YOGA Y QUIMIOCEREBRO

YOGA ONCOLÓGICO

parte II

 

Conceptos Básicos

Los avances en la oncología en las últimas décadas y el desarrollo de nuevos fármacos han conseguido mejorar la supervivencia de muchos pacientes y disminuir las tasas de recidiva y progresión. Estas mejoras en la supervivencia han convertido en muchos casos el manejo del paciente oncológico en un escenario a más largo plazo, incluso aquellos casos de pacientes metastásicos.

Las cifras de supervivientes al cáncer en España se estiman en más de 1.600.000 personas, cifras que de acuerdo a las estimaciones de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), continuarán aumentando, con una media de unos 100 000 nuevos largos supervivientes al año y una prevalencia estimada en torno al millón de personas. Sin embargo, a pesar de todas las mejoras experimentadas en los últimos años, tanto los pacientes que se encuentran en tratamiento oncológico como aquellos que han superado la enfermedad se enfrentan también a una serie de aspectos físicos, cognitivos, psicológicos y emocionales relacionados no solo con la propia enfermedad, sino con los tratamientos utilizados para combatirla. Entre ellos, se encuentra el conocido como quimiocerebro, término que engloba un conjunto de efectos secundarios cognitivos asociados al tratamiento, independientes del tipo de cáncer, que pueden afectar tanto a la concentración como a la atención y a la memoria y que pueden persistir en algunos pacientes incluso años después de haber finalizado el tratamiento.

La cognición es el proceso mental de adquirir conocimiento y comprensión a través del pensamiento, la experiencia y los sentidos. Los 6 dominios de la cognición que se resumen a continuación se propusieron en la 5ª edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales para ayudar a establecer las causas y la gravedad de los trastornos neurocognitivos:

– Atención y concentración: capacidad de clasificar información, pensamientos y acciones importantes sin tener en cuenta las distracciones; la capacidad de mantener la atención durante un período prolongado.

– Función ejecutiva: capacidad de iniciar y generar hipótesis, planificar y tomar decisiones.

– Velocidad de procesamiento de la información: capacidad de procesar información de manera rápida y eficiente.

– Habilidad visuoespacial: capacidad de procesar e interpretar información visual sobre la ubicación de las cosas en el espacio.

– Lenguaje: capacidad de comprender y comunicar información simbólica en forma verbal y por escrito.

– Aprendizaje y memoria: capacidad de aprender, así como de almacenar y recordar información nueva, ya sea a corto o largo plazo.

Los pacientes de cáncer aquejados por un cuadro con síntomas cognitivos refieren sobre todo problemas de:

1- Desorientación espacial y temporal: No saber cómo llegar a un sitio conocido o en qué día o año se está.

2- Problemas de memoria a corto plazo: Olvido de las cosas, no retener nombres, caras, fechas, sucesos…

3- Problemas de memoria semántica: No acordarse de las palabras. No poder completar las frases por no recordar el vocabulario aprendido.

4- Problemas de atención sostenida y falta de concentración: Fácil distracción con  dificultades para leer un libro, ver una película, seguir una conversación…

5- Problemas de atención dividida: No poder hacer dos cosas a la vez. Actividades que antes se hacían sin pensar ahora requieren de una implicación que impide atender a más estímulos.

6- Velocidad de procesamiento reducida: Cuesta pensar debido a un procesamiento de la información más lento, dificultad en el razonamiento, sensación de aturdimiento o confusión mental.

7- Reducción de las funciones ejecutivas: Dificultad en la planificación de tareas y en su orden de ejecución

Todo ello explica que los pacientes de cáncer suelen tener las siguientes dificultades:

*Dificultad para realizar múltiples tareas; se deben enfocar en una cosa a la vez.

*Problemas para concentrarse; incapacidad para fijar la atención en las tareas.

*Lagunas mentales.

*Dificultad para seguir instrucciones.

*Disminución de la capacidad para manejar las finanzas personales.

*Comportamiento o pensamiento desorganizado.

*Pérdida de iniciativa.

*Dificultad para recordar palabras comunes o recordar nombres.

