AGOSTO DE YOGA ONCOLÓGICO

YOGA ONCOLÓGICO

Parte I

 

Antes de empezar a hablar del yoga oncológico deberíamos definir qué es el cáncer. El cáncer no es sólo una enfermedad, en realidad es un término que aglutina más de 200 enfermedades que tienen ciertos rasgos en común. Las personas que lo padecen son de todas las edades, condiciones sociales, géneros, ideologías, religiones, culturas…

El 40% de la población mundial recibirá un diagnóstico de cáncer a lo largo de su vida. Cada año se diagnostican 17 millones de nuevos casos de cáncer en todo el mundo y el 68% de las personas sobrevivirán. La población de sobrevivientes de cáncer es grande y está creciendo debido a los avances en los tratamientos. Sin embargo, el tratamiento del cáncer causa efectos secundarios a corto y largo plazo que requieren un adecuado manejo para mejorar la salud y la supervivencia a largo plazo.

El cáncer sigue constituyendo una de las principales causas de morbi-mortalidad del mundo. La International Agency for Research on Cancer estimó que en el año 2020 se diagnosticaron aproximadamente 18 millones nuevos casos de cáncer en el mundo (excluyendo los tumores cutáneos no melanoma) y que el número de casos nuevos aumentará en las dos próximas décadas a 28 millones de casos nuevos al año en 2040. Los tumores más frecuentemente diagnosticados en el mundo en el año 2020 fueron los de mama (que ocupa la primera posición), pulmón, colon y recto, próstata y estómago, todos ellos con más de un millón de casos.

En España, el cáncer es también una de las principales causas de morbi-mortalidad. El número de cánceres diagnosticados en España en el año 2023 alcanzó los 279.260 casos, según los cálculos de REDECAN, lo que supone una estabilización con respecto al año anterior. Al igual que se espera un incremento en la incidencia del cáncer a nivel mundial, en España se estima que en 2040 la incidencia alcance los 341.000 casos nuevos al año. Los cánceres más frecuentemente diagnosticados en España en 2023 fueron los de colon y recto, mama, pulmón, próstata y vejiga urinaria. A mucha distancia, los cánceres más frecuentes fueron los linfomas no hodgkinianos, el cáncer de páncreas, el cáncer de riñón, el melanoma maligno cutáneo, los cánceres de cavidad oral y faringe, y los cánceres de cuerpo uterino, estómago e hígado.

En las últimas décadas, el número absoluto de cánceres diagnosticados en España ha aumentado a causa del aumento poblacional (en 1990 la población española era de unos 38 millones de habitantes y en 2021 de 47 millones habitantes), el envejecimiento de la población (la edad es un factor de riesgo fundamental en el desarrollo del cáncer), la exposición a factores de riesgo (como el tabaco, el alcohol, la contaminación, la obesidad, el sedentarismo, una dieta pobre y no mediterránea … entre otros muchos).

Por tanto, no hay duda alguna de que esta enfermedad constituye hoy día, y seguirá constituyendo en el futuro, un problema importante de salud pública cuyo padecimiento incide directamente y en modo importante en la calidad de vida de los afectados y en sus tasas de supervivencia.

En nuestras vidas, hay siempre un antes y un después de escuchar la palabra cáncer en la consulta del médico, como palabra referida a nuestro diagnóstico. Ya nada será igual para nosotros, porque desde ese mismo momento empezamos una lucha a muerte contra esa enfermedad, lucha que muchas veces llevará implícito aceptar tratamientos agresivos ya sea quirúrgicos, físicos, hormonales o farmacológicos, que quizás nos salven la vida, pero que en muchos casos será a cambio de importantes efectos secundarios que podrían condicionar nuestra vida cotidiana y nuestra salud general.

La salud es un aspecto clave que puede condicionar la forma de vivir y nuestras expectativas. Cuando aparece un diagnóstico de cáncer, podemos tener la sensación de que la vida se paraliza. Todo parece cambiar. Lo que nos parecía importante, pasa a un segundo plano. El cáncer se convierte en el centro de atención de todo el núcleo familiar y de amistades.

Esta situación crítica origina muchos más cambios en la vida de las personas. Probablemente las rutinas también cambien, pues se ven interrumpidas por citas médicas. Del mismo modo, las tareas cotidianas también pueden cambiar, no solo para la persona diagnosticada, también para sus familiares. La situación hace que no siempre podamos continuar realizando del mismo modo las actividades que nos resultaban agradables, lo que produce más frustración añadida a la situación. Así, es posible también que sufran cambios los círculos sociales y que eran un apoyo emocional para la persona diagnosticada y su entorno. Este contexto de incertidumbre e inestabilidad puede originar emociones muy intensas difíciles de manejar.

Desde el momento de escuchar la palabra cáncer la amígdala cerebral, ese órgano central de alerta ante amenazas, lanzará la voz de alarma y se pondrán en funcionamiento mecanismos neuroendocrinológicos, con intermediación del cortisol, que seguramente nos encaminarán hacia el estrés y la ansiedad a lo largo de esa guerra. En esas condiciones será sin duda una lucha dura y penosa contra esta enfermedad, todo ello sin contar con el estigma que la rodea en nuestro subconsciente colectivo.

Sin duda los tratamientos contra el cáncer han experimentado un avance extraordinario en la última década. Estos tratamientos, junto con los planes y protocolos de diagnóstico precoz elaborados para abordar la enfermedad en sus etapas iniciales y con perspectivas de curación a priori, sin duda están consiguiendo mejorar el pronóstico y las cifras de supervivencia a los 5 años y, en algunos casos, incluso a que se logre la remisión completa de la enfermedad.

No obstante, la guerra no está ganada y el cáncer seguirá azotándonos en mayor o menor medida las próximas décadas, además con una tendencia de incidencia creciente en todo el planeta.

El paciente con cáncer es un paciente especial.

Un diagnóstico de cáncer puede afectar su salud emocional y  son diversos las conductas y pensamientos comunes durante esta experiencia que cambiara la vida de esa persona:

* Expresiones faciales de ansiedad

* Dificultad para resolver problemas y para concentrarse

* Tensión muscular (la persona también puede lucir tensa)

* Temblor o estremecimiento

* Intranquilidad, puede sentirse agitado o muy nervioso

* Sequedad de la boca

* Emociones recurrentes como la tristeza, enojo, temor, impotencia, desesperanza, Irritabilidad o arrebatos de furia (o impaciente).

* Estar fuera de control

* No está seguro de su fe, propósito o significado en la vida

* Senasación de querer aislarse de la gente

* Preocupación grave por la enfermedad

* Preocupación por el hogar o el rol social.

* Sentirse deprimido, ansioso o aterrorizado

* Sensación de agobio por el grado de pánico

* Abrumarse por una sensación de pavor

* Sentirse tan triste que no cree que pueda soportar el tratamiento

* Estar inusualmente irritable y enfadado

* Incapacidad para lidiar con el dolor, el cansancio y las náuseas

* Poca concentración, “razonamiento confuso” y problemas repentinos de memoria

* Dificultades para tomar decisiones, incluso para asuntos insignificantes

* Sentirse sin esperanzas, preguntándose si vale la pena continuar

* Pensar en el cáncer y/o en la muerte todo el tiempo

* Tener problemas para dormir o dormir menos de 4 o 5 horas por noche

* Tener problemas para comer durante varias semanas

* Conflictos y problemas familiares que parecen imposibles de resolver

* Cuestionarse la fe y las creencias que en el pasado le dieron consuelo

* Sentirse desvalido, inútil y como una carga para los demás

* Un estado anímico de tristeza, sin esperanzas o “vacío” casi diariamente durante la mayor parte del día

* Pierde el interés o el placer en las actividades que una vez le eran agradables

* Pérdida significativa de peso (sin hacer dieta) o un gran incremento en el peso

* Trastornos del sueño (no puede dormir, se despierta temprano o duerme demasiado)

* Agotamiento extremo o tiene menos energía casi todos los días

* Intranquilidad marcada o reducción de la actividad, casi diariamente

* Sentimientos de culpa y desvalimiento

* Problemas para concentrarse, recordar cosas o tomar decisiones

* Pensamientos frecuentes relacionados con la muerte o el suicidio, o intentos de suicidio

* Grandes cambios en el estado de ánimo, desde periodos de depresión a momentos de agitación y euforia patológica.

