SIGLO XXI: LA MEDICINA CONVENCIONAL SE RINDE A LAS EVIDENCIAS DEL YOGA
Artículo de Opinión
“En Estados Unidos está el lugar, la gente, la oportunidad para todo lo nuevo”, escribió Swami Vivekananda antes de dejar la India en 1893. Había aprendido que las religiones del mundo son sólo varias fases de una misma religión eterna y que esa esencia espiritual podría transmitirse de una persona a otra. Por esta razón se dispuso a llevar esa transmisión a Estados Unidos y su primer discurso fue en el Parlamento Mundial de Religiones en Chicago. Esa historia de amor entre oriente y occidente nació, y así comenzó un flujo de ideas orientales que fluían hacia el mundo occidental.
Desde entonces ese flujo ha sido constante hasta que en 1975 se publicó el primer número de Yoga Journal: Se reunieron 500 dólares para imprimir y distribuir 300 copias mecanografiadas. Los fundadores – Rama Jyoti Vernon, Rose Garfinkle, Judith e Ike Lasater, Jean Giradot, Janis Paulsen y William Staniger – no se dieron cuenta de que su modesta publicación se convertiría en la revista de referencia del yoga en Occidente.
El camino ha sido muy difícil ya que detrás de la medicina convencional se esconden siempre los descomunales intereses económicos de la industria farmacéutica, que sin duda ve en el yoga un competidor para la sanación, un competidor que es además mucho más económico y que carece de efectos secundarios perjudiciales para el que lo practica en su vertiente terapéutica. Por otro lado, está el prejuicio, a veces interesado, por miedo también a cierta competencia, de muchos profesionales de la salud que a lo largo de la historia han considerado al yoga como una actividad deportiva, o a lo sumo como una estrategia que incluye técnicas de relajación. La que para unos todavía hoy es una práctica mística, para otros muchos es una alternativa eficaz a las tradicionales maneras de entrenamiento corporal y una manera de reducir los costos generales de la asistencia médica, sustentada fundamentalmente en una farmacología siempre onerosa y con riesgos y efectos secundarios probados.
Esas dudas vertidas sobre la práctica del yoga y ese desconocimiento sobre sus técnicas y efectos en la salud y en la enfermedad, se han ido despejando afortunadamente de la mano del fenómeno de la globalización y de una cantidad ya importante de estudios médicos en todo el mundo occidental ,con poblaciones de practicantes con diferentes condiciones, estudios que demuestran, con cifras y datos objetivos, los efectos beneficiosos del yoga terapéutico tanto para prevenir enfermedades o trastornos, como para tratar de forma complementaria muchas condiciones patológicas.
Sí es cierto, el yoga puede practicarse para estar en buena forma física y por ello está al alcance de cualquier individuo sano, puede ser un complemento básico para el entrenamiento de deportistas profesionales, pero también ha dejado claro que, practicado de forma adaptada al problema de salud existente, es fuente de bienestar y de sanación en personas que padecen lesiones o patologías. Es por ello que estamos en la era del yoga terapéutico y que este tipo de practica del yoga ha venido para quedarse.
Desde hace años yoga y medicina convencional trabajan juntos para conseguir mejoras en los resultados en los tratamientos de muy diversas condiciones patológicas. Un ejemplo de ello es la presencia de unidades de yoga oncológico en dos hospitales españoles, el Hospital del Mar y el Hospital Valle de Hebrón de Barcelona para acompañar a pacientes con cáncer en su enfermedad. Otro ejemplo es la incorporación del yoga en el arsenal del tratamiento de la pandemia del siglo según los informes de la OMS: La depresión. En 19 estudios internacionales publicados hasta mayo de 2019, en los que participaron 1080 adultos, puso en evidencia que el yoga aumenta la producción de endorfinas como la dopamina y la serotonina, substancias que disminuyen en los estados depresivos, además de fomentar la neuroplasticidad que es la capacidad del cerebro para formar o modificar conexiones neuronales.