*Incapacidad para reconocer objetos familiares.

*Percepción alterada.

*Dificultad para encontrar palabras.

Era sabido que los tratamientos oncológicos dirigidos a tumores del sistema nervioso central tenían un impacto a nivel cognitivo. Sin embargo, a lo largo de los años, se ha ido incrementando la evidencia sobre cómo también en el resto de tumores los tratamientos antineoplásicos pueden tener efectos secundarios cognitivos, tanto agudos como a largo plazo, y que tienen un impacto en la esfera funcional, social, ocupacional, la capacidad para el trabajo y aprendizaje y la calidad de vida de los pacientes.

Por ello, es tan importante poder comprender estos cambios cognitivos y su impacto en la vida de los pacientes, ya que un volumen muy importante de ellos se somete cada año a tratamientos oncológicos en todo el mundo y cada vez son más los pacientes y supervivientes al cáncer que tienen que lidiar con estas secuelas cognitivas. De hecho, la demanda cada vez mayor de avances en el conocimiento y en el manejo de estos déficits por parte de los pacientes y supervivientes al cáncer ha conseguido finalmente que se centre la atención en ellos y, que progresivamente, a lo largo de los años, se haya creado un creciente cuerpo de investigación interesado en estudiar la naturaleza y el alcance del daño cognitivo de los tratamientos oncológicos.

Se describió por primera vez en la década de 1970. En los años 80 surge evidencia de que podría asociarse a agentes quimioterápicos comunes, pero su reconocimiento significativo emergió con consistencia en los años 90. Inicialmente se asoció como secuela de la enfermedad primaria o metástasis en sistema nervioso central, quimioterapia intratecal y algunos regímenes de quimioterapia a altas dosis. En la actualidad, se conoce como una entidad multifactorial, secundaria al cáncer, su tratamiento o a ambos. Por lo tanto, debería ser llamado Daño Cognitivo Asociado al Tratamiento del Cáncer (DCACT)

A pesar de todo lo explicado este específico cuadro de afectación de funciones superiores es más conocido en la literatura médica con los nombres de “Trastorno Cognitivo Postquimioterápia, Quimiocerebro o Chemobrain”  y hace referencia a la incapacidad del paciente oncológico para resolver problemas, falta de concentración, olvidos, dificultad para encontrar las palabras correctas y pérdida de la memoria después del tratamiento de quimioterapia (Moore, 2014). El deterioro parece ser sutil, en algunos casos afecta de forma grave y en otros desaparece con el tiempo, aunque estos efectos son individuales para cada paciente (López-Santiago et al., 2011).

La quimioterapia puede producir una acción tóxica en el SNC. Es por ello que la etiología del quimiocerebro se atribuye a dos posibles causas. Por una parte, se postula que se produce por vía directa mediante un efecto neurotóxico, pues se considera que los agentes químicos empleados en la quimioterapia traspasan la barrera hematoencefálica. Entre las causas de neurotoxicidad de la quimioterapia podemos mencionar el estrés persistente que hace que se eleven los glucocorticoides que disregulan el eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal y disparan el daño estructural y funcional del cerebro, principalmente el hipocampo. Entre los mecanismos por los que la quimioterapia puede inducir neurotoxicidad y trastornos cognitivos se encuentra la liberación de mediadores proinflamatorios tales como las citoquinas, las quimiocinas, radicales libres de oxígeno, la activación de la microglía, astrogliosis, degeneración de la mielina y la potencial alteración de la barrera hematoencefálica. Y, por otra parte, se cree que se produce por vía indirecta modificando determinadas respuestas biológicas, como generar cambios hormonales o modular la respuesta del sistema inmune (Vardy, 2008).