No hay duda de que el ser humano afectado por un cáncer es un paciente especial. Ninguna otra enfermedad puede provocar esa tormenta de emociones, sensaciones, síntomas cognitivos, percepciones y conductas. La pregunta es si el tratamiento del cáncer tiene en cuenta las características especiales de estos pacientes y si este tratamiento se ocupa de amortiguar, corregir o mejorar esa condición tan especial desde el punto de vista psicoemocional. La respuesta, muchas veces, debemos aceptar que es negativa porque en demasiadas ocasiones el tratamiento convencional olvida actuar sobre esa “especial condición” y no tiene el carácter “integral” que el tratamiento contra el cáncer debería tener en cualquier caso bajo criterios de salud holística. Esto es importante si tenemos en cuenta que no actuar sobre los aspectos psico- emocionales del paciente hace que éste tenga menos posibilidades de superar con éxito su enfermedad, ya que una condición mental afectada soporta menos el daño provocado por la propia enfermedad o por sus agresivos tratamientos (físicos o farmacológicos).

Cada día, miles de personas reciben un diagnóstico de cáncer, pero no existe un manual que enseñe a las personas a lidiar con el peso mental y emocional de este diagnóstico. Aunque la experiencia del cáncer es diferente para cada persona, es importante saber que a pesar de la cantidad de emociones diversas o de la intensidad de ellas, todas son válidas e importantes. Es normal tener un cúmulo de emociones debido al diagnóstico de cáncer, pero no se tiene que tolerar la depresión. La depresión puede ir apareciendo casi desapercibida, y con frecuencia bajo las mejores circunstancias, así que los eventos de la vida que son estresantes o traumáticos, como un diagnóstico de cáncer, pueden desencadenar la depresión en cualquier persona. Es completamente normal estar estresado, ansioso o triste. Los sentimientos de miedo, enojo, tristeza y ansiedad son frecuentes en las personas que viven con cáncer, pero estos sentimientos, a menudo, se disipan. Esta es una parte normal del cáncer, incluso se espera, y puede ser tratada, no es algo con lo que haya que conformarse y sufrir solo. La depresión se presenta de manera diferente en cada persona, y no siempre es fácil de reconocer, pero mientras más pronto se encare y se inicie un tratamiento, más pronto podrá enfocar su energía en recuperarse y sanar. Por otra parte, hay que tener en cuenta el impacto que el estrés puede tener sobre el cáncer y su efecto en la recurrencia y la recuperación. El estrés puede causar estragos en su cuerpo de varias maneras. La respuesta natural del cuerpo ante el estrés, que sirve para proteger contra amenazas percibidas, puede mantenerse «encendida», cuando no debería hacerlo. Esto puede ocurrir por muchas razones, incluidos eventos vitales traumáticos y otros factores de estrés. La activación del sistema de respuesta ante el estrés y la sobreexposición a hormonas del estrés por largo tiempo pueden alterar casi todos los procesos del cuerpo y algunas investigaciones sugieren que podría existir una conexión entre las hormonas del estrés  tanto el avance como la recurrencia del cáncer. Los investigadores de cáncer también están explorando cómo el estrés y las conductas ligadas a este, como fumar, consumir alcohol y comer en exceso, entre otras, pueden contribuir a un aumento en el riesgo de cáncer. El estrés se ha asociado con el avance del cáncer, una vez que la persona recibe el diagnóstico. Por esto, el manejo del estrés es realmente importante. Esto no significa que haya que evitar el estrés a toda costa. Lo que quiere decir es que hay que asegurarse de contar con un tiempo de descanso en el que la fisiología pueda calmarse.

El equilibrio y la aceptación son claves para manejar el estrés. Es importante separar los factores que pueden controlarse de los que no son posibles de controlar. Cuando las personas reciben un diagnóstico de cáncer, pueden sentirse conmocionadas, perdidas y abrumadas, como si toda su vida estuviera fuera de control. Sin embargo, después de tener tiempo para pensar, se dan cuenta de que hay cosas que sí pueden controlar, se dan cuenta de que se trata de su vida y de su historia, y que pueden compartirla con quien ellos quieran porque tienen el control de su narrativa.

Independientemente de los tratamientos específicos para el cáncer todo indica que el factor psicoemocional y su tratamiento debe ser considerado como prioritario al mismo nivel que el propio tumor. En este contexto, y en este ámbito, es donde encajaría el yoga a través de sus técnicas físicas, respiratorias y de meditación.

Vaya por delante que, por supuesto, el yoga no cura el cáncer – ojalá –, pero sí mejora la calidad de vida de los pacientes desde muchos puntos de vista y en algunos casos induce mecanismos fisiológicos propios para poner obstáculos a la recurrencia o a la diseminación de esta grave enfermedad.

La práctica del yoga combina posturas físicas, ejercicios de respiración, meditación y filosofía. El cáncer y el tratamiento de los efectos secundarios pueden ser extremadamente estresantes física, emocional y espiritualmente. El enfoque del yoga en el cuerpo, la mente y el espíritu lo hace particularmente útil para las personas que enfrentan el cáncer. Un artículo publicado en Yoga Journal informó que muchos pacientes con cáncer están recurriendo al yoga porque les ayuda a darse cuenta de cómo las personas con una enfermedad grave, como el cáncer, pueden conectarse con su cuerpo y comenzar a experimentar bienestar en lugar de “huir” de su cuerpo amenazado (Boucher, 1999).

 

El Yoga Oncológico es la adecuación del yoga tradicional como una forma de terapia complementaria, con base científica, y ajustada a las particulares necesidades físicas y emocionales que atraviesan las personas con cáncer, desde el diagnóstico de la enfermedad, durante los tratamientos y durante toda la etapa de postratamiento.

Busca reducir los síntomas y efectos secundarios del cáncer y sus terapias quirúrgicas, físicas, quimioterápicas u hormonales, mejorar la calidad de vida y proporcionar apoyo emocional. Se trata de un yoga adaptado que combina las herramientas del yoga tradicional, yoga terapéutico y yoga sensible al trauma con el fin de favorecer la rehabilitación física y emocional de las personas con cáncer.

La práctica del yoga como terapia complementaria a los tratamientos médicos permite atender la persona desde una perspectiva holística de la salud. Este estilo de yoga va más allá de lo físico y trabaja sobre el paciente como un todo, incluidas las funciones emocionales y cognitivas. De esta forma, ayuda a fortalecer el sistema nervioso y lentamente reconstruye la inmunidad del cuerpo y normaliza las funciones corporales.

No existen pruebas científicas que demuestren que el yoga pueda curar o prevenir cualquier tipo de cáncer, pero algunos estudios prueban que ayuda a las personas con cáncer a sobrellevar mucho mejor  los síntomas y los efectos secundarios del tratamiento. El conjunto de evidencias sobre los efectos terapéuticos de las intervenciones de yoga para pacientes y sobrevivientes de cáncer es sólido y está en aumento. Una búsqueda bibliográfica sobre “yoga” y “cáncer” en la Biblioteca Nacional de Medicina de los Estados Unidos (PubMed) arrojó 869 resultados que incluían estudios observacionales, revisiones sistemáticas y ensayos clínicos. La investigación incluyó una variedad de cánceres y estadios (aunque el cáncer de mama ha sido el más estudiado) y observa a los pacientes antes, durante y después del tratamiento. Si bien el yoga no es una panacea, hay evidencia sustancial de que las intervenciones bien diseñadas tienen efectos positivos mensurables en la salud y la curación. Numerosas investigaciones sugieren que las intervenciones de yoga aumentan la fuerza y la flexibilidad, mejoran el equilibrio y la movilidad, reducen los niveles de azúcar y colesterol en sangre, favorecen un peso corporal saludable, mejoran el bienestar psicológico, reducen la fatiga, mejoran el sueño, reducen la ansiedad y el estrés, mejoran la calidad de vida y fortalecen el sistema inmunológico.

El yoga ayuda a conectar la mente y el cuerpo a través de la respiración, el movimiento y la meditación. Ha conquistado a los Estados Unidos y al resto del mundo.  El Instituto Nacional del Cáncer la define como “una práctica de salud que combina el enfoque mental, la respiración controlada y los movimientos corporales para ayudar a relajar el cuerpo y la mente”.  Su práctica aumenta la flexibilidad, la fuerza y el equilibrio, hasta reducir los niveles de estrés y ansiedad durante el tratamiento de cáncer. De hecho, se ha comprobado que los pacientes con cáncer que practican yoga regularmente encuentran que su calidad de vida y las complicaciones de su estado emocional y físico han mejorado drásticamente y pueden afrontar el diagnóstico y todo el proceso posterior con más fortaleza física y mental. Tiene la capacidad de reducir el estrés psicológico causado por el propio diagnóstico, además de ayudar a controlar los síntomas físicos y los efectos secundarios del tratamiento. Es una excelente opción porque es asequible, no invasivo y se puede adaptar según las necesidades de cada paciente.  También puede servir como transición a entrenamientos más intensos cuando se empieza a hacer ejercicio después del tratamiento.

