– Mejora la postura: Para las sobrevivientes de cáncer de mama que se están recuperando de una cirugía, el yoga puede ayudar a contrarrestar los problemas posturales, como encorvarse o tensar la parte superior del cuerpo. En yoga todo es trabajo de columna vertebral, y los pacientes pueden ver como mejora su postura y se reducen los dolores de espalda.

– Alivia el dolor: El ejercicio, sin importar cuán difícil o simple sea, libera endorfinas o sustancias químicas para sentirse bien. Las endorfinas están ligadas a nuestros receptores del dolor, que son como interruptores de encendido y apagado en el cuerpo. Es decir que, si llenamos el cuerpo con endorfinas, podemos reducir considerablemente el dolor. Algunos estudios sugieren que el yoga puede ayudar a aliviar el dolor, especialmente en pacientes con cáncer de mama.

– Mejora la flexibilidad y el equilibrio: Mantener el equilibrio puede ser una lucha para muchos sobrevivientes de cáncer, pero practicar yoga puede ayudar. Además, aumentar el equilibrio, disminuye el riesgo de caídas. Moverse lentamente a través de los movimientos de yoga, ayuda a desarrollar la fuerza central y a aumentar la coordinación y la flexibilidad.

– Mejora el sueño: El tratamiento contra el cáncer puede alterar los patrones de sueño, y ese factor puede empeorar otros síntomas. Diversos estudios han demostrado que entre el 30% y el 90% de los sobrevivientes de cáncer tienen una mala calidad del sueño después del tratamiento. La relajación y la meditación pueden ayudar a mejorar la calidad del sueño y promover un mejor descanso. El yoga puede aumentar la duración del sueño y brindar un sueño de mejor calidad. Esto mejorará la calidad de vida en general, favorecerá la función diaria y aumentará la respuesta del sistema inmunológico.

– Puede ayudar a retrasar la progresión del cáncer: El cáncer es una división descontrolada de células anormales que se propaga por el cuerpo. La tumorgénesis, o progresión del cáncer, es la replicación constante de células anormales para crear un tumor. La hipoxia, o falta de oxígeno, favorece la invasión y las metástasis a distancia del tumor primario. El yoga puede ayudar a mantener a raya los tumores al aumentar la cantidad de oxígeno que llega a cualquier parte en el cuerpo. El ejercicio aumenta también el flujo de sangre en la zona en la que residen los tumores, lo cual es importante porque los tumores con poco o ningún flujo de sangre, pueden volverse más agresivos y resistentes al tratamiento.

– Mejora del estado físico: El tratamiento contra el cáncer puede causar fatiga, debilidad y disminución de la movilidad, y con la práctica del yoga se puede mejorar la función física y aumentar la flexibilidad y la fuerza.

– Fortalece los huesos, los músculos y el sistema cardiovascular:  Con los tratamientos para curar el cáncer se debilitan los tejidos celulares y hay riesgo de osteoporosis y alteraciones del ritmo cardiaco que con la práctica del yoga se pueden prevenir y mejorar.

– Ayuda a aumentar el bienestar: Con los tratamientos oncológicos, las personas se sienten tristes, perdidas y con muy baja autoestima. Una práctica regular de clases de yoga con otras personas con cáncer ayuda a evitarlo.

– Alivia la fatiga relacionada con el tratamiento de cáncer: La quimioterapia y radioterapia producen un cansancio y agotamiento que puede mejorar con la práctica de una clase suave de yoga yin o restaurativo.

– Ayuda a romper el ciclo de pensamientos negativos y a olvidarse de las cosas para controlar el presente.

Cada vez hay más estudios aleatorizados y controlados que respaldan el yoga para mejorar la calidad de vida, el sueño y el estado de ánimo de los pacientes con cáncer (Carlson y Bultz, 2008). La Sociedad de Oncología Integrativa publicó unas directrices sobre la seguridad y la eficacia de las terapias complementarias para las mujeres con cáncer de mama. Otorgó al yoga la máxima calificación por la solidez de la evidencia para mejorar el estado de ánimo en mujeres que se someten a radioterapia o quimioterapia, así como para mejorar la fatiga (Greenlee et al., 2014). En un estudio aleatorizado y controlado, una intervención de yoga dirigida produjo mejoras significativas en la fatiga y el vigor entre las supervivientes de cáncer de mama con síntomas de fatiga persistente (Bower et al., 2011). Los estudios realizados por el Programa de Medicina Integrativa del Centro Oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas en Houston, Texas, descubrieron que el yoga es beneficioso para mejorar los resultados del sueño, disminuir los efectos secundarios del tratamiento del cáncer, mejorar los aspectos de funcionamiento físico de la calidad de vida y ayudar a los pacientes a encontrar el significado de la experiencia de la enfermedad a medida que hacen la transición hacia la supervivencia del cáncer (Chaoul, Taniguchi y Cohen, 2015).

El cáncer de mama es el cáncer más común entre las mujeres de todo el mundo. Aunque está aumentando el número de pacientes que sobreviven el cáncer de mama, éstas a menudo sufren problemas psicológicos o físicos. Se quiso determinar si el yoga puede mejorar la calidad de vida, la salud mental y los síntomas relacionados con el cáncer en las pacientes con un diagnóstico de cáncer de mama. Se incluyeron todas las formas de yoga, pero se excluyeron las intervenciones como la reducción del estrés basada en la atención plena. Se encontraron 24 estudios con 2166 mujeres. La evidencia se actualizó hasta enero de 2016. Se encontró que las mujeres de 11 estudios habían completado la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia; las mujeres de tres estudios estaban recibiendo quimioterapia y las mujeres de cinco estudios estaban recibiendo radioterapia. Las pacientes de los cinco estudios restantes eran sometidas a algún tratamiento o no recibían ninguno. Los estudios usaron diversos cuestionarios para evaluar la calidad de vida, la depresión, la fatiga y los trastornos del sueño.

Se halló que el yoga fue más efectivo que ningún tratamiento para mejorar la calidad de vida y reducir la fatiga y los trastornos del sueño. También se halló que el yoga fue mejor para reducir la depresión, la ansiedad y la fatiga en las pacientes en comparación con las intervenciones psicosociales o educativas, como el asesoramiento psicológico. Se tiene seguridad de que estos resultados observados son verdaderos. Los resultados indican que las pacientes con diagnóstico de cáncer de mama pueden usar el yoga como terapia de apoyo para mejorar la calidad de vida y la salud mental, además de los tratamientos habituales para el cáncer.

En la reunión anual de 2003 de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO), se informaron los resultados de un estudio del yoga en 126 mujeres recientemente diagnosticadas con cáncer de mama en estadíos I o II. Las mujeres estaban por recibir quimioterapia o terapia hormonal. Algunas fueron asignadas a clases de yoga durante un período de tres meses. Las mujeres que asistieron a las clases de yoga presentaron una mejoría del 12 % respecto de la fatiga, el funcionamiento físico y la calidad de vida en comparación con las del grupo de control.