Así mismo, las características particulares de cada paciente influyen en los mecanismos del quimiocerebro. Algunos autores resaltan la importancia de la genética del paciente (Ahles y Saykin, 2007). Por lo tanto, es importante destacar que el deterioro causado por el quimiocerebro va a depender de múltiples variables como la edad del paciente, la reserva cognitiva o la dosis de tratamiento (López-Santiago et al., 2012). Y en función de ello, la evolución puede ser de una forma u otra. Entre el 15 y el 50% de los pacientes que reciben quimioterapia pueden experimentar este efecto secundario (Vardy, 2008). Aunque estudios más recientes señalan que la prevalencia de esta alteración cognitiva en supervivientes de cáncer está entre el 14 y el 85% (Uclés y Rodríguez, 2018). Con lo que se puede concluir que la incidencia ha ido en aumento.

La sintomatología más marcada en estos pacientes es la dificultad de memoria, déficit de atención, problemas para concentrarse, velocidad de procesamiento enlentecida, fatiga y presencia de alteraciones emocionales como manifestaciones depresivas y ansiosas (Uclés y Rodríguez, 2018).

El quimiocerebro es una alteración cognitiva que impacta en los sobrevivientes de cáncer de forma significativa en decisiones sobre educación y carrera a emprender, curriculum vitae general, puede disminuir la habilidad para hacer la transición de nuevo a las actividades de la vida diaria (AVD) como regresar al trabajo, también temor a perder la identidad e independencia. Además, se asocia con la fatiga y el estrés, lo que facilita la aparición de ansiedad/depresión y finalmente, la pérdida de la habilidad general para funcionar. Las áreas más frecuentemente afectadas son la capacidad de atención, la memoria verbal, la memoria de trabajo, la velocidad de procesamiento y la función motora.

La etiología del quimiocerebro es multifactorial además de acumulativa, y los factores de riesgo son sinérgico-aditivos:

– Quimioterapia, especialmente el metrotexate y el 5-fluoracilo provocan daño de la microestructura de la sustancia blanca por neurotoxicidad directa o efectos indirectos como estrés oxidativo o daño vascular.

– Factores relacionados al cáncer: Localización  de la enfermedad, estadiaje, fenómeno paraneoplásico, aumento de citoquinas, anemia.

– Factores asociados al paciente: Estrés afectivo, red de apoyo, edad, vulnerabilidad genética, educación, coeficiente intelectual, síntomas debilitantes (fatiga, depresión, ansiedad, alteraciones del sueño, dolor), factores nutricionales, bioquímica cerebral, fallo de la barrera hematoencefálica, comorbilidades como menopausia inducida   por quimioterapia u ooforectomía, impacto de la cirugía y de la anestesia.

No existe un acuerdo sobre si la alteración cognitiva persiste luego del tratamiento con quimioterapia, por un considerable período de tiempo, meses después de la suspensión de la quimioterapia (4 meses) o incluso años después. Sin embargo, estudios prospectivos indican que mejora con el transcurso del tiempo luego de la quimioterapia adyuvante. Aunque a los 18 meses después de la quimioterapia, también existen estudios que sugieren que el 50% mejoró su alteración cognitiva y el restante 50% se mantuvo estable.

Hasta un 70% de los pacientes con cáncer en general, reportan que las dificultades   cognitivas persisten más allá de la duración del tratamiento y para algunos sobrevivientes el impacto en su funcionamiento diario es el más problemático al se enfrentan (Por ejemplo, el no sentirse seguro de regresar al trabajo). También afecta, y es desalentador en situaciones sociales y las relaciones interpersonales. El 13% de los sobrevivientes de cáncer cesan de trabajar luego de 4 años del diagnóstico, secundario a “causas relacionadas al cáncer” como es la alteración cognitiva.

El pronóstico es pues muy variable. Es decir, que la alteración cognitiva puede empeorar, persistir, mejorar o ser estable en el tiempo.

Las opciones terapéuticas son limitadas por la falta de investigación en este campo. Además, el tratamiento dirigido o adaptado a la condición es difícil por el desconocimiento de la etiología o mecanismo de producción. El tratamiento debe ser multidisciplinario y puede incluir: Farmacología (psicoestimulantes), Estimulación Cognitivo-Conductual, Estrategias neuomoduladoras (Neurofeedback o Estimulación eléctrica transcraneal), Haptoterapia/Terapia manual-relajación mental, dentro de los fármacos de la medicina complementaria e integradora los mejores resultados se han reportado en estudios controlados y aleatorizados con estracto de Ginkgo Biloba, y dentro de las terapias complementarias tradicionales el  Yoga, Meditación y Técnicas mente-cuerpo.