Es importante tener en cuenta que las personas con cáncer deben consultar a su equipo de especialistas médicos antes de comenzar una práctica de yoga, y trabajar con profesores calificados que tengan formación en yoga oncológico. También es importante adaptar la práctica para acomodar cualquier limitación física o efecto secundario del tratamiento. Las personas con cáncer deben ser conscientes de las limitaciones físicas que puedan tener para saber qué práctica les conviene. Si no se ha practicado antes, es preferible empezar en una clase específica para personas en tratamiento oncológico, en la que se puedan consultar las dudas y adaptar las posturas a cada situación. Una vez que se ha aprendido, se puede hacer en la comodidad del hogar. Las técnicas y ejercicios de respiración se pueden realizar prácticamente en cualquier lugar.

La muerte es un miedo que está presente desde el primer minuto que una persona recibe un diagnóstico de cáncer. Lo que cuenta es cómo creamos una relación con este miedo y con la idea de la muerte que, en realidad, es el destino cierto para todos, padezcamos o no un cáncer. Evidentemente transitar por la enfermedad te enfrenta cara a cara con la idea de la muerte en momentos en que quizá ni te habías planteado. Por lo tanto, queramos o no es una habitante más en las sesiones de yoga oncológico. De hecho, todo el proceso oncológico, así como los controles posteriores a los tratamientos, son conocidos – la doctora Elisabeth Kübler los denomina duelos anticipatorios –  una forma de respirar la idea de la muerte. A esto se deben los nervios, el no dormir antes de las pruebas o antes de recibir los resultados. Por lo tanto, cuando se trabajan estos distintos momentos en las sesiones es una forma de trabajar esta relación con la muerte. También están las pérdidas, el fallecimiento de personas que han formado parte del grupo.

La respiración es una maravillosa

medicina

está a nuestro alcance en cualquier momento y lugar.

Conocer, modelar y controlar la respiración nos ayudará a regular nuestras emociones y a conectar con lo que está sucediendo a nuestro alrededor en lugar de dejar que la mente se regodee en nuestros miedos, creando y recreando situaciones inexistentes y anticipando problemas donde quizás no los hay. Es un reto difícil de alcanzar, pero si lo conseguimos por lo menos durante la clase de yoga ya es bastante y si, gracias a la práctica continua, logramos que respirar y centrarnos en el presente encuentre un espacio en nuestra cotidianidad es fantástico.

Ocho efectos secundarios fisiológicos y psicológicos bien conocidos del cáncer y la quimioterapia o de la bioterapia son el dolor, el cansancio (falta de energía), la somnolencia (sensación de sueño), las náuseas, la falta de apetito, la falta de aliento, la depresión y la ansiedad. El tratamiento convencional suele requerir medicación, que a menudo incluye opioides. Teniendo en cuenta la crisis de opioides en los Estados Unidos, las agencias gubernamentales y los médicos están buscando otros enfoques de apoyo que reduzcan el riesgo de adicción.  Las terapias complementarias, definidas como prácticas no convencionales que se utilizan junto con la medicina convencional, son objeto de ensayos clínicos.  El estudio piloto y de viabilidad   llevado a cabo en UVMHN–Hospital de médicos de Champlain Valley, Plattsburgh, Nueva York valoró una práctica de yoga estructurada sobre los efectos secundarios comunes de la quimioterapia y la bioterapia en pacientes con cáncer. Las calificaciones informadas demostraron una mejoría en muchos síntomas en la semana 8, y un aumento en la recurrencia de algunos de estos síntomas 1 mes después de la finalización del estudio. Los participantes de este programa estructurado de yoga informaron una disminución de muchos de los efectos secundarios negativos de la quimioterapia/bioterapia y una mejora en la sensación de bienestar general.

Técnicas en el Yoga Oncológico

En las sesiones de Yoga Oncológico, se propone la práctica más adecuada a la situación física, mental y emocional de la persona en ese momento. La respiración es una herramienta clave de la sesión, porque además de los beneficios ya mencionados, nos ayuda a anclarnos en el momento presente. Algunos ejemplos de las técnicas que se utilizan, aplicándolas siempre de forma suave y proponiendo las adaptaciones que sean necesarias en cada caso, son:

El pranayama, la ciencia de la respiración.

tiene muchos beneficios para las personas con cáncer. La respiración yóguica diafragmática puede ayudar a reducir el estrés emocional causado por la cirugía, la radiación y la quimioterapia. Muchas veces, los pacientes con cáncer sienten ansiedad, miedo o falta de control. Las enfermeras pueden enseñar a sus pacientes a usar pranayama en esos momentos, lo que puede ayudar a controlar estos sentimientos. Las enfermeras pueden aprender técnicas de respiración yóguica en programas de formación de yoga. La respiración diafragmática puede ser realizada por cualquier persona, independientemente de su edad o condición física. También se puede practicar en cualquier lugar, incluso durante la administración de quimioterapia o en una cama de hospital. La respiración yóguica actúa como un limpiador. El cáncer y la quimioterapia pueden crear subproductos tóxicos en el cuerpo, y este tipo de respiración puede ayudar a promover la oxigenación (Boucher, 1999).

Las respiraciones completas con efecto calmante son de gran ayuda, un ejemplo consistiría en inhalar por la nariz y exhalar más largo por la nariz o por la boca (esto último si se necesita liberar tensión). Se puede realizar colocando una mano en el pecho y otra en el abdomen para concentrarse mejor en la respiración. Si ayuda, se puede contar mentalmente cuánto la inhalación y cuánto dura la exhalación, haciendo ésta más larga y siempre apoyandose en tiempos de respiración que no sobrepasen excesivamente la capacidad pulmonar del paciente. Por ejemplo, inhalando hasta 4 segundos y exhalando hasta 6.

La respiracion Yóguica o tecnica de Raja Pranayama que busca cuidar los mismos tiempos de inhalación y exhalacion en principio, favorece la relajación, nos conecta con nuestro cuerpo y ayuda a regular la temperatura corporal. Se pueden utilizar variaciones de esta respiración yoguica agregando retenciones con pulmones llenos y en ejercicios mas avanzados agregar retenciones al vacio simultaneamente, esto siempre que el paciente con cáncer tenga un entrenamiento previo de varias semanas e incluso meses en las tecnicas básicas y se encuentre junto al instructor al momento de ejecutarlas. Hay que tener en cuenta que retener el aire puede ser una práctica contraindicada en algunos casos, por ejemplo para mujeres embarazadas, personas con problemas con la presión arterial o el corazón, o aquellas con dificultad respiratoria como en casos de cáncer de pulmón.

No todos los pranayamas del yoga son adecuados para casos oncológicos. Están contraindicadas, por ejemplo, las prácticas de hiperventilación y, en general, la expulsión enérgica del aire, esta última de nuevo especialmente para personas con cáncer de pulmón

Las posturas o Asanas de yoga suaves y reparadoras

En el Yoga Oncológico se abordan posturas y respiración. A través de las posturas y el movimiento mejoran las condiciones físicas del cuerpo que está siendo afectado por la enfermedad e intervenido por los tratamientos. Por otra parte, la respiración es la puerta de entrada a nuestro sistema nervioso para relajar las emociones y los sentimientos que emergen dentro de un proceso oncológico.

En el plano físico se adaptan las posturas a las necesidades de cada persona. Para esto se trabaja con grupos pequeños preferiblemente, no más de ocho personas, para ofrecer un trato personalizado. No obstante, más allá de las lesiones provocadas por las cirugías y los efectos de los tratamientos que pueden ser comunes a los diferentes tipos de cáncer, hay que tener en consideración que cada cuerpo es una historia y que, por lo tanto, necesita ser abordado de una manera distinta. Es decir, existen limitaciones relacionadas directamente con las condiciones físicas, pero a la vez estas limitaciones pueden ser expresiones de emociones contenidas en el cuerpo.

Por ejemplo, una persona con cáncer de pecho puede tener movilidad reducida del brazo como consecuencia de la cirugía o, inconscientemente, limitar el movimiento del brazo por temor al dolor provocado por la cirugía o como una reacción de miedo ante lo que está viviendo debido al cáncer. En ambas circunstancias se trabaja con soportes (bloques, mantas, sillas) que faciliten la práctica de posturas. En el primer caso la practica está dirigida a la rehabilitación física y en el segundo a reconstruir un espacio de seguridad para la relación con el cuerpo que, progresivamente, promueva la liberación de las emociones atrapadas. Por otra parte, un elemento fundamental es la compañía, estar rodeada de personas que atraviesan una situación parecida, con las que se pueden compartir experiencias, inquietudes y estados de ánimo sin tapujos ayuda y mucho.