En 2006, se realizó un estudio sobre el yoga en el MD Anderson Cancer Center de la Universidad de Texas, con 61 mujeres que estaban recibiendo 6 semanas de tratamiento de radiación para el cáncer de mama. La mitad de las mujeres lo practicaba dos veces por semana, mientras que el resto de las mujeres no lo hacían. Las mujeres que practicaron yoga dijeron tener más energía, menos sueño, un mejor funcionamiento físico y una mejor calidad de vida en general.

En 2017, una revisión Cochrane analizó si el yoga podía mejorar la calidad de vida de las personas con cáncer de mama. Se incluyeron 24 estudios. La mayoría de los estudios eran pequeños, por lo que los resultados deben usarse con precaución. Se descubrió que el yoga puede ayudar con el sueño, el cansancio, la ansiedad y la depresión. En marzo de 2010 se publicó una revisión de estudios sobre el yoga para pacientes con cáncer, que incluía 10 ensayos. Se descubrió que el yoga podía ayudar a reducir la ansiedad, la depresión, el cansancio (fatiga) y el estrés en algunos pacientes, y mejoraba la calidad del sueño, el estado de ánimo y el bienestar espiritual de algunas personas.

Las mujeres con cáncer de mama se someten a tratamiento con diversas modalidades, como cirugía, quimioterapia y radioterapia convencional o con protonterapia. Entre estos, el tratamiento más prolongado es la quimioterapia, ya que se administra cada 21 días en seis a ocho ciclos. Mientras pasan por los ciclos de quimioterapia, las pacientes con cáncer de mama experimentan muchos efectos secundarios, como náuseas, vómitos, debilidad, anemia, fatiga y alopecia. La cirugía de mama, como la mastectomía y la alopecia secundaria a la quimioterapia, alteran la imagen corporal de las mujeres, lo que genera angustia psicológica. Estos efectos secundarios y el estrés psicológico afectan negativamente los mecanismos de afrontamiento de las pacientes con cáncer de mama y disminuyen su calidad de vida. Estudios recientes sobre terapias complementarias, como el yoga, para pacientes sometidos a quimioterapia están surgiendo como terapia de apoyo para el tratamiento de pacientes con cáncer.  Estos estudios tuvieron como objetivo evaluar la eficacia de las técnicas de relajación utilizadas en el yoga, como la respiración diafragmática, la relajación sistemática, la respiración nasal alternada y los ejercicios para las articulaciones y las glándulas, en la calidad de vida de pacientes con cáncer de mama que recibieron seis ciclos de quimioterapia. Los hallazgos de esta investigación destacaron que la intervención de yoga fue eficaz en pacientes con cáncer de mama que estaban recibiendo quimioterapia en:

– Mejora de la calidad de vida de pacientes con cáncer de mama en el grupo experimental en las áreas de GHS, función física, función de rol y función emocional

– Disminuir los síntomas de fatiga, insomnio, pérdida de apetito y estreñimiento, durante el período de quimioterapia.

Las pacientes de cáncer de mama que empiezan a practicar yoga tras finalizar el tratamiento mejoran su estado porque este ejercicio disminuye su fatiga y la inflamación, según los resultados de un nuevo estudio. Las mujeres que han sobrevivido a un cáncer de mama y que practican yoga durante por lo menos tres meses tras finalizar el tratamiento, consiguen una mejoría de su estado gracias a que este ejercicio disminuye su fatiga y la inflamación. Estas son las conclusiones de un estudio llevado a cabo en Estados Unidos y publicado en Journal of Clinical Oncology, en el que participaron 200 mujeres con edades comprendidas entre los 27 y los 76 años, y que hacía entre dos meses y tres años que habían terminado un tratamiento del cáncer de mama que padecían.

Tal y como han explicado los autores de la investigación, los tratamientos de este tipo de cáncer reducen la capacidad cardiorrespiratoria de las pacientes y las debilitan, por lo que suelen sentirse muy fatigadas. También incrementan los niveles de inflamación de las pacientes, lo que puede conducir a diversos trastornos de salud como enfermedades del corazón, artritis, diabetes tipo 2 o Alzhéimer. De ahí la importancia de encontrar alternativas para reducir la inflamación y evitar que se cronifique. La fatiga de las pacientes de cáncer de mama se redujo un 57%, mientras que la inflamación disminuyó entre el 13 y el 20% con la práctica de yoga. Las voluntarias practicaron yoga en grupos formados por entre 4 y 20 mujeres, en sesiones de 90 minutos dos veces a la semana, y durante un periodo de 12 semanas. En comparación con el grupo control – que no realizó este ejercicio – se observó que con solo tres meses de práctica la fatiga se redujo un 57%, mientras que la inflamación disminuyó entre el 13 y el 20%.

El grupo de mujeres que practicó yoga, además de presentar mayor vitalidad – un 12% más – y menos fatiga, refirió una mejoría significativa en la calidad del sueño. Según los autores del trabajo dormir mejor y estar menos fatigadas permite a estas mujeres realizar otras actividades y, de esta forma, los beneficios del yoga son más amplios en su caso.

La cantidad de investigaciones y de estudios clínicos aleatorios (ECA)  sobre yoga y cáncer de mama es abrumadora y no puede ser objeto de este artículo de reflexión pero queda muy claro que no se cuenta hoy en día con otra ciencia médica holística, de bajo costo, sin riesgos ni efectos secundarios, para abordar integralmente la compleja problemática del cáncer de mama por un sistema sanitario convencional. Solo se requiere de un espacio físico y expertos acreditados para su práctica. La OMS considera el Yoga como una fuente valiosa de atención a la salud y propone adoptar medidas para integrar esta disciplina y a quienes la practican en los sistemas de salud de los diferentes países.

En las clases de yoga para personas con cáncer de mama, los ejercicios físicos (asanas) y de respiración (pranayamas) están adaptados con el objetivo de aliviar las afecciones provocadas por la cirugía y los tratamientos de quimioterapia, radioterapia y hormonales. Se ofrece una variedad de soportes (bloques, mantas, cintas) para facilitar los movimientos, los estiramientos y la relajación y se trabaja con grupos reducidos para brindar una atención personalizada y promover redes de apoyo. Lo importante es encontrar un espacio adaptado que ofrezca las condiciones de seguridad y el material que requiere esta práctica (esterillas, mantas, bloques, sillas, cintas, etc.).