La rehabilitación cognitiva (RC) mostró ser prometedora para reducir el efecto de los problemas cognitivos en los pacientes y sobrevivientes de cáncer. En las intervenciones de RC se han mezclado varios abordajes de rehabilitación en diversos grados como los siguientes:

La psicoeducación brinda información útil sobre el funcionamiento del encéfalo, los déficits cognitivos y sus consecuencias para la vida diaria.

El entrenamiento compensatorio se enfoca en la adquisición de comportamientos y estrategias nuevas para compensar la disfunción crónica. Es posible que esta intervención incluya la modificación o restructuración del entorno mediante la sustitución de ayudas externas (como calendarios y diarios electrónicos) para que las personas dependan menos de sus capacidades cognitivas. Es posible que requiera el aprendizaje de estrategias nuevas para hacer frente a las dificultades (como estimular las actividades cognitivas y reducir al mínimo las distracciones).

El entrenamiento cognitivo incluye el uso de tareas repetitivas, cada vez más desafiantes (a menudo a través de la computadora) para mejorar, mantener o restaurar el funcionamiento cognitivo en las áreas de atención, memoria y función ejecutiva.

Hay datos probatorios modestos de la eficacia de la rehabilitación cognitiva a partir de varios ensayos controlados aleatorizados en los que se utiliza un conjunto diverso de pruebas objetivas del funcionamiento neuropsicológico y mediciones subjetivas de deterioro cognitivo.

En décadas anteriores los efectos secundarios en cuanto a función cognitiva y conductual eran menos analizados debido a que la sobrevida de los pacientes no lo permitía. En la actualidad sabemos que los pacientes pueden tener hasta más de10 años de evolución y con esto se deja una brecha en la que el paciente se enfrenta a su nueva condición sin un previo asesoramiento. Una buena medida para evidenciar la posible afectación, sería mantener evaluaciones continuas: Previa, durante y posterior al tratamiento.

Papel de las terapias complementarias tradicionales – YOGA – en el tratamiento del quimiocerebro

La realidad es que las secuelas cognitivas generan mucho sufrimiento y requieren de especial atención en pacientes oncológicos. Los efectos del quimiocerebro pueden dificultar el día a día a la hora de realizar las tareas cotidianas, de ejercer un trabajo o de relacionarse socialmente con el entorno. Quizás lo que el paciente anteriormente llevaba a cabo de manera automática ahora le suponga un esfuerzo mental que, sumado al cansancio físico, haga que abandone la actividad o que ni siquiera la inicie.

La creciente bibliografía sobre yoga y cáncer respalda la viabilidad y la eficacia del yoga para los sobrevivientes de cáncer a lo largo de todo el proceso de atención. El yoga es una herramienta eficaz y de bajo costo para el tratamiento del cáncer que ha demostrado mejorar las tasas de mortalidad, respaldar la salud y el bienestar individuales y reducir los gastos de atención médica y la pérdida de productividad debido a la enfermedad. Las pruebas sobre los efectos terapéuticos de las intervenciones de yoga para pacientes y sobrevivientes de cáncer, son sólidas y siguen aumentando. Una búsqueda bibliográfica sobre «yoga» y «cáncer» en la Biblioteca Nacional de Medicina de EE. UU. (PubMed) arrojó 435 resultados, incluidos estudios observacionales, revisiones sistemáticas y ensayos clínicos.

El yoga es un sistema complejo e integral que incluye una amplia gama de prácticas. Una clase de yoga estándar puede incluir asana (posturas), pranayama (técnicas de respiración), meditación y prácticas de relajación para apoyar la salud física, emocional y mental. Se ha descubierto que algunas técnicas de pranayama (ejercicios respiratorios), asanas (posturas) o meditación (toda una amplia gama), incluidos en la práctica de yoga, aumentan la metaconciencia, la capacidad cognitiva y retrasan el deterioro de algunas estructuras como el hipocampo y la amígdala.