Los asanas o posturas pueden ayudar a liberar la tensión y la energía bloqueada de las articulaciones y los órganos, lo que puede ayudar a los pacientes a experimentar una sensación de mayor bienestar y mejorar el sueño (Woodyard, 2011). Las posturas de yoga de bajo impacto en fuerza también pueden ayudar a eliminar las toxinas acumuladas por el tratamiento del cáncer, estimular los músculos, aumentar el flujo sanguíneo, equilibrar las glándulas y mejorar el flujo linfático en el cuerpo, todo lo cual mejora el proceso de purificación interna del cuerpo (YogaUOnline.com, 2015). Aunque se ha demostrado que el ejercicio regular estimula las defensas naturales del cuerpo contra el cáncer, algunos pacientes no siguen un régimen de ejercicio regular. Muchos encuentran que las posturas de yoga suaves y restauradoras proporcionan una forma ideal y equilibrada de ejercicio para todo el cuerpo (Sudarshan et al., 2013). Las asanas también son útiles para aumentar el rango de movimiento después de algunas cirugías contra el cáncer, como la mastectomía.

La meditación y la visualización guiada

Pueden reducir la ansiedad y ser profundamente relajantes para los pacientes con cáncer. Según Simon (1999), las técnicas de meditación están diseñadas para interrumpir las interminables conversaciones mentales que se producen. Simon afirmó que, “cuando nos enfrentamos al estrés de una enfermedad grave, agravamos la angustia tanto en nuestro cuerpo como en nuestra mente mediante pensamientos obsesivos y la correspondiente ansiedad que sentimos en nuestro cuerpo”.

Los beneficios relacionados con el yoga oncológico en los pacientes de cáncer son múltiples

– Puede ayudar a retrasar la progresión del cáncer: El cáncer es una división descontrolada de células anormales que se propaga por el cuerpo. La tumorgénesis, o progresión del cáncer, es la replicación constante de células anormales para crear un tumor. La hipoxia, o falta de oxígeno, favorece la invasión y las metástasis a distancia del tumor primario. El yoga puede ayudar a mantener a raya los tumores al aumentar la cantidad de oxígeno que llega a cualquier parte en el cuerpo. El ejercicio aumenta también el flujo de sangre en la zona en la que residen los tumores, lo cual es importante porque los tumores con poco o ningún flujo de sangre, pueden volverse más agresivos y resistentes al tratamiento.

– Reduce el estrés y alivia los síntomas de depresión y ansiedad: Las investigaciones demuestran que practicar yoga puede reducir los niveles de la hormona del estrés del cuerpo, el cortisol. En la medida que estira los músculos, atrae más oxígeno y flujo de sangre a diferentes áreas del cuerpo y ayuda a reducir los niveles de cortisol. Los estudios han demostrado que los niveles altos de cortisol están relacionados con tasas de supervivencia más bajas en mujeres con cáncer de mama. El estrés también puede empeorar los efectos secundarios del tratamiento. El yoga puede ayudar a reducir el estrés, la ansiedad y la depresión, así como el miedo, llevando a una sensación de relajación con la meditación final.

– Combate la fatiga y aumenta los niveles de energía. La fatiga es un efecto secundario común del tratamiento del cáncer y afecta tremendamente al estado de ánimo. Practicar yoga puede ayudar a los sobrevivientes de cáncer a sentirse con más energía. De hecho, un estudio demostró que la fatiga era un 57% menor en los sobrevivientes que hacían yoga en comparación con los que no lo hacían.

– Mejora la función del sistema inmunológico: El tratamiento contra el cáncer puede debilitar el sistema inmunológico, haciendo que las personas sean más propensas a las infecciones. Practicar yoga puede mejorar el sistema inmunológico porque mantiene la linfa en movimiento a través del cuerpo. La linfa es un líquido transparente que contiene glóbulos blancos. Si se está recibiendo quimioterapia o radiación y la energía es baja es importante mantener la linfa en movimiento para que las células cancerosas sigan circulando muertas por el cuerpo. Esto ayudará al cuerpo a desintoxicarse y a mantener una función óptima del sistema inmunitario. Las posturas o asanas, ayudan a mejorar la movilidad de los brazos y trabajan el sistema linfático de una forma suave y efectiva. Esto mejora la circulación linfática y puede controlar el linfedema (Inflamación de Extremidad Superior) que es una de las complicaciones más severas tras la cirugía del cáncer de mama ya que está en relación con la extirpación de los ganglios linfáticos de la axila.

– Mejora la postura: Para las sobrevivientes de cáncer de mama que se están recuperando de una cirugía, el yoga puede ayudar a contrarrestar los problemas posturales, como encorvarse o tensar la parte superior del cuerpo. En yoga todo es trabajo de columna vertebral, y los pacientes pueden ver como mejora su postura y se reducen los dolores de espalda.

– Alivia el dolor: El ejercicio, sin importar cuán difícil o simple sea, libera endorfinas o sustancias químicas para sentirse bien. Las endorfinas están ligadas a nuestros receptores del dolor, que son como interruptores de encendido y apagado en el cuerpo. Es decir que, si llenamos el cuerpo con endorfinas, podemos reducir considerablemente el dolor. Algunos estudios sugieren que el yoga puede ayudar a aliviar el dolor, especialmente en pacientes con cáncer de mama.

– Mejora la flexibilidad y el equilibrio: Mantener el equilibrio puede ser una lucha para muchos sobrevivientes de cáncer, pero practicar yoga puede ayudar. Además, aumentar el equilibrio, disminuye el riesgo de caídas. Moverse lentamente a través de los movimientos de yoga, ayuda a desarrollar la fuerza central y a aumentar la coordinación y la flexibilidad.

– Mejora el sueño: El tratamiento contra el cáncer puede alterar los patrones de sueño, y ese factor puede empeorar otros síntomas. Diversos estudios han demostrado que entre el 30% y el 90% de los sobrevivientes de cáncer tienen una mala calidad del sueño después del tratamiento. La relajación y la meditación pueden ayudar a mejorar la calidad del sueño y promover un mejor descanso. El yoga puede aumentar la duración del sueño y mejorar su calidad. Esto mejorará la calidad de vida en general, favorecerá las capacidades funcionales diarias y aumentará la respuesta del sistema inmunológico.

– Mejora del estado físico: El tratamiento contra el cáncer puede causar fatiga, debilidad y disminución de la movilidad, y con la práctica del yoga se puede mejorar la función física y aumentar la flexibilidad y la fuerza.

– Fortalece los huesos, los músculos y el sistema cardiovascular:  Con los tratamientos para curar el cáncer se debilitan los tejidos celulares y hay riesgo de osteoporosis y alteraciones del ritmo cardiaco que con la práctica del yoga se pueden prevenir y mejorar.

– Ayuda a aumentar el bienestar: Con los tratamientos oncológicos, las personas se sienten tristes, perdidas y con muy baja autoestima. Una práctica regular de clases de yoga con otras personas con cáncer ayuda a evitarlo.

– Alivia la fatiga relacionada con el tratamiento de cáncer: La quimioterapia y radioterapia producen un cansancio y agotamiento que puede mejorar con la práctica de una clase suave de yoga yin o restaurativo.

– Ayuda a romper el ciclo de pensamientos negativos y a olvidarse de las cosas para controlar el presente.

 

 

Yoga Oncológico basado en la evidencia

Cada vez hay más estudios aleatorizados y controlados que respaldan el yoga para mejorar la calidad de vida, el sueño y el estado de ánimo de los pacientes con cáncer (Carlson y Bultz, 2008). La Sociedad de Oncología Integrativa publicó unas directrices sobre la seguridad y la eficacia de las terapias complementarias para las mujeres con cáncer de mama. Otorgó al yoga la máxima calificación por la solidez de la evidencia para mejorar el estado de ánimo en mujeres que se someten a radioterapia o quimioterapia, así como para mejorar la fatiga (Greenlee et al., 2014). En un estudio controlado, una intervención de yoga dirigida produjo mejoras significativas en la fatiga y el vigor entre las supervivientes de cáncer de mama con síntomas de fatiga persistente (Bower et al., 2011). Los estudios realizados por el Programa de Medicina Integrativa del Centro Oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas en Houston, Texas, descubrieron que el yoga es beneficioso para mejorar los resultados del sueño, disminuir los efectos secundarios del tratamiento del cáncer, mejorar los aspectos de funcionamiento físico de la calidad de vida y ayudar a los pacientes a encontrar el significado de la experiencia de la enfermedad a medida que hacen la transición hacia la supervivencia del cáncer (Chaoul, Taniguchi y Cohen, 2015).