La tasa de supervivencia media para el cáncer de mama metastásico, que implica la presencia del cáncer en sitios distantes del pecho y los ganglios linfáticos, ha aumentado significativamente del 4 al 30% en las últimas dos décadas. Los objetivos terapéuticos para esta etapa avanzada del cáncer incluyen prolongar la esperanza de vida, mejorar la calidad de vida y gestionar los síntomas. Existen datos empíricos que demuestran una relación significativa entre el aumento de la actividad física y una menor incidencia de cáncer de mama tanto premenopáusico como posmenopáusico. La actividad física mejora la función cardiopulmonar, el bienestar psicológico, la fuerza muscular y la resistencia en quienes han superado el cáncer de mama, aunque se observa una reducción del 11% en los niveles de actividad física después del diagnóstico. Los sobrevivientes de cáncer de mama que reciben quimioterapia y radioterapia muestran una disminución más significativa en los niveles de actividad física en comparación con aquellos que no reciben estos tratamientos.

Los beneficios de un mayor nivel de actividad física incluyen la reducción de la masa corporal y cambios en la composición corporal, factores de riesgo conocidos para el desarrollo del cáncer de mama. Investigar el ejercicio después del tratamiento del cáncer de mama es crucial debido a los numerosos beneficios asociados y al aumento en los niveles de actividad física tras el diagnóstico. Estudios recientes han analizado el impacto de diversas formas de actividad física en los resultados terapéuticos de pacientes con cáncer, incluidos los de mama en todas las etapas de la enfermedad.

La actividad física es esencial en el desarrollo de mecanismos fisiológicos y biológicos que influyen positivamente  combatiendo la progresión de diversos tipos de cáncer, incluido el de mama. Las investigaciones destacan que el ejercicio físico puede afectar directamente la progresión del tumor mediante cambios en la vascularización y el flujo sanguíneo del tumor, la utilización metabólica de sustratos por las células malignas, las interacciones a nivel de proteínas entre las células cancerosas y el tejido muscular, y la modulación de la función inmune. Se ha demostrado que períodos prolongados de actividad física inducen cambios metabólicos e inmunogénicos que pueden obstaculizar la progresión del cáncer. Estudios recientes indican que las mujeres que realizan ejercicio regularmente tienen un riesgo reducido de desarrollar cáncer de mama, con reducciones de riesgo del 10 al 25% en comparación con las que no mantienen una rutina de ejercicio constante.

La investigación sugiere que la actividad física de intensidad moderada regular puede inhibir el inicio de una cascada metastásica y el desarrollo subsiguiente de metástasis en cáncer de mama. Esto se logra a través de la regulación de la angiogénesis, la eliminación de células tumorales circulantes y la reducción de la permeabilidad de las células endoteliales. En intervenciones clínicas preliminares con pacientes de cáncer de mama, un régimen de 12 semanas de ejercicio aeróbico combinado con quimioterapia neoadyuvante mostró un aumento significativo en la producción de óxido nítrico y una reducción notable en la invasividad del tumor. El ejercicio físico promueve la diferenciación de los macrófagos asociados a tumores (TAM) hacia el fenotipo M1, que tiene efectos antitumorales, y reduce la presencia del fenotipo M2, que promueve el crecimiento y la metástasis del tumor.

La evidencia sugiere que participar en actividad física de moderada a vigorosa trae beneficios tanto para la mortalidad general como para causas específicas de mortalidad. Además, investigaciones iniciales indican una asociación potencial entre el ejercicio físico moderado a vigoroso y una menor probabilidad de desarrollar cáncer de mama durante el tratamiento. El enfoque contemporáneo para manejar el cáncer de mama incluye una estrategia integral que combina intervenciones terapéuticas locales y sistémicas. Las terapias locales se centran en la zona afectada e incluyen cirugía, radioterapia y reconstrucción mamaria. Por otro lado, la terapia sistémica abarca tratamientos más amplios como quimioterapia, terapia hormonal y terapia biológica, que afectan al cuerpo entero.

Participar en actividades físicas es reconocido como una práctica segura que puede realizarse en diferentes etapas del tratamiento del cáncer, mejorando la calidad de vida, las capacidades funcionales y el bienestar psicológico. La actividad física también puede influir en múltiples aspectos de la fisiología humana, mejorando la fuerza física, la capacidad cardiorrespiratoria, la flexibilidad, y reduciendo la fatiga, la duración de hospitalizaciones, la ansiedad, la depresión, y síntomas como el vértigo y el vómito. Investigaciones han demostrado que los ejercicios de resistencia mejoran la autoestima, la fuerza muscular y la composición corporal de individuos en quimioterapia, sin afectar el linfedema u otras complicaciones postquirúrgicas. Los programas de ejercicio que combinan entrenamientos aeróbicos, de resistencia y de flexibilidad han mitigado eficazmente el dolor y la fatiga, contribuyendo a la mejora de la función cardiorrespiratoria y al manejo de anormalidades estructurales causadas por la quimioterapia y la radioterapia. Estos hallazgos resaltan la importancia de integrar la actividad física como un enfoque terapéutico adicional en el manejo del cáncer de mama, especialmente para aliviar las consecuencias adversas asociadas con la enfermedad.

Las complicaciones crónicas como la disminución de la calidad de vida relacionada con la salud (HRQoL), la pérdida de la forma física y cambios en la composición corporal pueden afectar la recuperación y el progreso de individuos diagnosticados con cáncer de mama después del tratamiento curativo. Los efectos adversos de las modalidades terapéuticas como cirugías, radioterapia y tratamientos sistémicos como la quimioterapia y la terapia hormonal impactan negativamente la HRQoL. Sin embargo, la participación en actividades físicas ha demostrado mejorar la HRQoL y el estado general de salud, con una frecuencia recomendada de dos a tres veces por semana.

La resistencia cardiorrespiratoria y la fuerza muscular son componentes cruciales de la forma física. El consumo máximo de oxígeno (VO2max) es un indicador confiable del fitness cardiorrespiratorio y se ha observado que este indicador es menor en sobrevivientes de cáncer de mama comparado con mujeres en óptimas condiciones físicas. Además, los sobrevivientes de cáncer de mama a menudo presentan factores de riesgo para enfermedades cardiovasculares y tienden a llevar un estilo de vida sedentario, lo que aumenta la importancia de la actividad física como parte de su rehabilitación cardíaca.

Las complicaciones de cardiotoxicidad son comunes en terapias convencionales para el cáncer de mama, lo que resalta la necesidad de incorporar actividad física para mitigar estos efectos. Los estudios han demostrado que el ejercicio puede reducir significativamente la fatiga relacionada con el cáncer, y mejorar la fuerza muscular y la masa corporal magra en pacientes sometidos a quimioterapia y radioterapia.

Existe evidencia empírica que demuestra una asociación positiva entre la participación en ejercicio físico y la obtención de un pronóstico más favorable, así como un período de supervivencia extendido, en individuos diagnosticados con cáncer de mama. Un estudio realizado por Johnsson et al. analizó una cohorte de 847 personas con cáncer de mama, observando que aquellas con un nivel más alto de actividad física mostraban una disminución en las tasas de mortalidad general, especialmente notable en mujeres mayores de 55 años. Este hallazgo sugiere que la actividad física podría ser particularmente significativa para mujeres postmenopáusicas con cáncer de mama.