El objetivo de los poderes públicos en los estados democráticos debe ser la obligación de medios, cuando estamos hablando de la sanidad y del derecho a la salud plasmado en nuestra constitución. Ello obliga al gobierno de turno a poner en manos de los pacientes de la sanidad pública, y a las empresas de la sanidad privada también, todos los medios de tratamiento que se hayan mostrado como eficaces para tratar la enfermedad o la lesión con una buena y equilibrada relación costo beneficio y con los mínimos efectos lesivos. En este contexto, el yoga terapéutico es una herramienta de tratamiento complementario de bajo coste y con una probada ausencia de riesgos o complicaciones, por lo que resulta idónea su implantación en la sanidad.
Se trata de expandir el acceso a la salud y el bienestar y, por tanto, el yoga debe tener un hueco por derecho propio en la cartera de herramientas terapéuticas del sector sanitario, público y privado. En este sentido medicina convencional y yoga terapéutico deben trabajar juntos para resolver objetivos, mejorar resultados y afrontar los problemas de salud de los contribuyentes a mantener el sistema sanitario.
Casi 500 millones de personas en el mundo practican Yoga como forma de acceder a una mejora de su estado físico y mental. Estos son solo algunos de los ejemplos más conocidos sobre el beneficio de su práctica:
– La práctica del yoga disminuye la psicopatología y aumenta la funcionalidad ocupacional y social y la calidad de vida de las personas con esquizofrenia moderada.
– La práctica del yoga es beneficiosa para disminuir los trastornos de la conducta alimentaria, la ansiedad y la depresión.
– La práctica del yoga disminuye la hipercifosis en adultos de edad avanzada.
– La práctica del yoga mejora los indicadores de salud mental en adultos de edad avanzada.
– La práctica del yoga en pacientes diabéticos tiene efectos preventivos y protectores porque disminuye el estrés oxidativo y mejora el estado antioxidante.
– La práctica del yoga incrementa la calidad de vida y la capacidad pulmonar; también disminuye la broncoconstricción causada por el ejercicio y la frecuencia de utilización de medicación de rescate.
– La práctica del yoga disminuye la frecuencia y la intensidad de los sofocos, el dolor articular, la fatiga, las alteraciones del sueño, las náuseas y la emesis inducida por la quimioterapia, así como la ansiedad generada por la propia enfermedad en mujeres con cáncer de mama.
– La práctica del yoga disminuye el IMC, la grasa corporal, las grasas libres en sangre, el colesterol y los triglicéridos en pacientes con enfermedad arterial coronaria.
– La práctica del yoga mejora la calidad de vida y la fatiga de las mujeres supervivientes al cáncer de mama que presentan obesidad o sobrepeso.
– La práctica del yoga mejora los síntomas relacionados con la menstruación y el climaterio y disminuye el estrés en las embarazadas.
No existe razón alguna más allá de nuestras limitaciones mentales para no incorporar los beneficios probados de esta ciencia al arsenal terapéutico oficial. En las próximas décadas ya no será posible la práctica de una medicina convencional sin la asistencia de los beneficios del yoga para cubrir de una forma integral las necesidades de todo tipo de pacientes. Esto es un hecho que no tiene vuelta atrás y es también un hito por lo que supone el abandono definitivo de nuestros prejuicios occidentales, que han mantenido a una extraordinaria ciencia milenaria lejos de nuestras manos y de nuestras opciones de mejora y acompañamiento de muchos pacientes. Es el triunfo de la globalización positiva y de la democratización del estado del bienestar en los países del denominado primer mundo.
En esta sección podrás encontrar todo tipo de publicaciones, referencias y artículos médicos contrastados, así como enlaces bibliográficos, para que tengas a tu alcance la mayor información posible sobre el denominado yoga terapéutico en sus diversas variantes. Es el futuro dentro de la práctica de una nueva medicina.
Ellah