Hay evidencia suficiente para apoyar los beneficios del yoga para los pacientes mientras están en tratamiento contra el cáncer y cuando salen del entorno médico y entran en la supervivencia. El yoga mejora múltiples aspectos de la calidad de vida, los síntomas específicos del cáncer, los resultados psicológicos y los biomarcadores importantes como la regulación de la hormona del estrés, la función inmunológica y los marcadores inflamatorios. Como una intervención de bajo costo y segura, el yoga debe proporcionarse, junto con el estándar de atención médica convencional, para ayudar a mejorar múltiples aspectos de la adaptación de los pacientes con cáncer al cáncer y su tratamiento. En muchos ensayos, la evidencia apoya lo que esperaríamos: Que los resultados son mejores para aquellos que practican yoga con más frecuencia. Las investigaciones futuras deben centrarse en una mejor comprensión de los factores que facilitan la participación en el yoga y las estrategias para superar las barreras.

 

El cáncer de mama es el cáncer más común entre las mujeres de todo el mundo. Aunque está aumentando el número de pacientes que sobreviven al cáncer de mama, éstas a menudo sufren problemas psicológicos o físicos. Se quiso determinar si el yoga puede mejorar la calidad de vida, la salud mental y los síntomas relacionados con el cáncer en las pacientes con un diagnóstico de cáncer de mama. Se incluyeron todas las formas de yoga, pero se excluyeron las intervenciones como la reducción del estrés basada en la atención plena. Se encontraron 24 estudios con 2166 mujeres. La evidencia se actualizó hasta enero de 2016. Se encontró que las mujeres de 11 estudios habían completado la cirugía, la quimioterapia y la radioterapia; las mujeres de tres estudios estaban recibiendo quimioterapia y las mujeres de cinco estudios estaban recibiendo radioterapia. Las pacientes de los cinco estudios restantes eran sometidas a algún tratamiento o no recibían ninguno. Los estudios usaron diversos cuestionarios para evaluar la calidad de vida, la depresión, la fatiga y los trastornos del sueño.

Se halló que el yoga fue más efectivo que ningún tratamiento para mejorar la calidad de vida y reducir la fatiga y los trastornos del sueño. También se halló que el yoga fue mejor para reducir la depresión, la ansiedad y la fatiga en las pacientes en comparación con las intervenciones psicosociales o educativas, como el asesoramiento psicológico. Se tiene seguridad de que estos resultados observados son verdaderos. Los resultados indican que las pacientes con diagnóstico de cáncer de mama pueden usar el yoga como terapia de apoyo para mejorar la calidad de vida y la salud mental, además de los tratamientos habituales para el cáncer.

En la reunión anual de 2003 de la Sociedad Americana de Oncología Clínica (ASCO), se informaron los resultados de un estudio del yoga en 126 mujeres recientemente diagnosticadas con cáncer de mama en estadíos I o II. Las mujeres estaban por recibir quimioterapia o terapia hormonal. Algunas fueron asignadas a clases de yoga durante un período de tres meses. Las mujeres que asistieron a las clases de yoga presentaron una mejoría del 12 % respecto de la fatiga, el funcionamiento físico y la calidad de vida en comparación con las del grupo de control.

 

En 2006, se realizó un estudio sobre el yoga en el MD Anderson Cáncer Center de la Universidad de Texas, con 61 mujeres que estaban recibiendo 6 semanas de tratamiento de radiación para el cáncer de mama. La mitad de las mujeres lo practicaba dos veces por semana, mientras que el resto de las mujeres no lo hacían. Aquellas que practicaron yoga dijeron tener más energía, menos sueño, un mejor funcionamiento físico y una mejor calidad de vida en general.

 

El 60% de los supervivientes de cáncer tienen 65 años o más. El cáncer y sus tratamientos provocan fatiga (relacionada con el cáncer) y compromete la independencia funcional y la calidad de vida. Los altos niveles de fatiga conducen al deterioro funcional. Se ha comprobado, que diversos modos de ejercicio, como el yoga, reducen la fatiga relacionada con el cáncer en los supervivientes de cáncer más jóvenes, pero ningún estudio había examinado específicamente los efectos del yoga en los supervivientes de cáncer de mayor edad.

Aunque los efectos secundarios pueden ser perjudiciales para el funcionamiento físico y psicológico de todos los sobrevivientes de cáncer, los de mayor edad, debido a los deterioros adicionales relacionados con la edad, pueden tener más dificultades para recuperarse de los efectos secundarios relacionados con el tratamiento. Además, el envejecimiento en ausencia de antecedentes de cáncer se asocia con un deterioro de la función física y psicológica, que incluye fuerza reducida, densidad mineral ósea reducida, menor capacidad funcional, artralgias, síntomas depresivos, ansiedad y dificultades cognitivas. El cáncer y sus tratamientos pueden exacerbar estas disminuciones comunes en la función y conducir a deterioros adicionales.

El propósito del estudio YOCAS (Yoga para sobrevivientes de cáncer) fue evaluar los efectos de una intervención de yoga de 4 semanas sobre la fatiga general relacionada con el cáncer y, los subdominios de esta (física, emocional y mental) en sobrevivientes de mayor edad. La muestra para este análisis estuvo compuesta por 97 sobrevivientes de cáncer mayores (≥ 60 años de edad), entre 2 meses y 2 años después del tratamiento, que participaron en el ensayo original. La mayoría de los participantes eran blancos (98%), mujeres (94%) y sobrevivientes de cáncer de mama (65%). Los participantes también informaron antecedentes de cáncer hematológico (14%), ginecológico (6%), genitourinario (6%), pulmón (3%), gastrointestinal (3%) y cerebral (2%). La edad media de los participantes en cada grupo difería, y los participantes de atención estándar eran ligeramente más jóvenes. Se encontraron puntuaciones significativamente más bajas en el Inventario de Fatiga Multidimensional – Forma Abreviada (MFSI-SF) en el grupo de yoga en comparación con la atención médica estándar.

Los participantes en el grupo YOCAS informaron fatiga relacionada con el cáncer, física, mental y carga global de efectos secundarios, significativamente menores que los participantes en el grupo de tratamiento médico estándar después del período de intervención de 4 semanas. YOCAS se comprobó lo era una intervención de yoga estandarizada y eficaz para conseguir los resultados informados por los pacientes.

Por consiguiente, es imperativo desarrollar intervenciones seguras y factibles que mejoren la fatiga relacionada con el cáncer y la carga global de efectos secundarios que satisfagan las necesidades únicas de los sobrevivientes de mayor edad para que puedan recuperarse de manera efectiva y reanudar sus vidas después de los tratamientos contra el cáncer.

 

La popularidad del yoga entre los pacientes con cáncer se refleja en base a la evidencia existente y en la cantidad de ensayos que han examinado los efectos del yoga en oncología. Se identificaron 29 ECA (ensayos clínicos aleatorios) de yoga para adultos con cáncer, incluidos 13 realizados durante el tratamiento, 12 en pacientes que habían completado el tratamiento del cáncer y 4 ensayos que incluyeron una muestra combinada. Los resultados de los ECA realizados durante y después del tratamiento encontraron consistentemente mejoras en múltiples dominios de calidad de vida, fatiga, sueño, resultados psicológicos y biomarcadores. Los cuatro estudios que incluyeron tanto a pacientes dentro como fuera del tratamiento tuvieron hallazgos menos consistentes, ya que ninguno informó mejoras en la fatiga y dos informaron cada uno de los dominios de calidad de vida, sueño y depresión.

 

Varias revisiones sistemáticas (Buffart et al., 2012; Shiraz, Scherer, Snyder, Geigle y Gotay, 2014; Zhang, Yang y Wang, 2012) han proporcionado evidencia convincente de la eficacia del yoga como una intervención para pacientes con cáncer. Existe un creciente cuerpo de evidencia proveniente de estudios piloto y de investigación a pequeña escala (Bower et al., 2011; Carson et al., 2007; Raghavendra et al., 2007) de mujeres con cáncer de mama que demuestra que el yoga puede aliviar los síntomas y mejorar el bienestar.

Estudios piloto y a pequeña escala también han comenzado a demostrar los beneficios positivos del yoga para mejorar la calidad del sueño en pacientes con linfoma durante el tratamiento activo (Cohen, Warneke, Fouladi, Rodríguez y Choal-Reich, 2004) y entre sobrevivientes de cáncer (Mustian et al., 2013).