McTiernan et al. indicaron una relación inversa significativa entre la actividad física y la probabilidad de mortalidad por cualquier causa, sugiriendo una posible reducción de hasta el 48%. Del mismo modo, se identificó una relación negativa entre los niveles de actividad física y la mortalidad asociada con el cáncer, con una posible disminución del riesgo del 38%.

La evidencia nos muestra que el yoga, y más específicamente los tipos de yoga más suaves, donde se combinan movimientos y respiración, como el hatha y el iyengar yoga, puede ser un buen instrumento de ayuda para reducir la ansiedad, durante y después del proceso del cáncer de mama, principalmente a corto plazo, mejorando la calidad de vida siempre que adaptemos la práctica al paciente y al momento en el que se encuentre.

En un nuevo estudio se respaldan indicios anteriores que relacionan la actividad física con la supervivencia prolongada de mujeres con diagnóstico de cáncer de seno (mama) de riesgo alto.

Cáncer de mama metastásico

El cáncer de mama metastásico (también llamado “cáncer en estadio IV”) se trata de un cáncer de mama que hace metástasis fuera de la mama hacia otras partes del cuerpo, por lo general, a los huesos, los pulmones, el cerebro o el hígado. El proceso en que el cáncer se esparce a otras partes del cuerpo se llama “metástasis”. La metástasis se produce cuando las células cancerosas se desprenden del tumor original de la mama y van a otras partes del cuerpo. Estas células cancerosas se desplazan por el torrente sanguíneo o el sistema linfático (una red de ganglios y vasos que eliminan bacterias, virus y desechos celulares). El cáncer de mama puede volver en otra parte del cuerpo meses o incluso años después del diagnóstico y el tratamiento originales. Esto se denomina recurrencia metastásica o recurrencia distante. Casi el 30 % de las mujeres diagnosticadas con cáncer de mama en estadio temprano desarrollan un cáncer metastásico. Como hay pocos casos de cáncer de mama en hombres, no queda claro cuántos de estos casos desarrollan metástasis, pero los hombres también son diagnosticados con cáncer de mama metastásico. Cuando el primer diagnóstico de cáncer de mama es metastásico, se denomina cáncer de mama metastásico “de novo”. Esto significa que cuando el cáncer de mama se detecta por primera vez, ya se ha esparcido a otra parte del cuerpo. El cáncer de mama metastásico está compuesto por células del tumor original que se desarrolló en la mama. Si el cáncer de mama se esparce a un hueso, por ejemplo, el tumor metastásico del hueso estará compuesto por células de cáncer de mama, no de células de cáncer en los huesos. Ser diagnosticada con cáncer de mama metastásico puede ser abrumador. Es posible que te sientas enojada, asustada, estresada o triste. Algunas personas tal vez cuestionen los tratamientos del cáncer que han recibido o tal vez se enfurezcan con sus médicos o con ellas mismas por no haber podido curar la enfermedad. Y otras quizás reaccionen al diagnóstico de cáncer de mama metastásico como si fuera una noticia más. No hay formas adecuadas o erróneas de asimilar el diagnóstico. Necesitas hacer y permitirte sentir lo que sea mejor para ti en esa situación.

Recursos útiles para cáncer de mama metastásico

Tener en cuenta que la enfermedad metastásica no es un caso perdido. Muchas personas diagnosticas con cáncer de mama en estadio IV llegan a tener una vida larga y productiva. Hay muchas opciones para tratar el cáncer de mama metastásico, y todos los días se prueban nuevos medicamentos. Cada vez más personas viven la vida al máximo mientras reciben tratamiento del cáncer de mama metastásico.

Si bien el cáncer de mama metastásico no tiene cura, el tratamiento puede mantenerlo bajo control durante algunos años. Si un tratamiento deja de funcionar, es posible que haya otro para probar. El cáncer puede estar activo en ciertos momentos y luego entrar en remisión durante un tiempo. Se suelen usar varios tratamientos diferentes, ya sea solos, combinados o en secuencia. Según el caso, es posible que el médico te recomiende tomarte un descanso del tratamiento cuando la enfermedad esté bajo control y te sientas bien. Las partes del cuerpo más frecuentes a las que se suele esparcir (hacer metástasis) el cáncer de mama son los huesos, los pulmones, el cerebro y el hígado. Sin embargo, el cáncer de mama metastásico también puede afectar otras partes del cuerpo.

Los síntomas de cáncer de mama metastásico pueden variar mucho en función de la ubicación del tumor, pero algunos de estos son los siguientes:

dolor de espalda, en los huesos o las articulaciones que no desaparece

dificultad para orinar (incontinencia o incapacidad de orinar); este puede ser un indicio de que un tumor está presionando los nervios de la espalda

adormecimiento o debilidad en cualquier lugar del cuerpo

una tos seca constante

falta de aliento o dificultad para respirar

dolor torácico

pérdida del apetito

inflamación, dolor o sensibilidad abdominal

náuseas, vómitos y pérdida de peso constantes

ictericia (una coloración amarillenta en la piel y la parte blanca de los ojos)

dolores de cabeza intensos

problemas de la vista (visión borrosa, visión doble, pérdida de la visión)

convulsiones

pérdida del equilibrio

confusión

Son localizaciones habituales del cáncer de mama metastásico

– Metástasis en los huesos: La aparición de un nuevo dolor repentino y evidente es el síntoma más frecuente del cáncer de mama que hace metástasis en los huesos. Si bien el cáncer de mama puede hacer metástasis en cualquier hueso, los lugares más frecuentes son las costillas, la columna, la pelvis y los huesos largos de los brazos y piernas.

– Metástasis en los pulmones: Cuando el cáncer de mama se esparce a los pulmones, no suele causar síntomas. Si una metástasis pulmonar provoca síntomas, estos pueden incluir dolor o molestias en el pulmón, dificultad para respirar y tos persistente.

– Metástasis en el hígado: Cuando el cáncer de mama hace metástasis en el hígado, no suele causar síntomas. Si una metástasis de hígado provoca síntomas, estos pueden incluir dolor o molestias en la sección media, fatiga y debilidad, pérdida de peso o inapetencia y fiebre.

– Metástasis cerebrales: Los síntomas de cáncer de mama que se ha hecho metástasis en el cerebro pueden incluir dolor de cabeza, cambios en el habla o la visión y problemas de memoria.

Los médicos suelen tratar el cáncer de mama metastásico en cualquier parte del cuerpo con medicamentos sistémicos, que sirven para tratar el cáncer en todo el cuerpo. La quimioterapia, la terapia hormonal, las terapias dirigidas y la inmunoterapia son medicamentos sistémicos. Y a veces se recomiendan tratamientos locales que actúan específicamente sobre una parte del cuerpo, como la cirugía o la radiación. Hay varios enfoques para tratar el cáncer de mama metastásico. Cada caso de cáncer es único y se puede personalizar el tratamiento según tu situación particular.