El Yoga Oncológico es la adecuación del yoga tradicional como una forma de terapia complementaria, con base científica, y ajustada a las particulares necesidades físicas y emocionales que atraviesan las personas con cáncer, desde el diagnóstico de la enfermedad, durante los tratamientos y durante toda la etapa de postratamiento. Busca reducir los síntomas y efectos secundarios del cáncer y sus terapias quirúrgicas, físicas, quimioterápicas u hormonales, mejorar la calidad de vida y proporcionar apoyo emocional. Se trata de un yoga adaptado que combina las herramientas del yoga tradicional, yoga terapéutico y yoga sensible al trauma con el fin de favorecer la rehabilitación física y emocional de las personas con cáncer. El yoga específico para el cáncer debe incorporar posturas físicas, técnicas de respiración y ejercicios de atención plena, como la meditación.

La práctica del yoga como terapia complementaria a los tratamientos médicos permite atender la persona con cáncer desde una perspectiva holística de la salud. Este estilo de yoga va más allá de lo físico y trabaja sobre el paciente como un todo, incluidas las funciones emocionales y cognitivas. De esta forma, ayuda a fortalecer el sistema nervioso y lentamente reconstruye la inmunidad del cuerpo y normaliza las funciones corporales. El yoga ayuda a conectar la mente y el cuerpo a través de la respiración, el movimiento y la meditación. El Yoga, la Meditación y las Técnicas mente-cuerpo tienen un efecto neuroprotector. El yoga por medio del binomio actividad física suave /respiración consciente contribuye a mejorar la disfunción cognitiva adquirida (Uclés y Rodríguez, 2018). Debería recomendarse a todos los sobrevivientes de cáncer, aunque aún se desconozca el tipo, intensidad, duración, frecuencia, entre otras especificaciones. El mecanismo es desconocido, pero podría ser la mejoría de la condición aeróbica, lo cual aumenta el flujo de sangre cerebral, la extracción de oxígeno y utilización de la glucosa, también aumenta la expresión del gen del factor neurotrófico, mejora de la plasticidad neuronal-neurogénesis y disminuye la inflamación.  Por otro lado, y a través de la meditación, se considera una herramienta útil para pacientes oncológicos aportando estados de bienestar y relajación, un mayor control mental y una mejora de la cognición (Biegler et al., 2009).

Hay un gran interés en el ejercicio físico y el ejercicio mente-cuerpo para el tratamiento del deterioro cognitivo de los sobrevivientes de cáncer. En una revisión sistemática de ensayos aleatorizados controlados en los que se usó el ejercicio para mejorar el funcionamiento cognitivo en los sobrevivientes de cáncer, se identificó 29 ensayos con potencial de relevancia que se publicaron a lo largo del año 2018. Entre estos ensayos, en 12 (41 %) se encontró beneficio en el funcionamiento cognitivo percibido. Además, en 3 de 10 estudios (30 %) que midieron de forma objetiva el funcionamiento cognitivo, se encontró algo de beneficio.  En un ensayo clínico aleatorizado multicéntrico, 181 sobrevivientes de cáncer de mama que recibieron quimioterapia notificaron problemas cognitivos, confirmados mediante resultados inferiores a los previstos en las pruebas neuropsicológicas. Los participantes se asignaron al azar a un grupo de ejercicio o a un grupo de control. La intervención con ejercicio durante 6 meses consistió en ejercicio aeróbico supervisado con fortalecimiento muscular (2 horas por semana) y marcha nórdica (2 horas por semana). No se observó diferencia en el criterio principal de valoración de la memoria. Sin embargo, se encontraron efectos muy beneficiosos en los aspectos autonotificados del funcionamiento cognitivo, fatiga, calidad de vida y depresión. Asimismo, en el análisis de subgrupos se notificó un efecto positivo del ejercicio en el funcionamiento cognitivo evaluado de los pacientes con mucha fatiga.