 

Un estudio ha relacionado la práctica de yoga Eischens con una mejoría significativa en los efectos secundarios de los pacientes que reciben tratamiento por radioterapia y terapia hormonal para el cáncer de próstata. Un estudio llevado a cabo por investigadores de la Universidad de Pennsylvania y publicado por la revista International Journal of Radiation Oncology, Biology, Physics, ha comprobado que los beneficios del yoga, en este caso de un tipo de yoga conocido como Eischens yoga, también son significativos en pacientes que están siendo tratados de un cáncer de próstata. El grupo de hombres que practicó yoga durante su tratamiento experimentó una significativa mejoría en su salud sexual, así como en sus niveles de energía

El yoga Eischens es un tipo de yoga de la corriente Iyengar, que se caracteriza por focalizar su atención en mayor medida en la energía que en las posturas. Para llevar a cabo estas, este tipo de yoga se apoya en herramientas como sillas o cinturones, lo que facilita su práctica en las personas de avanzada edad que, además, y como era el caso, no habían practicado yoga con anterioridad.

Para llevar a cabo el estudio, los investigadores formaron dos grupos de hombres con una edad media de 67,3 años, a los que hicieron un seguimiento durante su tratamiento por radioterapia y terapia hormonal entre octubre de 2014 y enero de 2016. El primer grupo, formado por 22 hombres, practicó durante entre seis y nueve semanas, dependiendo de la duración de su tratamiento, dos clases semanales de yoga, de 75 minutos cada una. El segundo grupo, el de control, estaba formado por 28 hombres que siguieron con sus rutinas habituales, sin practicar yoga.

Tras el seguimiento de los pacientes, que se llevó a cabo a través de unos cuestionarios que rellenaban los propios participantes en el estudio, los investigadores constataron que el grupo de hombres que no practicaba yoga iba viendo como su fatiga se incrementaba según iba transcurriendo el tratamiento. Los que practicaban yoga, sin embargo, experimentaron una mejoría en sus niveles de energía, algo que sorprendió a los autores del estudio, que esperaban que el yoga, a lo sumo, consiguiese mantenerlos estables. Pero los beneficios proporcionados por esta disciplina fueron más allá, ya que los miembros del grupo que practicaba Eischens yoga vieron mejorada su salud sexual de forma muy significativa. Se sabe que uno de los efectos secundarios del tratamiento del cáncer de próstata es la disfunción eréctil y la pérdida de deseo sexual. Y eso fue precisamente lo que pasó con el grupo de control. Sin embargo, los hombres que llevaron a cabo las sesiones de yoga vieron mejoradas sus puntuaciones en este aspecto, así como en la función urinaria.

Para los autores del estudio estos resultados demuestran que la práctica de yoga durante el tratamiento del cáncer de próstata puede reducir los efectos secundarios del mismo, mejorando de esta forma la calidad de vida de los pacientes. No obstante, consideran que habría que hacer nuevos estudios, ya que esta mejoría podría deberse también a la socialización en las clases de yoga, o a la atención personalizada que reciben en las mismas.

 

Las pacientes de cáncer de mama que empiezan a practicar yoga tres meses tras finalizar el tratamiento mejoran su estado porque este ejercicio disminuye su fatiga y la inflamación, según los resultados de un nuevo estudio.

Estas son las conclusiones de un estudio llevado a cabo en Estados Unidos y publicado en Journal of Clinical Oncology, en el que participaron 200 mujeres con edades comprendidas entre los 27 y los 76 años, y que hacía entre dos meses y tres años que habían terminado un tratamiento del cáncer de mama que padecían. Tal y como han explicado los autores de la investigación, los tratamientos de este tipo de cáncer reducen la capacidad cardiorrespiratoria de las pacientes y las debilitan, por lo que suelen sentirse muy fatigadas. También incrementan los niveles de inflamación de las pacientes, lo que puede conducir a diversos trastornos de salud como enfermedades del corazón, artritis, diabetes tipo 2 o alzhéimer. De ahí la importancia de encontrar alternativas para reducir la inflamación y evitar que se cronifique. La fatiga de las pacientes de cáncer de mama se redujo un 57%, mientras que la inflamación disminuyó entre el 13 y el 20% con la práctica de yoga. Las voluntarias practicaron yoga en grupos formados por entre 4 y 20 mujeres, en sesiones de 90 minutos dos veces a la semana, y durante un periodo de 12 semanas. En comparación con el grupo control –que no realizó este ejercicio– se observó que con solo tres meses de práctica la fatiga se redujo un 57%, mientras que la inflamación disminuyó entre el 13 y el 20%.

El grupo de mujeres que practicó yoga, además de presentar mayor vitalidad – un 12% más – y menos fatiga, refirió una mejoría significativa en la calidad del sueño. Según los autores del trabajo, dormir mejor y estar menos fatigadas permite a estas mujeres realizar otras actividades y, de esta forma, los beneficios del yoga son más amplios en su caso.

 

El yoga y su posible papel en la prevención y tratamiento del

cáncer de pulmón.

El cáncer de pulmón es el tipo de neoplasia más común en todo el mundo, con más de 2.093.000 casos notificados en 2018. Estadísticamente hablando, es considerablemente más probable que afecte a los hombres que a las mujeres. Sin embargo, con los cambios en el estilo de vida de las mujeres, junto con el deterioro de la calidad del aire en muchas áreas metropolitanas, es solo cuestión de tiempo antes de que la brecha de género se reduzca.

La lucha contra el cáncer ha llevado a los investigadores alopáticos a recurrir a una forma bastante inesperada de atención médica, que tiene miles de años de antigüedad: El yoga.

¿Qué valor podría aportar una terapia antigua como el yoga al tratamiento del cáncer de pulmón, del que carece el sistema actual? La respuesta es… mucho, al menos según una prueba realizada por los Institutos Nacionales de Salud de Estados Unidos en 26 pacientes (tratados con quimioterapia y radioterapia). El estudio observó que aquellos sujetos que practicaban yoga regularmente, es decir, 15 sesiones de yoga de una hora de duración cada una, especialmente ejercicios que estiraban la zona del pecho y enfatizaban la respiración profunda, obtuvieron mejores resultados en una prueba de marcha y resistencia que los sujetos del grupo de control, es decir, los que no practicaban yoga. Muchos de los participantes quedaron tan satisfechos con sus resultados que continuaron practicando yoga una vez finalizado el experimento y el 96% calificó el programa como «muy útil». Otro estudio realizado en 2017 por la Universidad de Texas analizó el efecto de la terapia de yoga en 32 pacientes con cáncer de pulmón. El estudio incluyó la administración de ejercicios físicos, de respiración y de estiramiento junto con la meditación. Los hallazgos revelaron que la terapia de yoga no solo mejoró el funcionamiento físico de los pacientes, sino que también mejoró su salud mental.

El yoga tiene un efecto relajante sobre el cuerpo, por lo que es mucho más adecuado para quienes se someten a fuertes medicamentos y radioterapia. En la lucha contra el cáncer, todas las herramientas de nuestro arsenal son una bendición, y eso es precisamente lo que es el yoga. No tiene absolutamente ningún efecto secundario negativo y contribuye enormemente a la calidad de vida del paciente; además, puede personalizarse en gran medida para adaptarse a las necesidades personales únicas de cada paciente. Cuando se combina con ejercicios ligeros, como caminar a paso ligero, el yoga es sin duda una forma excelente y eficaz. Como terapia no medicinal, el yoga ofrece varios beneficios a los pacientes con cáncer de pulmón; mejora el bienestar mental, físico y espiritual de los que atraviesan esta dura batalla.

 

El yoga en los pacientes con un cáncer de pulmón avanzado ayuda a mejorar la función física, el vigor y la salud mental en general. Los hallazgos provienen de un estudio con 26 pacientes. Los participantes del estudio, la mayoría de los cuales tenían entre 60 y 69 años de edad, participaron en un promedio de 12 sesiones de yoga. Las sesiones se centraron en los ejercicios de respiración, las posturas físicas y la meditación. Los investigadores eligieron el yoga porque es un ejercicio con un impacto bajo que permite la participación en pareja. También se modifica con facilidad para satisfacer las necesidades de los pacientes individuales. Las posturas incluían unas que se conocen como de apertura de pecho, que estiran el área del pecho y enfatizan la respiración profunda. Eso era importante porque las personas con cáncer de pulmón con frecuencia tienen problemas para respirar. En comparación con un grupo de control de pacientes que no hicieron yoga, los que sí lo hicieron tuvieron unas puntuaciones más altas en una prueba de caminar de seis minutos y un mayor vigor. (Palliative and Supportive Care Oncology Symposium) – San Diego.

 

El yoga está incluido como una intervención en las pautas de la Oncology Nursing Society ([ONS], 2016) Putting Evidence Into Practice (PEP). Las pautas de la PEP sobre el yoga señalan que se ha examinado como una intervención para la ansiedad, la depresión, las náuseas y los vómitos inducidos por la quimioterapia, los sofocos, el deterioro cognitivo, los trastornos del sueño y la vigilia, el dolor y la fatiga en pacientes con cáncer, así como para la tensión y la carga de los cuidadores. Las pautas de la PEP enumeran al yoga como «probablemente más eficaz» para la fatiga y la ansiedad (ONS, 2016).