Cirugía: A veces, los médicos recomiendan la cirugía en casos de cáncer de mama metastásico para, por ejemplo, evitar fracturas óseas u obstrucciones de células cancerosas en el hígado.

Quimioterapia: La quimioterapia se utiliza en el tratamiento del cáncer de mama metastásico para dañar o destruir las células cancerosas tanto como sea posible.

Radioterapia: El médico puede proponer la radioterapia si tienes síntomas por aliviar el dolor y controlar el cáncer en una zona específica.

Terapia hormonal: Los medicamentos de terapia hormonal se utilizan a fin de ayudar a reducir o ralentizar el crecimiento del cáncer de mama metastásico positivo para receptores de hormonas.

Tratamientos locales para zonas distantes de metástasis: Los tratamientos locales se dirigen específicamente a las nuevas localizaciones del cáncer de mama, como los huesos o el hígado. Estos tratamientos pueden recomendarse si, por ejemplo, el cáncer de mama metastásico causa dolor.

Medicina complementaria y psicosomática y cáncer de mama metastásico: La meditación y el yoga pueden ayudar a aliviar los síntomas del cáncer de mama metastásico, disminuir los efectos secundarios del tratamiento y mejorar la calidad de vida e incrementar la tasa supervivencia a los 5 años.

Los beneficios relacionados con el yoga en los pacientes de cáncer de mama

Los beneficios relacionados con el yoga en los pacientes de cáncer de mama son múltiples:

– Reduce el estrés y alivia los síntomas de depresión y ansiedad: Las investigaciones demuestran que practicar yoga puede reducir los niveles de la hormona del estrés del cuerpo, el cortisol. En la medida que estira los músculos, atrae más oxígeno y flujo de sangre a diferentes áreas del cuerpo y ayuda a reducir los niveles de cortisol. Los estudios han demostrado que los niveles altos de cortisol están relacionados con tasas de supervivencia más bajas en mujeres con cáncer de mama. El estrés también puede empeorar los efectos secundarios del tratamiento. El yoga puede ayudar a reducir el estrés, la ansiedad y la depresión, así como el miedo, llevando a una sensación de relajación con la meditación final.

– Combate la fatiga y aumenta los niveles de energía. La fatiga es un efecto secundario común del tratamiento del cáncer y afecta tremendamente al estado de ánimo. Practicar yoga puede ayudar a los sobrevivientes de cáncer a sentirse con más energía. De hecho, un estudio demostró que la fatiga era un 57% menor en los sobrevivientes que hacían yoga en comparación con los que no lo hacían.

– Mejora la función del sistema inmunológico: El tratamiento contra el cáncer puede debilitar el sistema inmunológico, haciendo que las personas sean más propensas a las infecciones. Practicar yoga puede mejorar el sistema inmunológico porque mantiene la linfa en movimiento a través del cuerpo. La linfa es un líquido transparente que contiene glóbulos blancos. Si se está recibiendo quimioterapia o radiación y la energía es baja es importante mantener la linfa en movimiento para que las células cancerosas sigan circulando muertas por el cuerpo. Esto ayudará al cuerpo a desintoxicarse y a mantener una función óptima del sistema inmunitario. Las posturas o asanas, ayudan a mejorar la movilidad de los brazos y trabajan el sistema linfático de una forma suave y efectiva. Esto mejora la circulación linfática y puede controlar el linfedema (Inflamación de Extremidad Superior), que es una de las complicaciones más severas tras la cirugía del cáncer de mama ya que está en relación con la extirpación de los ganglios linfáticos de la axila.

– Mejora la postura: Para las sobrevivientes de cáncer de mama que se están recuperando de una cirugía, el yoga puede ayudar a contrarrestar los problemas posturales, como encorvarse o tensar la parte superior del cuerpo. En yoga todo es trabajo de columna vertebral, y los pacientes pueden ver como mejora su postura y se reducen los dolores de espalda.

– Alivia el dolor: El ejercicio, sin importar cuán difícil o simple sea, libera endorfinas o sustancias químicas para sentirse bien. Las endorfinas están ligadas a nuestros receptores del dolor, que son como interruptores de encendido y apagado en el cuerpo. Es decir que, si llenamos el cuerpo con endorfinas, podemos reducir considerablemente el dolor. Algunos estudios sugieren que el yoga puede ayudar a aliviar el dolor, especialmente en pacientes con cáncer de mama.

– Mejora la flexibilidad y el equilibrio: Mantener el equilibrio puede ser una lucha para muchos sobrevivientes de cáncer, pero practicar yoga puede ayudar. Además, aumentar el equilibrio, disminuye el riesgo de caídas. Moverse lentamente a través de los movimientos de yoga, ayuda a desarrollar la fuerza central y a aumentar la coordinación y la flexibilidad.

– Mejora el sueño: El tratamiento contra el cáncer puede alterar los patrones de sueño, y ese factor puede empeorar otros síntomas. Diversos estudios han demostrado que entre el 30% y el 90% de los sobrevivientes de cáncer tienen una mala calidad del sueño después del tratamiento. La relajación y la meditación pueden ayudar a mejorar la calidad del sueño y promover un mejor descanso. El yoga puede aumentar la duración del sueño y brindar un sueño de mejor calidad. Esto mejorará la calidad de vida en general, favorecerá la función diaria y aumentará la respuesta del sistema inmunológico.

– Puede ayudar a retrasar la progresión del cáncer: El cáncer es una división descontrolada de células anormales que se propaga por el cuerpo. La tumorgénesis, o progresión del cáncer, es la replicación constante de células anormales para crear un tumor. La hipoxia, o falta de oxígeno, favorece la invasión y las metástasis a distancia del tumor primario. El yoga puede ayudar a mantener a raya los tumores al aumentar la cantidad de oxígeno que llega a cualquier parte en el cuerpo. El ejercicio aumenta también el flujo de sangre en la zona en la que residen los tumores, lo cual es importante porque los tumores con poco o ningún flujo de sangre, pueden volverse más agresivos y resistentes al tratamiento.

– Mejora del estado físico: El tratamiento contra el cáncer puede causar fatiga, debilidad y disminución de la movilidad, y con la práctica del yoga se puede mejorar la función física y aumentar la flexibilidad y la fuerza.

– Fortalece los huesos, los músculos y el sistema cardiovascular:  Con los tratamientos para curar el cáncer se debilitan los tejidos celulares y hay riesgo de osteoporosis y alteraciones del ritmo cardiaco que con la práctica del yoga se pueden prevenir y mejorar.

– Ayuda a aumentar el bienestar: Con los tratamientos oncológicos, las personas se sienten tristes, perdidas y con muy baja autoestima. Una práctica regular de clases de yoga con otras personas con cáncer ayuda a evitarlo.