Un estudio recientemente publicado por un profesor de Northeastern dice que el yoga podría ser la clave para restaurar la salud cerebral en sobrevivientes de cáncer a largo plazo de una manera no igualable por el ejercicio aeróbico o los ejercicios de estiramiento y tonificación. La profesora asociada Neha Gothe dice que el estudio piloto publicado en la revista de acceso abierto Frontiers in Cognition es el primer estudio de control aleatorio que compara el yoga con otras formas de ejercicio entre personas tratadas por una variedad de cánceres. El estudio asignó al azar a 78 personas que habían sobrevivido al cáncer durante un promedio de ocho años a tres grupos de 26 que hicieron hatha yoga, ejercicio aeróbico o ejercicios de estiramiento y tonificación 150 minutos por semana durante 12 semanas. Los informes de los tres grupos mostraron mejoras en la concentración, el enfoque y la memoria, pero el grupo de yoga mostró la mayor mejora en sus capacidades cognitivas percibidas. Los participantes del estudio que hicieron ejercicios aeróbicos o fueron asignados al grupo de estiramiento y tonificación también informaron una mejora en su capacidad para concentrarse, recordar y realizar un seguimiento de las actividades. Pero las ganancias en las capacidades cognitivas percibidas fueron más pronunciadas entre los practicantes de yoga, el 81% de los cuales informaron mejoras en medidas como la formulación de pensamientos y la concentración, en comparación con el 62% de los participantes aeróbicos y el 48% de los participantes de estiramiento y tonificación.

Por otra parte, muchas investigaciones publicadas en revistas médicas de prestigio avalan los beneficios de la meditación:

– Reducción del estrés: Un estudio realizado por la Universidad de Massachusetts, centro adscrito a la Universidad de Harvard, observó aumentos en la densidad de materia gris en áreas del cerebro asociadas con la memoria, la autorregulación emocional y la empatía. Además, se informó una reducción significativa de los niveles de estrés percibido por parte de los participantes.

– Reducción del dolor: Hay trabajos que han asociado la práctica de la meditación con la reducción del dolor en pacientes con enfermedades crónicas. Es el caso de un trabajo realizado por investigadores de la Universidad de California.

– Mejora de la función cognitiva: Una investigación publicada en NeuroReport encontró que meditar se asocia con un aumento en el grosor cortical en áreas cerebrales relacionadas con la atención, la concentración y la memoria de trabajo, lo que sugiere que la meditación puede tener un impacto positivo en la función cognitiva.

La reducción del estrés basado en la atención plena (REBAP) es una terapia integradora que se concentra en atraer la atención y la conciencia a cada momento sin emitir juicios. Los beneficios de REBAP se evaluaron en numerosos estudios de afecciones como el dolor crónico, la ansiedad y la fibromialgia. En una revisión de estudios de REBAP de pacientes con cáncer, se encontraron solo 2 ensayos aleatorizados con resultados positivos, a pesar del tamaño pequeño de la muestra. En un ensayo aleatorizado numeroso y con potencia estadística con sobrevivientes de cáncer de mama, el grupo de REPAB exhibió una mejora superior de la confusión que el grupo de control al final del período de intervención, pero no hubo efectos a largo plazo. En este ensayo, no se utilizaron mediciones objetivas del funcionamiento cognitivo. En un estudio menos numeroso, se observó que los participantes en el grupo de REBAP tuvieron más efectos positivos en la atención y la memoria de trabajo que el grupo de control; el hallazgo era duradero a los 6 meses.  En un ensayo aleatorizado de meditación con sonidos tibetanos, se demostró una mejora en las mediciones objetivas de memoria, la velocidad de procesamiento y el funcionamiento cognitivo.

Los efectos beneficiosos del yoga sobre las funciones cognitivas surgen por dos mecanismos biológicos principales:

1- La reducción del estrés, ya que los diferentes componentes del yoga disminuyen la reactividad al estrés. Esto, a su vez, reduce la exposición crónica al cortisol y citocinas inflamatorias, ambos vinculados al deterioro cognitivo. El cerebro va a funcionar mejor si se está menos estresado.