 

Los oncólogos recomiendan el yoga. Su práctica parece ser un camino obvio para los pacientes y sobrevivientes de cáncer que enfrentan tratamientos difíciles y sus efectos secundarios continuos. De hecho, las organizaciones de oncólogos recomiendan el yoga y el ejercicio como parte de un plan de recuperación y manejo para sobrevivientes de cáncer. Tanto la Sociedad Estadounidense del Cáncer como el Departamento de Salud y Servicios Humanos de EE. UU. recomiendan entre 150 y 320 minutos de yoga por semana para acelerar la recuperación o defenderse contra la aparición y reaparición del cáncer.

 

El Chemobrain

traducido como quimiocerebro, hace referencia al deterioro cognitivo que se produce como consecuencia del tratamiento para el cáncer, especialmente relacionado con la quimioterapia, efecto secundario que empeora la capacidad de funcionar del cerebro. No se conoce la causa exacta y puede ocurrir en cualquier fase de la enfermedad. Suele desaparecer o mejorar mucho tras finalizar el tratamiento, aunque en ocasiones los efectos permanecen y se extienden en el tiempo. El hecho de que no sean tan visibles como la caída del pelo o los cambios en la piel o el peso puede llevar a pensar que no son síntomas tan importantes, pero la realidad es que las secuelas cognitivas generan mucho sufrimiento y requieren de especial atención en pacientes oncológicos.

Los efectos del Chemobrain pueden dificultar el día a día a la hora de realizar las tareas cotidianas, de ejercer un trabajo o de relacionarse socialmente con el entorno. Quizás lo que el paciente anteriormente llevaba a cabo de manera automática ahora le suponga un esfuerzo mental que, sumado al cansancio físico, haga que abandone la actividad o que ni siquiera la inicie.

El deterioro cognitivo producido se puede manifestar en diferentes áreas y no todos los pacientes experimentarían los mismos síntomas, pudiendo sentirse identificados con unos y no con otros síntomas. Por ello, las intervenciones se harían individualizadas y se trabajaría con lo que a cada cual más le afecte.

 

Entre tales síntomas se encuentran:

  • Desorientación espacial y temporal: No saber cómo llegar a un sitio conocido o en qué día o año se está.
  • Problemas de memoria a corto plazo: Olvido de las cosas, no retener nombres, caras, fechas, sucesos…
  • Problemas de memoria semántica: No acordarse de las palabras. No poder completar las frases por no recordar el vocabulario aprendido.
  • Problemas de atención sostenida y falta de concentración: Fácil distracción con dificultades para leer un libro, ver una película, seguir una conversación…
  • Problemas de atención dividida: No poder hacer dos cosas a la vez. Actividades que antes se hacían sin pensar ahora requieren de una implicación que impide atender a más estímulos.
  • Velocidad de procesamiento reducida: Cuesta pensar debido a un procesamiento de la información más lento, dificultad en el razonamiento, sensación de aturdimiento o confusión mental.
  • Reducción de las funciones ejecutivas: Dificultad en la planificación de tareas y en su orden de ejecución

Un estudio recientemente publicado por un profesor del centro Northeastern dice que el yoga podría ser la clave para restaurar la salud cerebral en sobrevivientes de cáncer a largo plazo de una manera no igualable por el ejercicio aeróbico o los ejercicios de estiramiento y tonificación. La profesora asociada Neha Gothe dice que el estudio piloto publicado en la revista de acceso abierto Frontiers in Cognition es el primer estudio de control aleatorio que compara el yoga con otras formas de ejercicio entre personas tratadas por una variedad de cánceres. El estudio asignó al azar a 78 personas que habían sobrevivido al cáncer durante un promedio de ocho años a tres grupos de 26 que hicieron hatha yoga, ejercicio aeróbico o ejercicios de estiramiento y tonificación 150 minutos por semana durante 12 semanas. Los informes de los tres grupos mostraron mejoras en la concentración, el enfoque y la memoria, pero el grupo de yoga mostró la mayor mejora en sus capacidades cognitivas percibidas. Los participantes del estudio que hicieron ejercicios aeróbicos o fueron asignados al grupo de estiramiento y tonificación también informaron una mejora en su capacidad para concentrarse, recordar y realizar un seguimiento de las actividades. Pero las ganancias en las capacidades cognitivas percibidas fueron más pronunciadas entre los practicantes de yoga, el 81% de los cuales informaron mejoras en medidas como la formulación de pensamientos y la concentración, en comparación con el 62% de los participantes aeróbicos y el 48% de los participantes de estiramiento y tonificación.

 

El yoga oncológico y su práctica extendida a hospitales es un hecho.

Sostenemos que la práctica del yoga como terapia complementaria a los tratamientos médicos convencionales permite atender la persona desde una perspectiva holística de la salud. Los pioneros en introducirlo fueron el Memorial Sloan Kettering Cancer Center y la Clínico Mayo de Estados Unidos en 1999, donde se observaron buenos resultados. De hecho, el Instituto Nacional de Cáncer de Estados Unidos recomienda la práctica de yoga para reducir la depresión, el estrés y mejorar la calidad de los pacientes oncológicos. El yoga oncológico es un ejercicio adaptado que combina yoga clásico y restaurativo. La combinación de técnicas de relajación, respiración, concentración, movimiento y estiramientos favorecen la rehabilitación y la flexibilización de la musculatura afectada por las cirugías, la movilidad articular, la regulación del tránsito intestinal, la activación del sistema inmunitario, reduce la inflamación, estimula la segregación de antioxidantes, protege el ADN de su deterioro por el envejecimiento, aumenta la capacidad respiratoria y la mejora del insomnio. A nivel emocional, permite relajar el sistema nervioso, ayuda a gestionar las emociones, fortalece la autoestima, mejora la concentración y promueve la creación de redes de apoyo. Gracias a estos beneficios, la práctica de yoga se ha visto que ayuda a rebajar el consumo de medicación adyuvante para el dolor, los trastornos digestivos, la ansiedad y el sueño y contribuye a mejorar la adherencia a los tratamientos farmacológicos convencionales para controlar el cáncer.

Existen centros oncológicos que ofrecen sesiones educativas y apoyan a sus pacientes y personal en enfoques de salud complementarios, como la práctica del yoga. Por ejemplo, el Centro de Medicina Integral del Centro Oncológico MD Anderson de la Universidad de Texas proporciona información para profesionales de la salud y pacientes sobre los conocimientos actuales sobre la medicina complementaria y cómo integrar estas terapias con los tratamientos convencionales, cuando sea apropiado. Además, otros centros oncológicos están comenzando a ofrecer yoga, tratamientos integrales y técnicas mente-cuerpo a sus pacientes para el manejo de los síntomas y para mejorar la calidad de vida.

El uso exclusivo de los tratamientos convencionales no permite a la sanidad, pública o privada, atender de manera holística a las personas que son diagnosticadas por esta enfermedad, y son precisamente ellas quienes reclaman una atención integral de sus necesidades físicas, psicológicas y emocionales para encauzar su proceso de la manera más eficaz. Los beneficios del Yoga Oncológico están demostrados científicamente, y por ello países como Gran Bretaña llevan una década implantando esta terapia complementaria en su sistema sanitario nacional. Estudios científicos demostraron que las personas con cáncer que practicaban yoga lograban reducir el consumo de fármacos para dormir, para aliviar la ansiedad y disminuir el estrés emocional. Una práctica regular de yoga proporciona una mejor adherencia a los tratamientos convencionales y una rehabilitación física exitosa tras el paso por la enfermedad. Se observó que la integración del yoga en el proceso de sanación implicaba una reducción de costes en la sanidad que obligó a los responsables políticos de ese país a destinar los recursos necesarios para implantar sesiones en hospitales y centros de salud públicos.

Desde febrero del año 2023, el Yoga Oncológico es una realidad en centros como los hospitales públicos Vall d’Hebrón, Hospital de Mataró y Hospital Pere Virgili en Cataluña. Recientemente el Hospital de La Paz en Madrid también ha incorporado esta disciplina como terapia complementaria en el tratamiento de los procesos con cáncer. Y en Euskadi, el Hospital de Cruces ha solicitado a la RED Internacional de Yoga Oncológico un proyecto para oncología pediátrica tras un encuentro entre profesionales de la RED y Aspanovas con niños y niñas hospitalizados y sus familias.