– Alivia la fatiga relacionada con el tratamiento de cáncer: La quimioterapia y radioterapia producen un cansancio y agotamiento que puede mejorar con la práctica de una clase suave de yoga yin o restaurativo.

– Ayuda a romper el ciclo de pensamientos negativos y a olvidarse de las cosas para controlar el presente.

Los oncólogos tienen el deber moral de recomendar el yoga. El yoga parece ser un camino obvio para los pacientes y sobrevivientes de cáncer que enfrentan tratamientos difíciles y sus efectos secundarios continuos. De hecho, las organizaciones de oncólogos y oncólogos recomiendan el yoga y el ejercicio como parte de un plan de recuperación y manejo para sobrevivientes de cáncer. Tanto la Sociedad Estadounidense del Cáncer como el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU. recomiendan entre 150 y 320 minutos de yoga por semana para acelerar la recuperación o defenderse contra la aparición y reaparición del cáncer. La evidencia nos muestra que el yoga, y más específicamente los tipos de yoga más suaves, donde se combinan movimientos y respiración, como el Hatha y el Iyengar yoga, puede ser un buen instrumento de ayuda para reducir la ansiedad, durante y después del proceso del cáncer de mama, principalmente a corto plazo, mejorando la calidad de vida siempre que adaptemos la práctica al paciente y al momento en el que se encuentre:

  1. “El yoga mejora el estrés, la depresión y el cansancio en pacientes de cáncer de mamá que están recibiendo radioterápia.” (Dr. L Cohen, PhD et al. M.D. Anderson Cancer Center, J.Clin.Onc 2014/03/03)
  2. “El yoga disminuye el cansancio y la inflamación en sobrevivientes de cáncer de mamá.” (J.Keicolt-Glaser et al. Ohio State University Comprehensive Cancer Center, J.Clin.Onc, 2014/01)

Actualmente, se conserva una gran evidencia que apoya la práctica del Yoga en mujeres con cáncer de mama, ya que es considerada, en gran medida, efectiva en la mitigación de la ansiedad y depresión, y en consecuencia mejorar su calidad de vida (Pan et al., 2017). De hecho, la aplicación de esta práctica como terapia contra el linfedema en la India, ha tenido como resultado una significante disminución y menos infecciones, ya que focaliza su actividad en la limpieza linfática a través de posturas concretas, respiración diafragmática profunda y elevación del tren inferior (Narahari et al., 2011). La investigación realizada por Fisher et al. (2014) demostró una disminución en el volumen de la extremidad afectada tras la práctica del estilo Hatha Yoga en la que se llevaron a cabo actividades de bajo impacto, diferentes posturas, estiramientos y meditaciones.

Durante los últimos años, la realización de ejercicio físico en pacientes con cáncer de mama no ha sido recomendada debido a la creencia de que esto pudiese agravar su condición física (Loudon et al., 2014). Sin embargo, cada vez hay más estudios que apoyan la realización de ejercicio de manera progresiva y correctamente supervisada con su debido calentamiento, vuelta a la calma y descansos continuados (Schmitz, 2010). Esta evidencia ha sido comprobada en diferentes estudios relacionados con distintas modalidades de ejercicio (Hayes et al., 2009; McKenzie & Kalda, 2003) y en las que no se han reportado inconvenientes que afecten al linfedema (Schmitz et al., 2009), es más, se ha observado un aumento de fuerza (Schmitz et al., 2009), disminución de los síntomas (Moseley et al., 2005; Schmitz et al., 2009) y mejoras en la calidad de vida (McClure et al., 2010; Tidhar & Katz-Leurer, 2010). La manifestación del linfedema se debe a la acumulación de tejido linfático de manera anormal como consecuencia a un colapso de la circulación linfática (Park, 2017).

La pérdida de movilidad en la extremidad superior afectada es una de las secuelas que sufren las mujeres con cáncer de mama. Además, su actividad funcional puede agravarse aún más en aquellas mujeres que han sufrido la enfermedad sin la aparición del linfedema (Hayes et al., 2008). Esta disminución de la capacidad de movimiento va a ser evidente en la reducción del rango de movilidad articular del hombro y la fuerza La pérdida en el rango de movimiento (ROM) del complejo articular del hombro es una de las secuelas más notables que presentan los pacientes afectados por cáncer de mama. Diferentes estudios han evaluado los posibles efectos beneficiosos del Yoga para este tipo de población. El Yoga es una práctica de ejercicio muy diferente a cualquier otra disciplina debido a su capacidad de adaptación a todos los usuarios, y que sin duda beneficiará al grupo de población con cáncer de mama. Actualmente, la evidencia del uso del Yoga como terapia al cáncer de mama se ha basado fundamentalmente en factores relacionados con la depresión, ansiedad o fatiga. Sin embargo, lo novedoso que incluye esta propuesta de investigación es profundizar más allá de la evidencia y tratar temas aún sin resolver como el del ROM, siendo éste de vital importancia para mejorar la calidad de vida de los sujetos afectados.

La práctica de yoga durante al menos tres meses puede reducir la fatiga y la inflamación en las pacientes que han superado un cáncer de mama, según ha descubierto un nuevo estudio, cuyos resultados publica « Journal of Clinical Oncology ». Cuanto más practicaron yoga las mujeres que participaron en la investigación, mejores fueron los resultados. A los tres meses de la práctica formal de yoga, la fatiga era un 57 por ciento menor en las mujeres que habían practicado yoga en comparación con el grupo que no hizo siguió disciplina y su inflamación se redujo hasta en un 20 por ciento.

La práctica de yoga ha demostrado mejorar en el ámbito del cáncer de mama la fatiga, que es uno de los efectos secundarios más frecuentemente comentados entre los sobrevivientes de cáncer. Aproximadamente el 25-30% de los sobrevivientes de cáncer constatan una fatiga persistente durante cinco a diez años después del tratamiento. Investigaciones recientes sugieren que las intervenciones de yoga mejoran el sueño y reducen dicha fatiga, lo cual puede mejorar la calidad de vida, el ajuste psicosocial y las vías inflamatorias. Se ha demostrado que el yoga mejora la fuerza, el rango de movimiento y la salud ósea. El yoga puede ayudar a los pacientes con cáncer a controlar el linfedema. Se ha demostrado que el yoga reduce varios tipos de dolor. Estudios recientes sugieren que el yoga puede reducir el dolor en las articulaciones, los dolores musculares y corporales y los síntomas musculoesqueléticos.