2- La práctica constante del yoga mejora la eficiencia neurocognitiva, lo que se traduce en una mejor utilización de unos recursos cognitivos limitados. Explorando los efectos de la práctica de yoga a largo plazo, se ha podido demostrar que los practicantes con una larga experiencia en yoga tienen un mayor volumen de materia gris (GM) cerebral que los controles igualados. Estos cambios se han observado en regiones como el hipocampo, las cortezas somatosensoriales primaria y secundaria (S1, S2), la corteza orbitofrontal (OFC), corteza prefrontal medial, giro temporal superior, cerebro, la corteza insular, corte cingulado anterior y posterior (ACC y PCC) y las cortezas parietales inferiores y superiores, lo que a nivel funcional produce mejoras en una amplia gama de tareas cognitivas y habilidades motoras (citado en Villemure y cols.). Igualmente, una revisión de la literatura desveló que la actividad física, una mayor amplitud cardiorespiratoria y la meditación se asociaron de forma consistente con mayor volumen hipocampal y materia gris (GM) prefrontal (citado en Villemure y cols.). Proteger el hipocampo es de vital importancia ya que entre sus funciones destaca la de intervenir en procesos de retención y consolidación de la memoria, principalmente en el desarrollo de aprendizajes. Estos procesos de memoria están asociados a un patrón de ondas lentas y angulares (LIA) que aparecen durante el sueño No Rem, en el descanso.

 

Tras comparar la práctica de yoga, con tareas activas, caminar u otros ejercicios, se han encontrado evidencias de, que de forma significativa produce cambios neurobiológicos y conductuales que son específicos de su práctica por la combinación de elementos que influyen en ella y en relación con grupos control.

Entre otras, se encontró que la práctica continuada de yoga ( incluyendo todos sus componentes: posturas, respiración, relajación y meditación), a largo plazo, genera cambios estructurales relacionados con aumentos en el volumen de materia gris en regiones como el hipocampo, las cortezas somatosensoriales primaria y secundaria, la corteza orbitofrontal, corteza prefrontal medial, giro temporal superior, cerebelo, la corteza insular, el corte cingulado anterior y posterior y las cortezas parietales inferiores y superiores correlacionando conductualmente con beneficios en tareas cognitivas y habilidades motoras correspondientes con las áreas involucradas.

Practicar yoga, se asoció con la reducción de algunas estructuras como la amígdala, y así los síntomas de estrés, depresión o ansiedad. Se reconoció un aumento en la liberación de dopamina en el estriado ventral y mayores niveles de GABA talámico como efecto de la práctica de meditación, que además influyó en una activación reducida en la red de modo predeterminado (DMN) o el sistema nervioso simpático y aumentos en el parasimpático.

También se ha descubierto que algunos ejercicios de respiración (pranayama) pueden influir en la hemodinámica cerebral, modificando las presiones parciales de CO2 y O2 intracraneal, mediando en la presión arterial y el ritmo cardíaco, e interviniendo como un agente de protección ante problemas cerebrovasculares.

En relación con estos resultados se puede sugerir que practicar yoga se presente como un factor de neuroprotección ante el deterioro y la vulnerabilidad cognitivas asociados al padecimiento del cáncer, siendo también un elemento auxiliar en la reducción de sensaciones de dolor y ansiedad generadas por esta enfermedad. Asimismo, puede considerarse, como una rutina de mantenimiento de las funciones cognitivas, ayudando tanto en la conservación de la memoria como en la consolidación en los procesos de aprendizaje en este tipo de pacientes.

Aumentando los niveles de energía, oxigenando tejidos y órganos como el cerebro a través de la respiración, mejorando el sueño, aliviando los síntomas de depresión y ansiedad, combatiendo la fatiga, favoreciendo la concentración, reduciendo el estrés y la depresión, favoreciendo la autoestima y compartiéndola práctica junto a personas en la misma situación el yoga es capaz de ayudar de forma importante en el “quimiocerebro o chemobrain”, generando mucho apoyo emocional y fuerza en todos los niveles.

«El cáncer te robará el aliento, pero el Yoga puede devolvertelo».

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