Es algo tan científicamente comprobado que algunos sistemas sanitarios de otros países, sobre todo EE UU y Gran Bretaña,  incluyen desde hace tiempo el yoga oncológico como complemento al tratamiento convencional. Descomprime las articulaciones y, si la persona ha tenido que someterse a una cirugía, “despega” los tejidos que se adhieren (muy importante en los casos de cáncer de mama). También es una manera suave de hacer ejercicio, sea cual sea el estado de forma de la persona. Y quizás el beneficio más importante, es una gran ayuda en el plano mental y emocional en todas las fases de ese camino que comienza con el diagnóstico.

La OMS considera el Yoga como una fuente valiosa de atención a la salud y propone adoptar medidas para integrar esta disciplina y a quienes la practican en los sistemas de salud de los diferentes países, y España no puede quedarse atrás. El hecho de hacer hincapié en que no se trata de una terapia alternativa (sino complementaria) y que precisamente el objetivo del yoga oncológico es llegar a restaurar aquellas áreas donde la medicina tradicional no alcanza, ha permitido legitimar su intervención, concebida siempre dentro de una medicina integrativa que apuesta por acoger disciplinas que atienden necesidades psicológicas, emocionales que hasta ahora han estado un tanto desatendidas en la sanidad pública.

En las clases de yoga para personas con cáncer, a diferencia de una clase habitual, los ejercicios físicos (asanas) y de respiración (pranayamas) están adaptados con el objetivo de aliviar las afecciones provocadas por la cirugía y los tratamientos de quimioterapia, radioterapia y hormonales. Se ofrece una variedad de soportes (bloques, mantas, cintas) para facilitar los movimientos, los estiramientos y la relajación y se trabaja con grupos reducidos para brindar una atención personalizada y promover redes de apoyo. El Yoga Oncológico se puede impartir en centros de yoga, hospitales y entidades que trabajan para favorecer la calidad de vida de las personas con cáncer. Lo importante es encontrar un espacio adaptado que ofrezca las condiciones de seguridad y el material que requiere esta práctica (esterillas, mantas, bloques, sillas, cintas, etc.).

Actualmente, en España, si bien se imparte ya en centros de yoga y fundaciones, todavía hay una tarea pendiente en relación con los hospitales, ya que son espacios poco accesibles. Aunque cada vez hay más apertura gracias a la demanda por parte de las y los enfermos y más profesores de yoga especializados que están haciendo un trabajo importante de comunicación y difusión con los centros hospitalarios.

Una clase típica de yoga oncológico tiene entre 10 y 15 participantes, y el aula está dispuesta con un círculo de sillas, luces tenues y música relajante en ocasiones. Se les dice a los participantes que escuchen a sus cuerpos y que no hagan nada que no les haga sentir bien. La clase comienza con unos momentos para conectarse con la tierra y dirigir la atención hacia el interior. A continuación, se explican y practican ejercicios de respiración. A continuación, se guía a los participantes a través de posturas suaves que se realizan en una silla para reconectarlos con sus cuerpos. Por último, se guía a los participantes a través de la relajación y la meditación.

También existen cada vez más clases que se imparten online. Esto es de gran valor, porque a veces a si las personas están muy agotadas, desplazarse hasta la sala les puede significar un sobre esfuerzo y la práctica online es una gran alternativa para no dejar de practicar.

Un aspecto muy importante tanto para las sesiones presenciales como online, es que antes se ha de mantener una conversación personal con cada practicante y recoger datos relevantes, a través de una ficha, sobre el estado, síntomas, tratamientos, etc. para adaptar adecuadamente la práctica y hacer un seguimiento riguroso.

El yoga se puede adaptar a las distintos tipos de cáncer y sus frecuencias. En este sentido, es importante que los y las profesoras tengan una formación previa para que estén dotados/as de los conocimientos teóricos y las herramientas metodológicas para atender esta diversidad.

En relación con los beneficios emocionales, en las sesiones de Yoga Oncológico se crea un espacio de seguridad en el que la persona puede reconectar de forma amorosa con el cuerpo, obtener herramientas para gestionar las emociones, encontrar un espacio de escucha e intercambio de sus necesidades, miedos y otras emociones. Existen clases, por ejemplo, en el que se aborda cómo desde el cuerpo se puede regular la ansiedad que provocan las pruebas diagnósticas, cómo sentarnos y respirar en la sala de espera y el momento que el paciente a la cita con el médico.

No hay contraindicaciones en la práctica de yoga para el cáncer, lo que sí hay posturas y pranayamas contraindicados dependiendo de las circunstancias físicas y emocionales de las personas. Por este motivo, los profesores han de tener una formación adecuada y los usuarios han de buscar un servicio profesionalizado que les garantice seguridad y beneficios a través de la práctica de yoga adaptada.

Los efectos adversos son un factor sumamente importante a tener en cuenta, ya que es necesario sopesar los efectos secundarios o el perfil de riesgo frente a los posibles beneficios. En el caso del yoga, el alto perfil de seguridad combinado con los beneficios tanto subjetivos como objetivos y el costo relativamente bajo sugieren que es apropiado alentar a los pacientes a participar en programas de yoga para reducir los síntomas y mejorar múltiples aspectos de la calidad de vida durante y después del tratamiento. Sin embargo, incluso si el costo no es una barrera para muchos pacientes, acceder a las clases de yoga puede ser un desafío.

 

 

“El cáncer te robará el aliento, pero el yoga puede devolvértelo”.

 

En relación a las formaciones de yoga oncológico, algunas instituciones ofrecen un tratamiento de síntomas basado en el yoga para profesionales de la salud. El Instituto Oncológico Knight de la Universidad de Ciencias y Salud de Oregón en Portland ofrece una capacitación sobre el tratamiento de síntomas basado en el yoga para profesionales de la oncología, que explora una variedad de técnicas de respiración simples y seguras, estrategias de atención plena y otras herramientas que se pueden aplicar a las necesidades de los pacientes. Esta es una gran opción porque los profesionales de la oncología ya tienen conocimientos sobre el cáncer y cómo cuidar a los pacientes con cáncer.

Los pacientes con cáncer deben avisar a sus médicos antes de comenzar cualquier tipo de terapia que implique el movimiento de las articulaciones y los músculos. Los participantes deben escuchar a sus cuerpos y no forzar ninguna postura ni exagerar con la práctica del yoga. Las técnicas que se enseñan son posturas suaves y técnicas de estiramiento que son apropiadas para cualquier persona y se pueden modificar según sea necesario. Aprender las contraindicaciones de posturas particulares es parte de la capacitación. Las prácticas de yoga se pueden modificar para permitir que participen incluso quienes están postrados en cama o en una silla. Para quienes no pueden hacer ninguna postura física, se pueden sustituir por técnicas simples de respiración o meditación. Prácticamente en todos los países occidentales existe la posibilidad de cursar un master en Yoga oncológico dirigido tanto a profesores de yoga como a profesionales de la salud.

 

 

Ha pasado un cuarto de siglo desde que el yoga fue incorporado por vez primera en la atención hospitalaria del cáncer en los EEUU. Desde entonces, se han sucedido los estudios y trabajos de investigación sobre los efectos que el yoga tiene para los pacientes que se enfrentan a un cáncer, hallando fuertes evidencias en dichos estudios que convierten al yoga hoy en una ciencia complementaria obligada en el campo de la oncología médica.

De bajo coste y con una relación riesgo/beneficio que lo convierte en una practica totalmente segura y no invasiva, el yoga oncológico debería ser incorporado como terapia complementaria básica en cualquier cartera de servicios sanitarios, sea esta pública o privada. Solo la combinación de ambas terapias, la convencional y la yóguica, garantiza una conservación de la salud en términos holísticos, solo una terapia combinada de ambas trata al ser humano, no solo al cáncer.

Las compañías sanitarias de asistencia médica privada ya hablan hace tiempo de los beneficios del yoga oncológico como antesala de un proyecto para incorporarlo a su oferta de servicios. Para dichas empresas puede tratarse de un reclamo con vistas a la captación de nuevos pacientes, pero la gran asignatura pendiente del yoga oncológico es su inserción en la sanidad universal para todos.

Demandado por la propia comunidad de pacientes con cáncer, el yoga oncológico no debe hallar ninguna traba para ser incorporado al Sistema Público de Salud en hospitales con el rango que corresponde a los niveles de evidencia que presenta en las investigaciones sobre sus efectos beneficiosos para estos pacientes, llevadas a cabo en los últimos 25 años en todo el mundo.

Esta incorporación es un hecho fuera de España hace años y debe ser un hecho en España a partir de ahora. En consecuencia, es obligación de los poderes públicos el instaurarla dentro del sistema de salud si de verdad se pretende hablar de un sistema de salud integral en el contexto de una sociedad de progreso y bienestar para todos los ciudadanos españoles.   

 

 

 

 

 

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