A menudo escuchamos sobre el poder curativo del yoga, pero se habla menos de sus beneficios específicos para los pacientes con cáncer de mama. Los investigadores que investigan los beneficios de bienestar de esta forma meditativa de ejercicio han descubierto evidencia de cómo ayuda a las pacientes y sobrevivientes de cáncer de mama tanto física como mentalmente. El diagnóstico de cáncer de mama conlleva preocupaciones y tensiones que van desde la ansiedad por someterse a una cirugía y un tratamiento hasta la incertidumbre sobre la supervivencia y la recuperación. Estas preocupaciones aumentan la angustia de las pacientes, lo que contribuye a que tengan que permanecer hospitalizadas más tiempo, se recuperen más lentamente, aumenten el dolor y disminuya la respuesta inmunitaria. Se ha demostrado que el yoga es eficaz para reducir estos sentimientos de angustia y mejorar la respuesta inmunitaria en las pacientes con cáncer de mama después de la cirugía.  El yoga es una actividad que se centra en el autocuidado y es una experiencia transformadora diseñada para cambiar la forma en que nos relacionamos con el estrés, las relaciones y nuestra vida. El yoga suave se practica mediante posturas, conocidas como asanas, junto con técnicas de respiración sencillas y prácticas de relajación. Puede reducir significativamente la fatiga, el estrés y los síntomas depresivos en pacientes con cáncer de mama, al tiempo que les proporciona un mayor vigor y vitalidad.  Las asanas ayudan a desarrollar la fuerza y la flexibilidad y promueven la relajación.

Un estudio posterior descubrió que el yoga también mejora el estado de ánimo y la calidad del sueño. Esta mejora del sueño contribuyó a otros cambios positivos, como la reducción de la inflamación y una mejor calidad de vida en general. La alteración del sueño debido al tratamiento del cáncer es un síntoma predominante en muchos pacientes. Las prácticas pacíficas y meditativas del yoga ayudan al cuerpo a relajarse, lo que conduce a un mejor sueño. Esto, a su vez, aumenta la actividad celular para un funcionamiento óptimo del sistema inmunológico, lo que es crucial para la curación.

Desarrollo de programas seguros de yoga para pacientes oncológicos y sobrevivientes

Desarrollar programas de yoga seguros para pacientes con cáncer de mama y sobrevivientes

El yoga es un sistema complejo que incluye una amplia gama de prácticas para mente y cuerpo. Investigadores, profesionales médicos e instructores de yoga deben tomar una serie de decisiones críticas al desarrollar o prescribir yoga para los pacientes con cáncer y los sobrevivientes. ¿Qué estilo(s) de yoga debe recomendarse? ¿Cuánto tiempo deben durar las sesiones de yoga y cuántas sesiones son necesarias? ¿Qué calificaciones debe poseer el instructor de yoga?

Profesores Expertos

Las clases de yoga y las prácticas para pacientes con cáncer y sobrevivientes deben ser dirigidas por instructores que hayan completado un programa de entrenamiento de yoga basado en oncología.

Clases de yoga en curso

Los pacientes con cáncer y los sobrevivientes deben tener acceso a al menos dos clases de yoga de 60 a 75 minutos por semana de forma continua. La mayoría de programas de yoga existentes para pacientes con cáncer y sobrevivientes son de seis a ocho semanas de duración, probablemente debido al coste y las barreras logísticas. Pero el cáncer, sus tratamientos y sus efectos secundarios van más allá de seis u ocho semanas. Los pacientes y los sobrevivientes deben enfrentarse a los efectos secundarios durante años, si no décadas, y muchos de estos efectos secundarios interfieren con su salud, trabajo y funcionamiento social. Un programa de seis a ocho semanas con restricción de tiempo no proporciona un apoyo adecuado.

Componentes del yoga específico del cáncer de mama

El yoga específico para el cáncer de mama debe incorporar posturas físicas, técnicas de respiración y ejercicios de atención plena, como la meditación. Las posturas físicas pueden incluir una serie de posturas sentadas, de pie, de transición y en posición supina. Estas posturas pueden ayudar a desarrollar fuerza, flexibilidad y capacidad de respiración, así como facilitar el drenaje linfático y el control del peso. Los ejercicios de respiración pueden incluir trabajo de respiración lento, controlado, diafragmático y de movimiento coordinado. Estas prácticas pueden ayudar a los pacientes y sobrevivientes a reducir el estrés y mejorar el sueño. Las meditaciones pueden incluir exploración corporal (relajación progresiva), meditación Metta (bondad amorosa), conciencia de la respiración y atención plena. La meditación puede ayudar a los sobrevivientes a controlar la ansiedad y el dolor, así como a mejorar la calidad de vida en general. Se pueden adaptar tanto el volumen como la aplicación de las posturas físicas y los ejercicios de meditación para satisfacer las necesidades de los participantes. Pero todos los elementos deben centrarse en abordar los efectos secundarios comunes del tratamiento y adaptarse a las habilidades, objetivos y estado físico y emocional de cada individuo.

Espacio y ubicación

Las clases de yoga específicas para el cáncer deben realizarse en entornos autónomos, espaciosos y con temperatura controlada. Otra consideración para el yoga específico para el cáncer es la necesidad de un espacio que garantice la higiene, la seguridad y la privacidad.

Adaptación y seguridad

Las clases de yoga específicas para el cáncer deben brindar a los estudiantes amplias oportunidades para modificar las posturas y prácticas. Los pacientes con cáncer y los sobrevivientes experimentan muchas fluctuaciones en su fuerza, movilidad, capacidad respiratoria, umbrales de dolor y niveles de energía durante y después del tratamiento. Los profesionales del yoga que dirigen clases de yoga específicas para el cáncer deben ser conscientes de estos factores cambiantes y alentar a los estudiantes a adaptar y modificar las posturas según sus necesidades y objetivos particulares. Deben seleccionarse las posturas y las prácticas para garantizar la seguridad y reducir el riesgo de lesiones. Muchos elementos de la práctica del yoga pueden modificarse para pacientes físicamente comprometidos durante el tratamiento activo. Por ejemplo, los ejercicios de respiración se pueden hacer en una silla de quimioterapia en lugar de sentarse en el suelo. Se pueden usar bloques y soportes para ayudar a aquellos estudiantes con una flexibilidad y rango de movimiento limitados. Con el tiempo, se pueden agregar ejercicios con pesas y prácticas más activas a medida que los individuos ganan fuerza, flexibilidad, energía y confianza.

Accesorios de yoga

Las clases de yoga específicas para el cáncer deben permitir que los estudiantes puedan acceder a diversos accesorios (por ejemplo, bloques, refuerzos, mantas y correas) para apoyar su práctica. Para un sobreviviente de cáncer o un paciente, los accesorios de yoga son aún más vitales porque el cáncer y sus tratamientos pueden interferir con la capacidad de las personas para participar en actividades físicas. La fatiga y el letargo pueden hacer que las tareas cotidianas sean difíciles de realizar, y mucho menos el ejercicio regular. Las cirugías y otras formas de tratamiento pueden dejar tejido cicatricial que limita el rango de movimiento de las personas.

Control y Acción

Las clases de yoga específicas para el cáncer deben centrarse en ayudar a los pacientes y sobrevivientes a fomentar una sensación de control sobre su cuerpo, salud y vida. Un diagnóstico de cáncer a menudo trae consigo sentimientos de impotencia y falta de control: una enfermedad que podría terminar prematuramente con su vida, un equipo de especialistas que controlan sus tratamientos, una nube de miedo y ansiedad sobre su salud y el futuro. Las clases de yoga específicas para el cáncer deben capacitar a los estudiantes con herramientas e información para manejar estos sentimientos. La clase de yoga puede convertirse en una oportunidad para que los estudiantes aprendan cómo ejercer la influencia que tienen para reducir los síntomas y los efectos secundarios.

Las clases de yoga para pacientes y sobrevivientes deben alentar a los estudiantes a tomar un papel activo en su recuperación y salud a largo plazo. Por ejemplo, los instructores pueden analizar cómo algunas posturas pueden ayudar a reducir los efectos secundarios como el linfedema, el rango de movimiento y la neuropatía. Los profesores de yoga pueden enfatizar el movimiento y el estiramiento como un medio para reducir el tejido cicatricial después de la cirugía. A los pacientes con cáncer y a los sobrevivientes se les puede enseñar cómo usar las prácticas de respiración y atención plena para manejar el estrés y la ansiedad sobre su diagnóstico.

El yoga es una modalidad segura, efectiva y de bajo coste que debe incluirse en la atención continua. En su mayor parte, la responsabilidad recae en los propios pacientes para buscar, pagar, participar y evaluar los beneficios terapéuticos de los programas de yoga. Esto no es poca cosa para una persona sana. Para los pacientes que se enfrentan enfermedades, planes de tratamiento de múltiples etapas y costes médicos paralizantes, estas barreras pueden disuadir a los pacientes de comenzar la práctica. Para eliminar estas cargas se requerirá la participación de médicos expertos que puedan derivar a los pacientes y sobrevivientes a clases, programas y profesionales de yoga cualificados. Los médicos y terapeutas están en una posición ideal para alentar a los pacientes a integrar el yoga en sus planes de tratamiento y deben tener conocimiento de las investigaciones sobre sus beneficios. Los seguros médicos y otros beneficios pueden ayudar a que los programas de yoga estén más disponibles para los pacientes y sobrevivientes de cáncer, y los grupos comunitarios que están comprometidos con la recuperación del cáncer tienen un papel esencial que desempeñar. Finalmente, un equipo de profesionales de yoga certificados y capacitados en los aspectos específicos del cáncer se asegurará de que estos programas no solo sean accesibles sino también efectivos.

Esto es lo que hay que hacer para garantizar que los pacientes con cáncer de mama y los sobrevivientes tengan acceso a programas de yoga seguros y efectivos:

  • Ofrecer un programa de yoga para el cáncer de mama en el centro hospitalario institución:
  • Crear un programa de yoga oncológico en el centro sanitario.
  • Asóciarse con estudios de yoga locales para ofrecer clases y apoyo centrados en el cáncer
  • Buscar formas de ampliar la cobertura de seguro para programas de yoga basados en pruebas reales
  • Difundir la evidencia sobre los beneficios terapéuticos del yoga:
  • Distribuir este documento a profesionales de la salud y el yoga en la comunidad.
  • Compartir la investigación sobre yoga con los pacientes con cáncer.
  • Asegurarse de que los profesionales del yoga que trabajan en el hospital estén familiarizados con las últimas investigaciones
  • Colaborar con profesionales del yoga para realizar investigaciones:
  • Trabajar con profesionales de yoga para realizar un seguimiento de los resultados y recopilar datos sobre programas de yoga
  • Realizar estudios sobre los beneficios del yoga en varias poblaciones afectadas por cáncer de mama.
  • Si se es un experto instructor de yoga:
  • Desarrollar su conocimiento y credibilidad asistiendo a un programa de formación de yoga específico para el cáncer
  • Organizar una clase de yoga o un taller de introducción específicamente para profesionales de la salud
  • Ofrecer mini-clases en lugares frecuentados por pacientes con cáncer y sobrevivientes (por ejemplo, salas de quimioterapia)

Te invitamos a consultar si tu estado de salud requiere modificaciones en tu práctica de yoga.

Escribe aquí una palabra relacionada con cualquier alteración de tu estado de salud y encuentra tu postura de yoga.

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LA DIOSA RECOSTADA

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SUPTA BADDHA KONASANAAcerca del asana Esta asana fomenta la relajación y ayuda a lograr un sueño profundo y reparador. Es una postura de yoga suave que puede realizar casi cualquier persona, independientemente de su experiencia en yoga. De hecho, se sabe que su...

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NAVASANA

NAVASANA

Postura del BARCOAcerca de Navasana नावासन Paripurna Navasana, Naukasana o Postura del Barco es cómo se la conoce. El nombre Navasana o Naukasana es una combinación de las palabras sánscritas Nava, que significa "barco", y Asana, que significa "postura" o "asiento"....

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Artículos de Medicina y Yoga

«cáncer de mamas en hombres»

Los expertos alertan de que la falta de información sobre la posibilidad de que esta enfermedad se manifieste en varones provoca que acudan tarde a consulta. Ellos también lo tienen, pero El 80% de los casos de cáncer de mama en hombres se detectan tarde y en fases...

SEPTIEMBRE PARA LA RESPIRACIÓN

¿CÓMO RESPIRAMOS? parte I La respiración es un proceso fisiológico, en el que se produce un intercambio gaseoso entre el oxígeno que inspiramos, y el dióxido de carbono que exhalamos, realizándose a nivel de los capilares en los alveolos pulmonares. En condiciones...

YOGA Y QUIMIOCEREBRO

YOGA ONCOLÓGICO parte II   Conceptos Básicos Los avances en la oncología en las últimas décadas y el desarrollo de nuevos fármacos han conseguido mejorar la supervivencia de muchos pacientes y disminuir las tasas de recidiva y progresión. Estas mejoras en la...

AGOSTO DE YOGA ONCOLÓGICO

YOGA ONCOLÓGICO Parte I   Antes de empezar a hablar del yoga oncológico deberíamos definir qué es el cáncer. El cáncer no es sólo una enfermedad, en realidad es un término que aglutina más de 200 enfermedades que tienen ciertos rasgos en común. Las personas que...

JUNIO DE YOGA PARA LA ANSIEDAD

UNA TERAPIA INELUDIBLE A LA VISTA DE LAS EVIDENCIAS
Se calcula que un 4% de la población mundial padece actualmente un trastorno de ansiedad. En el año 2019, unos 300 millones de personas en el mundo tenían un trastorno de ansiedad, lo que los convierte en los más comunes de todos los trastornos mentales. Afectan más a las mujeres que a los hombres y los síntomas comienzan …

SIGLO XXI: LA MEDICINA CONVENCIONAL SE RINDE A LAS EVIDENCIAS DEL YOGA

Artículo de Opinión
“En Estados Unidos está el lugar, la gente, la oportunidad para todo lo nuevo”, escribió Swami Vivekananda antes de …